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Jeremy Allen White —el mítico «Lip Gallagher» en «Shameless» (Showtine, 2011-2021)— interpreta a Carme «Carmy» Berzatto, un otrora prestigioso chef de alta cocina que, tras el suicidio de su hermano Michael, coge las riendas del que era su restaurante: The Beef.

1. Lo cuidado de su estética. Si algo deja claro su episodio piloto es la ansiedad manifiesta que se respira en las cocinas de los restaurantes de todo el mundo, pertenezcan estos a la rama de la haute cuisine o de la comida rápida. The Bear comienza con el frenesí corriéndole por las venas a través de una edición rápida, pero magnética y una cámara en mano que sigue las rumiaciones, titubeos y tropezones de aquellos personajes que tienen que cohabitar en ese tan limitado espacio. La lente se sitúa ridículamente cerca de sus cuerpos y caras, llevándonos a la asimilación de la claustrofobia que deben sentir los cocineros. Por supuesto, una serie totalmente grabada así requiere mucha dedicación, así que en futuros episodios The Bear aprovechará sus hilos narrativos para plantear capítulos que no se vean atravesados por este desenfreno delirante de cuerpos moviéndose, cuchillos cortando y fogones llameantes. Será en estas instancias cuando veremos que, detrás de la filosofía de la excitación que parece emanar de cada uno de los poros de la serie, también existe una naturaleza contemplativa y emocional permite al espectador entrar en la psicología de estos personajes y entenderlos en profundidad. No en vano, The Bear es una de las series mejor filmadas de los últimos años.

Ebon Moss-Bachrach hace las veces de Richard «Richi» Jerimovich, el mejor amigo de Michael, el fallecido dueño de The Beef, y el encargado de manejar —caóticamente, todo sea dicho— la atención del local.

2. La naturaleza caótica de sus personajes. No hay ni un solo personaje en The Bear a quien no le vendría bien una mañana de spa o, directamente, un trankimazkin. Y si alguno parece que tiene la cabeza bien amueblada y goza de paz mental, basta con darle unos cuantos episodios para ver cómo se convierte en un manojo de nervios y/o en una persona altamente competitiva y territorial. A pesar de lo poco atractiva que pueda resultar esta premisa para el planteamiento del inventario de personajes, The Bear no se queda solamente en el caos de las cosas. El cuerpo de guionistas —entre quienes contamos, aparte del propio Christopher Storer, a nombres como Sofya Levitsky-Weitz, Karen Joseph Adcrock y Joanna Calo, entre otros— siembran el caos como base constitutiva de las personalidades de sus personajes para luego hacer florecer momentos de doliente humanidad que nos recuerdan que detrás de toda fachada hay un ser sensible que está tratando de labrarse un nombre en el sistema, como prácticamente todo el mundo. Los momentos de espinosa vulnerabilidad por parte del «Carmy» de Allen White o de ansiedad contenida y repentinamente liberada de la Sydney de Edebiri están allí para confirmarnos que en el fondo de todas las cosas, el humanismo siempre tiene que primar por encima de meras superficialidades.

En el papel de Sydney Adamu —una joven chef que decide revivir sus ambiciones frustradas como cocinera de alta cocina al ponerse a las órdenes de Carmy en calidad de «sous-chef»— encontramos a una Ayo Edebiri que, para el momento en el que se estrenó la serie, todavía no gozaba de la fama y prestigio que le había otorgado su participación en películas como «Theater Camp» (Molly Gordon & Nick Liebermann, 2023) o «Bottoms» (Emma Seligman, 2023).

3. La comida. Más de uno se habrá preguntado alguna vez qué pasaría si los platos que aparecen dibujados en animes como Shokugeki no Sōma (Yoshitomo Yonetani, 2015-2020) pudieran ejecutarse en la vida real. The Bear, sin llegar al nivel de preciosismo y exquisitez que parecen mostrar aquellas representaciones, parece acercarse y quedarse lo suficientemente cerca de esos ideales como para que ver un episodio de la serie, en ocasiones, equivalga a salivar durante toda su duración. En los confines de estas dos temporadas, hemos visto tanto platos que servirían en un bar de carretera —sándwiches, bocadillos, patatas fritas, estofados— como piezas que, por ejecución y delicadeza, son merecedoras de exponerse en un museo culinario. Y no es solo que el abanico de posibilidades democratice la oferta para todos los paladares, sino que demás muchos de estos suculentos y artísticos platos acostumbran a responder a ciertas manías de personaje, ya sea en cuestión de gustos o en manifestaciones torrenciales de creatividad. Detrás de los grandes genios de la cocina mundial, hay mentes trabajando incansablemente para conseguir los mejores platos que servir a sus comensales.

El resto de personajes que aparece recurrentemente en la serie. De izquierda a derecha: Tina Marrero (Liza Colón-Zayas), Marcus Brooks (Lionel Boyce), Natalie «Sugar» Berzatto (Abby Elliott) y Jimmy «Cicero» Kalinowski (Oliver Platt).

4. El atropellado frenetismo de sus diálogos. Quien estuviera atento a la crítica cinematográfica y demás discursos alrededor del séptimo arte allá por 2017, quizá se encontrara con alguna que otra crítica o algún que otro ensayo sobre la The Meyerowitz Stories (2017) de Noah Baumbach. Más allá de plantearse como una pieza tocada por el genio argumental del propio Baumbach o el talento interpretativo de nombres como Adam Sandler, Emma Thompson o Dustin Hoffman, aquello que más sorprendió a algunos usuarios y críticos fue la naturalidad de sus diálogos. Esto responde a una razón: mientras en el mundo del cine y del teatro se ha naturalizado que cada línea de diálogo tenga su espacio y no atienda a interrupciones más allá de algunos casos contados, en The Meyerowitz Stories los personajes apenas se dejan espacio para hablar y acaban atropellándose constantemente en aquello que tienen que decir. Es en este línea —incluso de forma más enfática— donde tenemos que localizar el planteamiento dialógico de The Bear. Los italianismos propios de sus personajes se manifiestan, exclusivamente, en una verborrea incesante que enturbian tanto su capacidad de escucha en tanto que personajes como la de los espectadores. Por supuesto, este recurso es algo que aparece de forma intencionada para seguir excavando en las complejas personalidades que colman las líneas argumentales de The Bear como una forma de incidir en su ensordecedor solipsismo egológico.

Aunque la mayoría de la serie suceda a puerta cerrada en las grasientas cocinas del The Beef, en contadas ocasiones se abre para ofrecernos un retrato parcial de una Chicago acelerada por el tren de vida usual en la Modernidad tardía.

5. La representación de Chicago. La ciudad es la gran protagonista de la Modernidad tardía. En sus aceleradas carreteras es donde se producen los movimientos y cambios que perduran, aunque no por mucho tiempo, en la impronta cultural de la globalización. Algo que sucede en el seno de la ciudad tiene mucha más cabida en los titulares universales de los periódicos y, en consecuencia, mucho más eco a lo largo de las cavernosas y angostas vías que parecen nacer naturalmente entre los rascacielos. The Bear parecía no querer perder la oportunidad de establecer una fructífera e interesantísima conexión entre el ser frenético del habitante metropolitano y la pasmosa velocidad y cantidad de aquellos eventos que están sucediendo a su alrededor. Los personajes que pueblan y habitan esa pequeña cocina del The Beef son personas naturalizadas en el frenesí de la atmósfera de una Chicago que avanza irrefrenablemente por las vías del progreso sin tener miedo de fagocitar a otros o, incluso, a sí misma. Pero esa es su casa y en ella moran indefinidamente, sintiéndose parte de un todo. Algo tendrá Chicago para que Sufjan Stevens le dedicará una canción entera de su álbum Illinois (2005) y que aparece, en una versión alternativa, en el capítulo séptimo de la primera temporada. All things go, all things go.

