Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

5 razones para ver ‘Moonlighting’ (Luz de luna)

Hace treinta años se estrenaba la serie Moonlighting (Luz de luna; ABC, 1985-1989) del creador Glenn Gordon Caron. Protagonizada por los famosos actores Bruce Willis y Cybill Shepherd, que formaban una atípica pareja de detectives que recibían cartas en lugar de e-mails y que no usaban ordenador, constaba de sesenta y siete capítulos repartidos en cinco temporadas. Estas son cinco razones para verla o revisitarla:

  1. Serie mítica: Moonlighting fue una serie de calidad trufada de multitud de referencias culturales, especialmente del ámbito literario. Con frecuencia se ha considerado la serie de detectives más importante de los años ochenta. Algunas estrategias dramáticas y formales eran, en realidad, novedades que poco después serían las señas de identidad de las ficciones posteriores, aclamadas por la crítica por su asunción del riesgo narrativo y la ruptura de cánones formales. La influencia de Moonlighting puede rastrearse en la multitud de parodias que la han recordado (Wikipedia recoge una extensa selección de ellas).
  2. Pionera como dramedy: se trata de una serie de detectives construida, no obstante, con recursos de las comedias de enredo típicas de Howard Hawks. Con un alto nivel de sofisticación, los guiones se apoyaban en situaciones equívocas, diálogos irónicos y la tensión sexual entre ambos protagonistas. Los episodios solían resolverse en clave de comedia, perpetuando el formato híbrido comedia-drama al que se añadían ciertos elementos de romance. La música fue también uno de los elementos clave para su éxito de audiencia.
  3. Metaserie/serie autorreferencial: por primera vez en televisión, y en formato drama, se rompe de forma clara la cuarta pared. Es constante la interpelación al público con quien se habla directamente en muchas secuencias, bromeando sobre cuestiones del guion, dejando claro que se trata de un programa televisivo. Se trataba de un guion con referencias al propio guion, enfrentando a los invisibles guionistas con la pareja protagonista. El último capítulo lleva esta estrategia a su punto más álgido, cuando un ejecutivo de la ABC llega al rodaje para anunciar su cancelación y luego se ofrece una selección de los mejores momentos. En este episodio final, Willis y Shepherd salían de escena para contar sus impresiones tanto al público como a productores/as o compañeros/as de rodaje.
  4. Capítulos especiales: como sería habitual en series míticas de los años noventa y siguientes, algunos episodios se apartaban de la lógica narrativa, construyendo relatos especiales que funcionaban como auténticas películas independientes que incluían números musicales, imagen en blanco y negro o versiones de clásicos como La fierecilla domada. En uno de los capítulos apareció Orson Welles en lo que sería su último cameo. Haciendo un guiño a la vida privada de su protagonista masculino, Demi Moore apareció en otro de los episodios.
  5. Protagonismo femenino: frente a un Bruce Willis todavía principiante, el papel de Maddie Hayes que interpretó la entonces estrella Cybill Shepherd, ofrecía un nuevo rol femenino inédito en la ficción seriada. Siempre elegante con sus vestidos de seda, sus carteras de mano y su melena de ondas –que creó tendencias de moda mucho antes de Sex and the City– era una mujer independiente, moderna y con carácter. La detective Hayes, con su pasado como modelo de éxito –en esto coincidía con la vida real de la actriz que le daba vida– era una mujer emprendedora, inteligente y responsable, aunque a veces algo histérica y con demasiado énfasis en lo romántico.
 

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