 
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5 razones para ver la cuarta temporada de «Fargo» (FX, 2014-) http://www.rirca.es/5-razones-para-ver-la-cuarta-temporada-de-fargo-fx-2014/ http://www.rirca.es/5-razones-para-ver-la-cuarta-temporada-de-fargo-fx-2014/#respond Fri, 19 Mar 2021 05:00:52 +0000 http://www.rirca.es/?p=24043 Desde que Noah Hawley, en 2014, decidió llevar a la televisión la serie Fargo han sido ya cuatro temporadas autoconclusivas en las que el showrunner de series como Legión (2017-2019) y The unusuals (2009) ha conseguido dejarnos con un buen sabor de boca al reinventar y renovar el universo ficticio y cinematográfico que los hermanos Joel y Ethan Coen llevaron a la gran pantalla en 1996 con el mismo nombre que la serie que le rinde tributo.

La última temporada, estrenada el pasado año, nos lleva a la Missouri de los años cincuenta, dejando de lado uno de los elementos clave del resto de las temporadas: el paraje nevado tan característico de la ciudad de Fargo. Pese a que ello haya podido suscitar unas cuantas quejas, esta nueva temporada lleva consigo varias claves y motivos que la hacen imprescindible:

La mafia afroamericana (superior) y la italoamericana (inferior) están al borde de una guerra entre familias por el control de la ciudad

1. Una historia de violencia, mafias y equívocos. No hace falta decir que la violencia explícita y el humor negro ya es canon en el universo de Fargo. Los personajes de la película y de las temporadas anteriores ya se movían por el mundo del crimen o, por circunstancias del destino, acababan involucrándose en él; recordemos la ley de Murphy que tanto le gusta a los Coen. Esta nueva entrega no iba a ser menos. El epicentro de la violencia y el delito lo marca la rivalidad entre las dos mafias que tienen repartidos todos los negocios de la ciudad. Una de ellas de origen italiano y la otra de origen afroamericano. Ambas sufridoras del despreció y el racismo (sobre todo la segunda) de aquellos que se consideran nativos «arios» del continente americano. Los primeros minutos de la serie nos contextualizan el pasado de la ciudad para poder entender un presente marcado por la sangre y la muerte de distintas bandas organizadas que tuvieron en sus manos el control de la ciudad. De judíos, a irlandeses, a italianos, a afroamericanos, la ciudad de Missouri se nos muestra como un lugar en el que se respiran aires de violencia, resentimiento y traición. La familia italoamericana tiene el control de la mayor parte de los negocios y la familia rival no tiene más que resignarse, pues un pacto mantiene sellada su furia: cada familia intercambia uno de los progenitores del capo con tal de establecer una especie de paz, una tregua.

En este hábitat convulso, también seguiremos la historia de un matrimonio que lleva una funeraria cuya hija se convierte en una de las protagonistas más perspicaces de la serie, pues sobrevivir en ese mundo de lobos no es fácil. Una enfermera que se dedica a asesinar a sus pacientes, un policía tartamudo comprado por la mafia, un sheriffs que parece sacado de alguna especie de serie paródica sureña, dos mujeres criminales e incluso fantasmas del pasado serán otros de los personajes que se suman a esta historia.

Jessie Buckley (izquierda) y E’myri Crutchfield (derecha) interpretan a dos mujeres duras e impasibles. Una despiadada, la otra justa e inocente

2. Personajes únicos, actores a la altura. Como ya vemos, esta nueva historia cuenta con muchas tramas cruzadas en las que las vidas de muchos personajes estrambóticos acaban conduciendo a un único destino en común. En esta temporada no tendremos a ningún maravilloso Billy Bob Thorton, a quien no podemos olvidar desde la primera temporada, pero, no obstante, cuenta con un reparto de lujo. Actrices como Jessie Buckley y E’myri Crutchfield, y actores como Chris Rock, Jason Schartzman y Jack Huston son varios nombres del brillante elenco que consigue dar vida a los tan histriónicos personajes de la serie.

3. Puesta en cuadro, puesta en serie y puesta en escena. Tal historia y tales personalidades no se sustentan por sí mismos. El equipo de detrás de las cámaras realiza un muy buen trabajo en todos los sentidos. En cuanto a la puesta en escena, la caracterización de los espacios y personajes consigue transportarnos a los años cincuenta y a ese cine de gangsters clásico distinguido por abrigos largos, sombreros y los cadillac del 1949 desde los que disparaban los sicarios a la banda rival. La dirección orquesta notablemente todos esos elementos. Junto al director de fotografía, nos da planos y episodios apabullantes; destacando uno de ellos rodado (casi en su totalidad) en un blanco y negro propio del noir. Como guinda final: un montaje que se luce en los momentos más tensos de la serie. Cuando el ambiente no puede estar más tenso, la situación se relaja y en cuanto lo ha hecho, vuelve la tensión y explota sorprendiendo al espectador con lo inesperado. A esto juega bastante esta temporada de Fargo.

Uno de los capítulos de la serie está rodado en completo blanco y negro, remitiendo al cine clásico de gangsters

4. Violencia al ritmo de jazz. Como ya es normal en la serie. La música es otro de sus aspectos más notables y en esta temporada no iba a ser menos. Jeff Russo compone la banda sonora y la acompaña de grandes piezas del folk y jazz de la época (al que uno de los personajes está tan enganchado) dándonos el placer de ver los tejemanejes de los personajes a la vez que escuchamos a grandes del género como Duke Ellington, Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Roger Miller o Johnny Cash.

5. Universo conectado. A lo largo de las temporada, los fans más atentos han podido percibir conexiones más o menos notorias y confirmadas entre las diferentes entregas de la serie. Al final del último capítulo se revela la gran conexión de esta temporada con las otras, pero hay otros detalles que también ayudan a los fans a hilar un hilo que cruza por toda la serie.

Ya acabada la temporada solo nos queda esperar ver qué nos traerá de nuevo y con qué nos sorprenderá Noah Hawley. Hasta entonces tenemos cuatro antologías que nunca están de más revisar para redescubrir secretos y conexiones entre ellas o tan solo disfrutar de una de las series más interesantes del siglo.

 
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5 razones para ver «Damages» (FX, 2007-2012) http://www.rirca.es/5-razones-para-ver-damages-fx-2007-2012/ http://www.rirca.es/5-razones-para-ver-damages-fx-2007-2012/#respond Sat, 22 Aug 2020 10:37:06 +0000 http://www.rirca.es/?p=21952 Las vacaciones suelen ser un buen momento para ponerse al día en esas series de televisión que tienes pendientes por distintos motivos, o porque se te pasó en el momento de su emisión o porque vas atrasando su visionado por la más que interesante oferta que se está produciendo en los distintos canales on demand que no solo te ofrecen sus más recientes producciones sino que tienen la más que magnífica idea de proporcionar todas las temporadas de series no tan recientes. Este es el caso de Damages (FX, 2007-2012), un drama legal mucho más que cercano al thriller que pasó desapercibido para el gran público que, en los momentos de la llamada «Tercera Edad de Oro» de la televisión y recién acabada la icónica The Sopranos (HBO, 1999-2007) estaba mucho más pendiente de títulos como House M.D (FOX, 2004-2012), Lost (ABC, 2004-2010), Mad Men (HBO, 2007-2015), Dexter (Showtime, 2006-2013) o Breaking Bad (Sony Pictures TV, 2008-2013). Un interés comprensible pero que fue en detrimento de Damages, una serie que, aún recogiendo las características esenciales de la edad de oro a la que pertenece, resulta mucho más experimental y arriesgada que todas ellas. Por eso, y a pesar de que alguna  temporada es un tanto irregular, ahí van nuestras cinco razones para verla o revisitarla según sea el caso.

Patty Hewes (Glenn Close) y Tom Shayes (Tate Donovan)

1.La «aparente» premisa inicial y su relación con la factualidad. Creada por Devid Zelman y por Glenn y Todd Kessler, Damages es aparentemente un drama legal acerca de los más que complejos casos llevados a cabo por Patty Hewes (Glenn Close) y algunos de los miembros de su bufete entre los que se encuentra Tom Shayes (Tate Donovan). Hewes asume en cada una de las temporadas no la defensa de una persona en concreto sino de colectivos perjudicados por ilegalidades cometidas por corporaciones influyentes con extensiones en las capas del poder. Esta premisa inicial ficcional va a basarse en hechos reales conocidos por las audiencias, especialmente las estadounidenses aunque ello no impide que las temáticas sean de alcance global, tal como muestran los argumentos de cada una de las temporadas: los despidos masivos por una supuesta quiebra de la empresa de Arthur Frobisher (Ted Danson) se basa en el escándalo de las mismas características protagonizado por Arthur Enron;  la  utilización de sustancias contaminantes denunciadas por Daniel Purcell (William Hurt) se equiparan a la crisis de la California Energy; el blanqueo de capitales en paraísos fiscales de la familia Tobin  y su heredero Joe (Campbell Scott) se relaciona con las acciones de Bernie Madoff; la denuncia a la empresa militar dirigida por Howard Erickson (John Goodman) se relaciona con Blackwater; y, finalmente, la transparencia gubernamental y la filtración de informaciones en la red protagonizada por Channing McClaren (Ryan Phillipe)  son un remedo de Wikileaks. Pero esta premisa inicial se ve trastocada por la aparición en la serie de la joven Ellen Parsons (Rose Byrne) por una parte, y por la narrativa no lineal y en algunas ocasiones caótica de Damages, por otra parte.

Ellen Parsons (Rose Byrne) es un personaje esencial en la serie

2.Una narrativa no lineal. Uno de los elementos definidores de Damages es su complejidad narrativa que aleja la serie de los esquemas aparentes del drama legal. Y es que el punto de partida de todas las temporadas es un acontecimiento situado en el presente en el que se ve implicado alguno de los personajes principales de la serie. Este presente plasmado en imágenes puntuales que van apareciendo paulatinamente a lo largo de cada uno de los episodios con la lógica ampliación informativa conduce al despliegue del pasado argumental no necesariamente ordenado cronológicamente. Por ello, contrariamente a la afirmación de que la estructura de la serie es un flashforward, los creadores proponen ya desde las primeras escenas de cada temporada dos cuestiones esenciales a las que intentarán responder las audiencias: ¿cómo se ha llegado a este punto extraordinariamente dramático? y, consecuentemente, ¿qué debe haber pasado para que se produzca esta situación tan extrema? Todos y cada uno de los episodios arrojarán parte de luz a estas cuestiones sugiriendo posibilidades de desarrollo (foreshadowing) que no necesariamente se cumplen de manera que otra de las esencias de Damages es la creación de confusión en el espectador quien llega a lo que serán falsas conclusiones (red herring). De este modo, cada una de las temporadas son inmensos flashbacks del argumento con una perfecta dosificación informativa, no exento, en algunos casos, del uso del «efecto mariposa». Un magnífico y milimétrico juego de escritura que, sin duda, pone a prueba al espectador. Y un juego temporal que se traduce en la puesta en escena donde el presente/pasado tendrá su reflejo en la desaturación de los colores en las distintas situaciones ofrecidas al que no es ajeno el juego entre la realidad y el sueño.

Patty Hewes (Glenn Close) con Arthur Frobisher (Ted Danson)

3. Patty y Ellen: el doppelgänger perfecto. La entrada de Ellen en el bufete de Patty Hewes en la primera temporada parece conducir a un esquema de rivalidad entre ambas; de hecho, la mayoría de comentarios sobre la serie remarcan la rivalidad en términos de «Patty vs Ellen». Lo cierto es que la propuesta de Damages va más allá de este esquema: ya desde la primera temporada asistimos a la complicidad (también a sus piques personales) entre dos mujeres que son idénticas. Patty es una mujer que se ha construido a sí misma, independiente y manipuladora a partes iguales, y extremadamente maquiavélica en su trabajo. Un personaje con el que podemos empatizar porque es defensora de causas inicialmente perdidas frente a las grandes corporaciones y al que también podemos reconocer su falta de escrúpulos (quizá más bien engaños sistemáticos) a la hora de ganar un caso. Un diseño que comparte Ellen quien gradualmente se ira convirtiendo en el doppelgänger de Patty, un doble o una proyección, eso sí más amable o menos sarcástico, según se mire. Y un trasvase de roles que conducen al liderazgo de la acción de Ellen y a una más que interesante introspección del personaje de Patty. Una transformación que va más allá de la construcción dialógica o de acciones para centrarse en la absoluta complementariedad entre Glenn Close y la injustamente-poco-reconocida Rose Byrne. Y es que no hace falta que verbalicen las cosas, sus interpretaciones son la perfecta muestra de «me estás diciendo una cosa pero sé que estás pensando otra muy distinta»; o, si se prefiere, Glenn Close y Rose Byrne muestran un magistral ejercicio intepretativo de asimilación mental y emocional de la otra que, como no puede ser de otro modo, deja boquiabierto al espectador.

Ray Fiske (Zeljko Ivanek) es uno de los personajes más interesantes de la serie

4. Una serie sórdida y más que oscura. Quizá de las más sórdidas y oscuras que se han visto en la ficción televisiva de los últimos veinte años con permiso de Euphoria, por poner un ejemplo reciente. Una oscuridad marcada no tanto por las argucias de Patty Hewes que también, sino por el retorcimiento de los personajes protagonistas, con pasados personales turbulentos que se manifiestan en comportamientos y situaciones presentes en las que todo puede llegar a ser mentira. O puede no ser del todo cierto. Un planteamiento cercano, pues, a una visión trágica del personaje. Así, y dejando de lado a los «villanos» oficiales de cada uno de las temporadas y a las dos abogadas protagonistas de la serie, los personajes secundarios de las distintas tramas ofrecen un panorama de actantes y/o víctimas colaterales del submundo del poder habitualmente en la sombra: el más que interesante  y torturado personaje de Ray Fiske (con un espectacular Zeljko Ivanek), el casi psicopático/antiempático Daniel Purcell (William Hurt), el tándem formado por el retorcido Joe Tobin (Campbell Scott) y el decepcionado abogado Leonard Winstone (Martin Short) o el desagrable y falto de escrúpulos fixer Jerry Boorman (Dylan Baker). Mención aparte merece la construcción de Tom Shayes, una pequeña joya interpretada por Tate Donovan.

Martin Short encarna a Leonard Winstone en la tercera entrega

5. Un reparto de lujo. Sin ninguna duda, uno de los valores de Damages es el reparto que acompaña a los personajes centrales. Un elenco de nombres que, además de los ya mencionados, incluyen a Michael Nouri, Lily Tomlin (magnífica ella y magnífico personaje de la matriarca de los Tobin), Timothy Oliphant, Chris Messina, Keith Carradine o Judd Hirsh. Todos ellos van a tener una funcionalidad específica perfectamente integrada en las tramas de la serie. Un reparto conjunto que mereció en 2009 el premio de la Casting Society of America, además de otros galardones individuales para Glenn Close ( dos Emmys y un Golden Globe en 2008 y 2009 además del Satellite Award en 2009) y Zelkjo Ivanek (el Emmy en 2008). Un reconocimiento que alcanza a muchos de los integrantes del reparto y del equipo técnico hasta un total de 78 nominaciones en distintas convocatorias internacionales. A pesar de las nominaciones recurrentes de Rose Byrne, la actriz (australiana ella)  solo consiguió en 2007 el premio concedido por el Australian Film Institute; una auténtica lástima porque Byrne no solo está impresionante en Damages sino que es una de esas actrices (como también le sucede a Rachel McAdams o Amy Adams, por poner solo dos casos) cuya trayectoria parece pasar desapercibida para los integrantes de los jurados cinematográficos. Una reivindicación de una actriz que, a veces, parece que, para las audiencias, es engullida por el nombre sus compañeros de reparto en Damages.

 
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«The Americans»: thriller, política y empoderamiento femenino http://www.rirca.es/the-americans-thriller-politica-y-empoderamiento-femenino/ http://www.rirca.es/the-americans-thriller-politica-y-empoderamiento-femenino/#respond Thu, 02 Aug 2018 06:00:07 +0000 http://www.rirca.es/?p=15546 Hoy se inicia en RIRCA como colaboradora Aida Lázaro España, graduada en Cine por la ESCAC, especialista en Comunicación Publicitaria y actualmente doctoranda en Medios de Comunicación por la UC3M. Sus investigaciones tienen como objeto común el análisis del modo en que diferentes formas de comunicación abordan problemáticas sociales. Académicamente sus estudios se orientan a la Comunicación Publicitaria Institucional, y, en paralelo, desarrolla algunos trabajos propios sobre narrativas audiovisuales y literarias. Para su primer artículo, nos analiza la serie de FX The Americans (2013-2018), que se despedía el pasado mayo después de seis temporadas en emisión.

Washington DC, principios de los 80, Guerra Fría y Reagan en la Casa Blanca. Un barrio residencial, a unos minutos en coche del corazón administrativo de la política estadounidense, una preciosa casa a la que llegar después de un día en la agencia de viajes familiar, dos críos… y unas cuantas notas de la KGB que descifrar en el sótano. Así es la vida para Elizabeth y Philip Jennings: el FBI, los secretos que descubrir, la KGB, el enlace con la embajada soviética… y la familia: la pareja perfecta, la pareja artificial,los hijos que no saben nada, la hija que quiere saber más… Las relaciones personales se explotan desde la tensión constante entre el deseo y el deber. Las parejas, la familia y las amistades se convierten en una dialéctica entre lo que podría ser y lo que en realidad es.

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Los Jennings, ¿una familia americana típica o algo más?

The Americans es un thriller de espías y cumple con todos los requisitos del género: hay acción e intriga, personajes y situaciones poliédricas, disyuntivas éticas, el deber por encima de los sentimientos, etc. Incluso está basado en experiencias reales de la CIA, de la KGB y en el programa de ilegales. Pero The Americans es también una historia de mujeres rodeadas de hombres. En un mundo en el que las intrigas políticas y el espionaje parece todo conducido por hombres, son ellas las que toman una relevancia especial, a partir, especialmente, de romper con los estereotipos.

Cuando toda tu vida se basa en abandonar tus orígenes, tu pasado completo, empezar de cero con un compañero de trabajo que debe parecer tu pareja sentimental, y obedecer a la central de espionaje soviética, las fuerzas pueden flaquear. A veces está permitido tener dudas, a veces está permitido cuestionar lo que haces, a Philip le ocurre… pero no a Elizabeth. Ella sabe lo que está haciendo y por qué, ella recuerda qué la ha llevado hasta ese punto y ella no flaquea, ella no duda, él lo hace por los dos y ella le devuelve, una y otra vez, al centro de la acción. Cuando tu compañero de trabajo es tu pareja a todos los efectos, el padre de tus hijos y tu amigo puedes caer en el sentimentalismo. Pero Elizabeth sabe que el sexo o la amistad no hacen a tu pareja, ella sabe qué misión tiene y ella tiene claro su papel. No es inmune a los sentimientos, pero no va a dejarse enredar en ellos solo por eso.

THE AMERICANS -- "March 8, 1983" Episode 313 (Airs Wednesday, April 22, 10:00 PM e/p) Pictured: (l-r) Holly Taylor as Paige Jennings, Keri Russell as Elizabeth Jennings. CR: Patrick Harbon/FX
Elizabeth y Paige. Madre e hija.

Cuando entras en la adolescencia y te sientes amenazada por la calle puedes sentir miedo, cuando te das cuenta de que algo no funciona tu mundo puede desvanecerse, pero no para Paige. Su hermano puede no comprender nada, su hermano puede que sea un americano como lo era ella, pero ella empieza a ver, ella va más allá, ella tiene miedo, pero tiene recursos, y los va a utilizar. Cuando formas la pareja perfecta con un oficial del FBI, cuando tus vecinos son la pareja perfecta de agentes de viajes, vives en un barrio perfecto y tienes a la familia perfecta puedes no ser capaz de comprender que algo no funciona… no para Sandra.

Incluso cuando trabajas en la embajada soviética y muchos de los hombres que hay a tu alrededor quieren jugar contigo… tú puedes jugar con ellos.

The Americans es todo esto. Es una serie en la que la fuerza que desprenden los personajes femeninos es apabullante, desde los que, como Elizabeth o Claudia, su contacto con la KGB, emanan esa potencia desde el principio hasta los que van creciendo y ensanchando su horizonte y sus posibilidades poco a poco. Y lo hacen, además, cuestionando el status quo, cuestionando muchos de sus “deberes” y sus roles, cambiando de verdad el mundo. Lo estupendo de esta serie es que puedes disfrutar de un thriller lleno de acción y espionaje, o puedes disfrutar del retrato de una época con sus políticas injerencistas, sus luchas por los derechos civiles, y sus problemas sociales. Pero también puedes disfrutar de un drama humano en el que las mujeres tienen un protagonismo importante, en el que toman decisiones, en el que conducen acciones y en el que subvierten el orden. Incluso, si disfrutas de la intriga, el contexto histórico y la emoción humana, puedes vivir una auténtica experiencia narrativa que te lleve desde los Estados Unidos de los Panteras Negras a la Unión Soviética de Gorbachov pasando incluso por los conflictos de la América Latina.

 
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Peggy Blumquist, esa peculiar vecina de al lado http://www.rirca.es/peggy-blumquist-esa-peculiar-vecina-de-al-lado/ http://www.rirca.es/peggy-blumquist-esa-peculiar-vecina-de-al-lado/#respond Sun, 29 Oct 2017 00:50:25 +0000 http://www.rirca.es/?p=12727 Como se ha dicho en publicaciones anteriores de este blog, hay varias razones de peso para dedicar tiempo a ver una, dos o las tres temporadas de Fargo (FX, 2014-  ) emitidas hasta la fecha. La serie no solo es un homenaje continuado al universo creado por Ethan y Joel Coen en la película original (1996), sino también un producto independiente con entidad propia y cuyas entregas pueden verse por separado como textos acabados.

En la segunda temporada Noah Hawley, creador de la serie y productor ejecutivo junto con los propios hermanos Coen, mantuvo los elementos clave que ya conocemos bien: el ambiente frío y blanco de Minnesota y Dakota del Norte, el humor negro, la violencia creciente rozando lo extremo, y los personajes de hombres y mujeres comunes convertidos en agentes o víctimas de una serie de acontecimientos con consecuencias terribles.

De entre todos los protagonistas de la entrega del año 2015, como espectadora y como analista de personajes femeninos en series actuales no pude menos que engancharme irremediablemente a Peggy Blumquist, la joven peluquera que, de forma involuntaria, pone en marcha el derramamiento de sangre correspondiente a su temporada. Interpretada por Kirsten Dunst (Entrevista con el vampiro, Mujercitas, Las vírgenes suicidas, Spiderman, Maria Antonieta, Melancolía…), es el paradigma de inocente tornada ejecutora en la parcela del mundo Coen que nos ocupa.

Peggy está casada con el ayudante del carnicero del pueblo, un hombre con ideales modestos, callado y que está perdidamente enamorado de ella. Ed Blumquist (Jesse Plemons), que solo quiere proteger su proyecto familiar, apoya a Peggy en todo lo que hace, siempre que no quiera volar demasiado alto, y la ayuda a encubrir el gran error que comete en los primeros minutos de la temporada, poniendo su propia vida en la línea de fuego. Ed y Peggy podrían ser esa pareja de instituto que se casa, tiene criaturas y perpetúa la forma de vida local más tradicional, pero un desliz de ella con su coche en una noche oscura lo cambia todo.

FARGO-Peggy y Ed

La verdad es que no sabemos si Peggy es buena peluquera, porque cuando la vemos en acción como tal está tan preocupada por los acontecimientos que ha puesto en marcha que el resultado estético es lo de menos. Lo que sí nos cuenta Fargo es que es una mujer con ambición, que quiere aprender cosas nuevas y que no está dispuesta a dejarse atrapar en un destino que se le queda estrecho. Su problema es que en su viaje hacia la libertad acude a herramientas como los libros de autoayuda, las revistas femeninas y los seminarios de autosuperación a precio de oro. Así, su sueño americano particular se apoya en discursos conservadores, estereotipos retrógrados y fórmulas pensadas para enriquecer a sus vendedores más que a sus compradoras.

Durante toda la temporada segunda de la serie de Hawley, Peggy no pierde la esperanza. A pesar de la espiral de amenazas y muerte en la que se ve envuelta, nunca duda de que saldrá con vida y de que podrá reconstruir lo que se ha roto para ser más feliz y mejor. Es optimista por naturaleza, tiene una lógica muy particular y no parece tener miedo de nada ni de nadie. Cuando toma la decisión de no huir, sino quedarse al lado de su compañero y recuperar las riendas de su existencia, se enfrenta a todo y a todos cara a cara. Es impagable por su carga de drama contenido y de humor ácido la escena en la que le da de comer al miembro de la familia mafiosa al que ha secuestrado para negociar su propia salvación. Los insultos y los exabruptos machistas del hombre no impresionan a Peggy, que le alimenta como a un bebé mientras hace planes de futuro.

FARGO-Peggy da de comer a Dodd

La interpretación de Kirsten Dunst en Fargo es, desde mi punto de vista, una de las mejores de su carrera. Su belleza aparentemente frágil queda en segundo plano en el proceso de construcción de un personaje lleno de matices, tozudo y loco a partes iguales, que acaba robando el plano a la mayoría de sus coprotagonistas. La candidez con la que Dunst otorga gestualidad y movimiento a las extrañas decisiones de Peggy Blumquist hace que la miremos boquiabiertas, preguntándonos a veces, “¿pero va en serio?”, a lo que la respuesta siempre es “sí”.

Hay otros nombres propios a los que merece la pena acercarse dentro de la saga Fargo, sin duda. Otras mujeres y otros hombres son dignos de analizar con detalle dentro de una historia que ha llevado casi al límite nuestra tolerancia de la violencia, pero que sin embargo deseamos ver continuar. Pero Peggy es especial. Y si han visto su sótano, han observado sus habilidades como cocinera, han oído sus profundas conversaciones con su marido y han seguido su desmadrada persecución del santo grial de la “realización”, saben de qué les hablo.

 

 

 

 
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Sean McNamara, la otra mitad de Nip Tuck http://www.rirca.es/sean-mcnamara-la-otra-mitad-de-nip-tuck/ http://www.rirca.es/sean-mcnamara-la-otra-mitad-de-nip-tuck/#respond Sat, 22 Jul 2017 23:01:00 +0000 http://www.rirca.es/?p=11719 Hace unos días dedicábamos la sección “Nombres propios” a Christian Troy, la mitad de McNamara & Troy, o dicho de manera distinta, la mitad de Nip Tuck (Ryan Murphy, FX, 2003-2010). Hoy dedicamos las siguientes líneas a la otra mitad, al doctor Sean McNamara, interpretado en la serie por el actor estadounidense Dylan Walsh.

En Nip Tuck escuchamos alternativamente a Christian o a Sean, cuando hablan con sus pacientes y, para romper el hielo, sugieren su popular frase: “Dígame qué es lo que no le gusta de usted”. Luego, en el quirófano, les vemos trabajar mano a mano, formando un equipo perfecto. Sin embargo, McNamara es un cirujano plástico muy diferente a Troy. Es, sobre todo, el más brillante de los dos desde el punto de vista médico. Y a través de él asistimos a la contradicción que supone practicar cirugía estética en lugar de reparadora cuando se entiende la medicina como algo más que una herramienta para la vanidad.

McNamara, como cirujano plástico, es el alumno aventajado de su promoción, el médico que siempre sabe lo que tiene que hacer, el especialista que se atreve con cirugías que nunca antes se habían probado, el brillante experto capaz de ponerse en el lugar de sus pacientes. Mucho talento y mucha dedicación a su trabajo.

McNamara, marido afectuoso, es uno de esos hombres cuyo equilibrio depende de su estabilidad familiar. Amante de la familia, de las veladas domésticas y de las pequeñas cosas que ocupan la vida hogareña. Cuando su matrimonio se tambalea, él también lo hace. Mucha rutina y mucha prudencia.

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McNamara, el amigo y compañero de Troy, aporta el toque humano ante el desenfreno y la vida alocada de su colega. McNamara es el contrapunto en los excesos, aunque también existen ocasiones en las que se invierte el rol, siendo Troy quien asume el papel de cuidador o consejero con su amigo. Si bien su amistad parece sobrevivir a todas las crisis, la relación entre ambos no está exenta de momentos difíciles, en los que la rivalidad profesional y personal parece hacer peligrar su entrañable relación. Con todo, la brillantez de McNamara, agazapada con frecuencia tras la prudencia, necesita del impulso de Troy. Juntos son mucho más. Mucho duelo y mucho amor.

McNamara, el padre complaciente, adora a sus hijos pero también es capaz de malcriarlos sin apenas darse cuenta. Es un hombre comprensivo, siempre disponible, pero que no siempre adopta las mejores decisiones para educar a una prole que se revelará como malcriada y problemática. Mucho cariño y muchas decepciones.

Y desde el otro lado de la pantalla, no podemos entender a McNamara sin el contrapunto que es Troy. Nos irritamos cuando es demasiado conservador, cuanto toma decisiones excesivamente paternalistas, cuando insiste en mantener las cosas como siempre han sido, aunque ya no funcionen. Pero no podemos dejar de admirar el talento y el compromiso con su profesión. Nos emocionamos con su empatía hacia pacientes especialmente castigados y le apoyamos ante las decisiones éticas que asume, incluso cuando son muy arriesgadas. Brian Murphy le ofrece, en el capítulo 100, la redención, la que perseguían sus pacientes mediante la búsqueda de la belleza. El capítulo final de Nip Tuck proporciona a Sean McNamara la posibilidad de poner fin a todos sus conflictos y reinventarse. Un fantástico epílogo para quien siempre fue el mejor cirujano.

 
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Christian Troy, la mitad de Nip Tuck http://www.rirca.es/christian-troy-la-mitad-de-nip-tuck/ http://www.rirca.es/christian-troy-la-mitad-de-nip-tuck/#respond Sat, 15 Jul 2017 23:01:00 +0000 http://www.rirca.es/?p=11616 Dedicamos esta sección a Christian Troy, la mitad de la dupla McNamara & Troy, o lo que es lo mismo, la mitad de Nip Tuck (Ryan Murphy, FX, 2003-2010) el autodenominado “show más superficial” de la televisión seriada, en el que, a lo largo de seis temporadas y cien capítulos, nos colamos en la consulta y el quirófano de dos cirujanos plásticos de éxito, primero en Miami y más tarde en Los Ángeles.

“Dígame qué es lo que no le gusta de usted” es la frase con la que Troy, junto a su compañero McNamara, abre la conversación con los pacientes que acuden a su consulta. La mayoría de personas que visitan la clínica quieren cambiar algo de sí mismas porque creen que así serán más felices. Troy no desea cambiar nada de sí mismo. Se adora. Probablemente él mismo es lo que más quiere en el mundo, mucho más que a su Ferrari o su yate. Como audiencia, lo sabemos desde el momento en que se nos ofrece la primera sonrisa y con ella ilumina toda la pantalla. Porque Christian Troy, interpretado por el actor australiano Julian McMahon, posee uno de los rostros masculinos más atractivos de la televisión reciente. Es muy difícil no rendirse a semejante magnetismo, muy bien explotado en Nip Tuck mediante un fantástico vestuario y una puesta en escena que enfatiza la belleza y el atractivo del protagonista. La belleza siempre ha sido una gran carta de presentación y Troy la tiene.

Troy, el cirujano plástico, se acerca al abismo de la cuarentena, la década que promete la madurez, mientras apura hasta la última gota una vida caracterizada por el placer y el lujo. Se rodea de objetos exclusivos, ropa de marca, coches extravagantes, comida exótica o decoración prohibitiva. Por eso necesita mucha clientela. Y la busca incluso con métodos poco ortodoxos. Mucho dinero y mucho consumo.

Troy, el seductor, es un hombre muy guapo y sexy, adicto al sexo, quien no duda en utilizar sus encantos para beneficiarse a sí mismo o a su negocio. No se cansa de las mujeres, solas o en grupo, jóvenes o mayores, de cualquier color, religión o condición. No conoce los límites ni el control para disfrutar de relaciones sexuales más o menos arriesgadas. El compromiso no es lo suyo, pero (casi) nunca engaña al respecto. Mucho encanto y mucho placer.

5317a3def14cc839840b3db93695b483Troy, el amigo y compañero de McNamara, puede ser egoísta, manipulador, irresponsable… y también puede ser el hombro en el que llorar, el amigo siempre disponible, el colega que entenderá cualquier transgresión en la vida mucho más convencional de su amigo. La relación más potente que encontramos en Nip Tuck es, sin duda, la que existe entre Christian y Sean. Mucha fraternidad y mucho cariño.

Troy, el padre imprevisto, puede ser protector, amable, cariñoso, responsable, una fiera que protege a su prole. También puede ser la voz de la responsabilidad, quien pone los límites, el que dice basta cuando el resto sigue concediendo. Se puede contar con Christian como padre… siempre que él desee asumir esa paternidad. Mucha responsabilidad y mucho amor.

Y como público no queda más remedio que aceptar a Troy tal y como se nos ofrece: imperfecto, hedonista hasta la náusea, manipulador, superficial. A veces puede ser un auténtico monstruo, pero también es divertido, inteligente, sexy y desmitificador. Troy no engaña a nadie. No necesita cambiar nada. Y ese fue el cierre que Ryan Murphy decidió para él cuando dio carpetazo a la serie, en el capítulo 100. Que todo cambie, excepto Christian Troy.

 
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«Legion», o el mundo de los superhéroes visto desde «Fargo» http://www.rirca.es/legion-o-el-mundo-de-los-superheroes-visto-desde-fargo/ http://www.rirca.es/legion-o-el-mundo-de-los-superheroes-visto-desde-fargo/#respond Sun, 30 Apr 2017 07:00:11 +0000 http://www.rirca.es/?p=10729 Hoy estrenamos un nuevo colaborador en RIRCA, Martí Martorell, quien nos ofrece su visión acerca de la nueva serie del universo Marvel de la mano de la cadena FX, Legion. Aquí sus impresiones:

El mes de febrero se estrenó Legion, una serie de ocho episodios que desarrolla la historia de un superhéroe surgido de la factoría Marvel, pero esta afirmación deja a medias las lecturas posibles que plantea al espectador durante toda la temporada.

El protagonista es David Haller (Dan Stevens), un chico que lleva ingresado más de cinco años en un centro psiquiátrico por una esquizofrenia empeorada con un abuso de drogas. Se enamora de otra paciente, Syd Barret (Rachel Keller), que tiene la obsesión que no puede ser tocada por nadie. Cuando es dada de alta, David, desesperado, la besa y se desencadena todo un proceso muy violento, acompañado de un hecho inaudito: la mente de cada uno se intercambia de cuerpo.

De este modo, durante cuatro episodios más, se desarrollará toda una historia en el mundo exterior que se «cerrará» en el sexto, cuando todos los protagonistas están ingresados en el psiquiátrico, también los que en un principio eran gente ajena al centro, e, incluso, algunos personajes se han intercambiado los papeles, como, por ejemplo, una paciente desquiciante de los primeros episodios que ahora es la psiquiatra principal. Así, el espectador no tiene más remedio que replantearse si todo lo que he visto anteriormente no han sido más que las disquisiciones alucinadas de David, atrapado por una enfermedad de la que no puede escapar. Pero los dos últimos episodios dan otra vuelta de tuerca, muy bien resuelta, y definitivamente el protagonista enajenado se convierte en uno de los mutantes más poderosos que han existido. El final del último capítulo se cierra con un cliffhanger que anuncia una segunda temporada con muchos dilemas para desarrollar.

Legion 1

El creador de la serie es Noah Hawley, quien en el 2014 ya llamó la atención con Fargo, también para FX Productions, filial de Fox especializada en series indies. Fargo no es simplemente la traslación de la película homónima estrenada en el 1996 por los hermanos Coen, sino que tiene la virtud de sumergir al espectador en la atmósfera enrarecida de un pueblo muy provinciano sempiternamente cubierto por la nieve. En su segunda temporada, con otros protagonistas, Hawley se atrevió a ir más allá y empezó a jugar con varios artificios narrativos de los años setenta, periodo en el que se sitúa la acción: pantallas divididas, paleta de colores que reproduce el acabado cinematográfico de aquella época. Además, subiendo las tintas, hay muy mala baba con el tratamiento de casi todos los personajes, con sus vilezas y puntos débiles. Es en este sentido que Fargo y Legion comparten estos dos nexos en común: el primero es no buscar empatía entre espectador y personajes, sino más bien una distancia que, al final, no es un obstáculo para verlos con simpatía, porque a lo largo de la temporada van tomando más cuerpo, no se llega a entender sin forzar la credibilidad por qué reaccionan de un modo u otro; el segundo es que la forma es tan importante como el fondo y, en el caso de la serie del superhéroe, tiene más peso que el tema, pero no como un ejercicio vacuo. Veámoslo:

1. Aunque la serie está grabada en digital (y resolución 4K) casi en su totalidad, ciertas escenas, especialmente las del capítulo primero, también se rodaron con cámaras cinematográficas y lentes anamórficas ─según la entrevista a Dana Gonzales, director de fotografía, publicada en la revista Filmmaker, edición de primavera del 2017─, por lo que se pasa de una razón de aspecto 1:1,78 a 1:2,35, y deben aparecer barras negras arriba y abajo de la pantalla para mantener la relación sin deformar la imagen. En este último caso, la calidad fotográfica es simplemente fantástica.

2. El mejor capítulo de los ocho para quien suscribe estas líneas es el séptimo, donde se juega con los cambios de aspecto otra vez, se homenajea al cine en blanco y negro e, incluso, al cine mudo y animado.

3. Se juega mucho con el metalenguaje, por ejemplo, cuando el protagonista, que es un actor inglés, se desdobla y una personalidad habla en inglés británico y la otra con acento americano. En un momento la personalidad ‘británica’ se ríe de su otro yo ‘estadounidense’ cuando intenta hablar como un perfecto londinense.

4. La música, como también se veía en Fargo, es un elemento muy cuidado, con selección de temas muy populares del jazz, por una parte, y canciones de pop y rock de los años setenta y ochenta.

Legion 2

¿Qué supone todo este maremágnum? Legion huye de la visión típica del superhéroe que sufre por su condición de serlo, al estilo Batman, aunque sea de la editorial DC, o de los Vengadores en su última aventura cinematográfica, ya que continuamente se cuestionan qué son y si el daño que han evitado provocará en el futuro males mayores. No, David Haller es presentado como un ser esquizofrénico, consciente de que lo es y duda de si todo lo que la pasa no es más que una alucinación propia de alguien trastornado después de un viaje lisérgico. Es el espectador quien debe decidir qué lectura le convence más porque, afortunadamente, creador y guionistas simplemente insinúan elementos en una dirección u otra.

Finalmente, otro apunte: uno de los productores ejecutivos de Legion es Bryan Singer, director de cuatro películas de la serie X-Men, además de una infravalorada Superman Returns, por lo que la aparente desvinculación con el mundo de Marvel no es tal. De hecho, en el episodio siete y muy de pasada, se ve una parte de una silla de ruedas con una X, así que en la segunda temporada no sería de extrañar que nos encontráramos con un mutante calvo con poderosos poderes psíquicos…

 
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5 razones para ver «Feud» http://www.rirca.es/5-razones-para-ver-feud/ http://www.rirca.es/5-razones-para-ver-feud/#respond Sat, 01 Apr 2017 05:57:34 +0000 http://www.rirca.es/?p=10377 El pasado 5 de marzo FX estrenaba la última producción del más que prolífico showrunner Ryan Murphy. Su título, Feud; su contenido no era otro —aparentemente— que el relato de la rivalidad de dos de las grandes divas del cine de Hollywood, Joan Crawford y Bette Davis o a la inversa. La producción había despertado una enorme expectación no solo por la temática en sí misma sino también por el elenco que se había anunciado ya desde el momento de hacerse público el proyecto. Una expectación que fue creciendo alentada por el maestro de las redes sociales, Murphy, quien nos ofreció el primer teaser de la serie en enero y los magníficos títulos de crédito en el más puro estilo de Saul Bass también el mismo mes. He aquí las cinco razones para verla, volverla a ver y apreciarla aún más si cabe. Y también para ver la película What ever happened to Baby Jane?.

1.El giro realizado por Murphy. No cabe duda de que una de las series más comentadas en los últimos años ha sido American Horror Story a la que hemos dedicado desde este blog comentarios, 5 razones y seguimientos específicos. A lo largo de las cinco primeras temporadas de la serie hemos ido asistiendo a distintos desarrollos relacionados con temáticas específicas del género del horror que presentó desde su inicio un formato novedoso en la que participaban actores y actrices recurrentes y con estéticas hiperbólicas, además de referencias constantes a la cultura popular. Esta dinámica se vió casi radicalmente transmutada en la última entrega de la misma, Roanoke, en la que el equipo Murphy-Falchuck-Minear-Brennan nos plantearon un juego de inmersiones narrativas con formatos relacionados con el falso documental, la docufiction,  el reality show, la actividad en redes sociales, el fandom y, de manera especial, la incidencia de los medios de comunicación. Un esquema ya esbozado en los últimos episodios de AHS, Asylum con la inefable Lana Winters y desarrollado como punto central en el primer juicio  mediático de la historia estadounidense en American Crime Story. Pues bien, Feud va a reconstruir en parte el rodaje de la película What ever happened to Baby Jane? dirigida en 1962 por Robert Aldrich, que se irá combinando con las relaciones de ambas protagonistas en el set, sus vidas privadas y los testimonios posteriores sobre las mismas de actrices  como Olivia de Havilland, Joan Blondell o Geraldine Page.

Bette Davis and Joan Crawford in between scenes from the film 'What Ever Happened To Baby Jane?', 1962. (Photo by Warner Brothers/Getty Images)
Bette Davis y Joan Crawford en el set de rodaje de la película de Robert Aldrich

2. «Fude is about pain». Ya desde el primer momento de la serie, Olivia de Havilland (Catherine Zeta-Jones) realiza la declaración de prinicipios de la misma y de las entregas posteriores. Así, los espectadores que creían asistir al duelo a muerte (bueno, a casi muerte) de todos los personajes actuales y futuros de la serie, van a comprobar que, en realidad, la propuesta de Murphy va a presentarnos a seres solitarios y extraordinariamente complejos. Si bien es cierto que del amor o la admiración al odio solo hay un paso, Murphy nos propone el eslabón central de ese paso: el dolor y, con toda seguridad, lo hará desde todos los puntos de vista posibles. En esta primera entrega será la necesidad de respeto por su trabajo en el cine que Crawford reclama a una Bette Davis a la que admira profundamente y a la que propone como protagonista para una película que ella misma se encarga de suministrar a Robert Aldrich. Una película que ambas necesitan para reconducir sus carreras que han caído en el olvido en un mundo en el que solo parece importar la juventud y los beneficios económicos. Un dolor que tendrá un desarrollo magistral en el tratamiento de los personajes que pululan en este nuevo mundo murphyano.

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Jessica Lange (Joan Crawford) y Susan Sarandon (Bette Davis) en la serie

3. Los personajes y el reparto.  Sin duda alguna los personajes centrales de la serie van a ser los encarnados por Jessica Lange (Crawford) y Susan Sarandon (Davis). Ambas darán vida a dos grandes divas del celuloide que en el año 1962 habían visto como su carrera profesional había ido en declive, dos actrices maduras que deberán luchar contra el gran pecado que una actriz puede cometer: volverse mayor. Así, frente al mito de dos caracteres fuertes —que también, la serie va a diseñar dos temperamentos y cosmovisiones totalmente contrapuestas que se unirán en un proyecto común. Por una parte, Crawford es configurada como la actriz hollywoodiense por excelencia que vive anclada a su pasado y  a su gloria como actriz —algo que nos recordará terriblemente a la Norma Desmond de Sunset Boulevard, absolutamente conservadora, necesitada de admiración y de cariño por parte de sus hijos, empresaria frustrada de Pepsi-Cola heredada de uno de sus maridos y ciertamente obsesionada por el regreso a las pantallas como único modo de sentirse viva y, sobre todo, admirada. Por otra parte, Bette Davis será presentada como una superviviente que, tras su salida de los esquemas de los castings por su madurez, no duda en aceptar más que pequeños papeles en Broadway, en anunciarse en la sección laboral de los diarios y en hacer las campañas promocionales más estrambóticas para una diva que entenderá imprescindibles para seguir trabajando.  Y no duda en irse a la televisión como plataforma de futuro para los actores. Dos caracteres más que opuestos que se enfrentarán en el set de rodaje pero que tendrán sus momentos más íntimos más que alejados del glamour que se les presupone.

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Creación (Alfred Molina) vs producción (Stanley Tucci)

4.Un documento sobre la historia del cine. No sería justo hablar de Feud sin referirnos a otro de los personajes esenciales de esta historia, el del director Robert Aldrich (Alfred Molina), un ser igual de solitario y encerrado en los esquemas de la producción hollywoodiense como las propias actrices y que servirá para ofrecer la imagen más descarnada de la industria del cine y de las dificultades con las que se enfrentan los creadores a la hora de encontrar financiación para sus filmes o, simplemente, que un productor crea en ellos. Porque el pobre de Aldrich no solo será la persona que deberá lidiar con las dos actrices sino que nos mostrará la cara más descarnada del mundo del cine: la lucha contra los productores (encarnados en Jack Warner-Stanley Tucci), la creación de amistades y enemistades a través de una prensa absolutamente carroñera que puede crear o destruir carreras, el pliegue creativo ante las exigencias del mercado y los beneficios, y la renuncia a los propios principios por propia supervivencia. En este sentido, es aboslutamente magistral la relación que la serie establece entre Aldrich y su ayudante Pauline Jameson (Alison Wright) una joven  con un talento indiscutible que quiere dirigir su primera película, un hecho absolutamente impensable en un mundo controlado por hombres.

5. Contemporaneidad. Y es que todos los aspectos que hemos mencionado son de una extrema contemporaneidad. Nada se ha movido en la industria del cine. ¿No se sigue hablando de beneficios de taquilla por encima de la creatividad?, ¿No se pasan muchos actores a la televisión?, ¿No siguen reclamando las actrices maduras estadounidenses que no se las retire solo por haberse hecho mayores?, ¿No sigue estando la industria en manos de los hombres?, ¿No se sigue reclamando un salario equitativo entre hombres y mujeres?, ¿No leemos solamente el nombre de una directora como ganadora del Oscar? y así sucesivamente. Feud no estará, pues, exenta, de una fuerte crítica a la industria y, de manera especial, a la reivindicación de la mujer en ella. Por eso no podemos dejar de mencionar el enorme personaje de la inescrutable  Mamacita (Jackie Hoffman), mano derecha de Joan Crawford y voz reivindicativa de la mujer quien reclamará su incorporación  en la dirección y la necesidad de papeles femeninos para un colectivo que supera numéricamente al masculino, un dato del que parece no haberse enterado la industria. Pero sí que lo ha hecho Murphy quien, a su consabida escritura de papeles fememinos ha asignado el 50% de la dirección de Feud a mujeres. Todo un ejemplo.

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Mamacita (Jackie Hoffman), mano derecha de Joan Crawford

Por todo ello, es una serie de obligado visionado. Y una serie que nos proporcionará más de una sorpresa, la segunda ya está servida porque la siguiente entrega de Feud estará protagonizada por Diana de Gales y Carlos de Inglaterra, aunque todavía no sepamos quiénes serán los actores que les darán vida. Conociendo a Murphy y su capacidad de creación de hypes, no creo que tardemos mucho en tener noticias de ella.

 
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Reseña «Hombres fuera de serie» http://www.rirca.es/resena-hombres-fuera-de-serie/ http://www.rirca.es/resena-hombres-fuera-de-serie/#respond Tue, 25 Oct 2016 23:01:20 +0000 http://www.rirca.es/?p=8456 Martin, Brett (2014). Hombres fuera de serie. De Los Soprano a The Wire y de Mad Men a Breaking Bad. Crónica de una revolución creativa. Barcelona: Ariel. ISBN: 9788434417724, 400 págs [Traducción de Jorge Paredes: Difficult Men. Behind the Scenes of a Creative Revolution, 2013]

Varias ediciones dan cuenta del éxito de este volumen dedicado a lo que se ha dado en llamar la Tercera Edad de Oro de la televisión. El texto de Martin, a medio camino entre el reportaje, la entrevista y el análisis cultural, ofrece su particular recorrido por el proceso creativo de lo que para el autor es un cambio de paradigma basado en historias excepcionales y personajes antes inéditos en la ficción televisiva, surgidos de una serie de nombres hoy imprescindibles, varones todos, a quienes se debe esa revolución creativa experimentada por la pequeña pantalla.

Además de un prólogo y un epílogo, el texto se articula en torno a tres apartados. La primera parte lleva el título «En anteriores episodios». A ella le sigue el segundo bloque bajo el epígrafe «La bestia en él» y, finalmente, el libro ofrece el capítulo «Los herederos». Cronológicamente, el texto va ofreciendo esta historia reciente de la ficción seriada, comenzando por la génesis de lo que sería una revolución creativa en la que van a tomar un papel protagónico los showrunners, quienes se convierten en artífices del éxito pero también en auténticas estrellas e, incluso, en tiranos dotados de enorme poder. El autor describe la televisión por cable, lugar de nacimiento de los nuevos productos, de ahí su énfasis en cadenas como HBO y, con menos peso, FX o AMC.

Los hombres «fuera de serie» que interesan al autor aparecen con Los Soprano y terminan con Breaking Bad pero, a diferencia de la mayoría de obras dedicadas a los personajes o las historias de la televisión, Brett Martin pone el foco en el universo creativo: guionistas especialmente además de productores, showrunners… todos ellos varones. Por eso los protagonistas están «fuera de serie». Se trata de nombres como David Chase, Ed Burns, David Milch, Mathew Weiner, David Simon, Alan Ball, Vince Gilligan… muchos de ellos egocéntricos o con personalidades difíciles, pero la mayoría auténticos genios. Con todo, también se ofrecen análisis sobre algunos episodios de las series más emblemáticas y son muy numerosos los datos desconocidos sobre situaciones reales que rodearon los rodajes o los procesos de creación, constituyendo un texto plagado de información poco o nada conocida.

La obra de Martin presenta una estructura poco habitual para este tipo de textos pero, probablemente por la inclusión de múltiples anécdotas y por su estilo periodístico, su lectura es estimulante si no adictiva. Es, en todo caso, una lectura imprescindible para quienes estudian o disfrutan de la ficción seriada en televisión.

 
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