Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Amelia Folch y Alonso de Entrerríos, los «time travelers» del Ministerio

El 24 de febrero de 2015 se estrenaba El Ministerio del Tiempo. Su argumento no era otro que la existencia de un Ministerio secreto, dependiente de la Presidencia del Gobierno español, cuya principal tarea no es otra que impedir que la historia de nuestro país se cambie por la intervención de fuerzas o personajes hostiles. Si bien su origen se remonta a la época de Isabel la Católica , patrocinadora de esta empresa, la acción de la serie se situará en el más inmediato presente en el que son reclutados como agentes del tiempo tres personajes que conducirán los episodios de las dos temporadas producidas hasta el momento atravesando las distintas puertas del tiempo: Julián Martínez, Amelia Folch y Alonso de Entrerríos. Si bien los tres forman un grupo compacto, no cabe duda de que dos de ellos van a llamar poderosamente la atención no solo por su configuración inicial sino, de manera especial, por la evolución que se ha ido diseñando para ellos a lo largo de los episodios emitidos: Amelia (Aura Garrido) y Alonso (Nacho Fresneda), los auténticos «time travelers» de este Ministerio tan particular.

Sin duda, El Ministerio del Tiempo es una serie compleja en la que las disquisiciones acerca de las paradojas temporales, el principio de la consistencia o las distintas soluciones que se han ido dando,bien científica bien literaria o cinematográficamente hablando, acerca de los problemas que suscitan los hipotéticos viajes a otras épocas ocupan buena parte de los episodios y, por qué no decirlo, de las conversaciones de los ministéricos a través de las redes sociales. No vamos a referirnos a ellas sino a su incidencia en la construcción de nuestros personajes.

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Amelia Folch en el primer episodio de la serie. Finales del siglo XIX en la Universidad de Barcelona en la que es reclutada por Irene Larra (Cayetana Guillén-Cuervo)

A finales del siglo XIX, Amelia Folch es la única mujer en las clases de literatura (un estudio de esos que algunos llaman «femenino» frente a las carreras científicas)  que se imparten en la Universidad de Barcelona. Como también le sucediera a otras avanzadas de la época como Concepción Arenal, Amelia se enfrenta a un mundo dominado por los hombres en el que tiene que luchar para que sus opiniones sean escuchadas. Su reivindicación del papel social de la mujer, su aparente  rebeldía y su enorme capacidad intelectual a la que va ligada una enorme dosis de curiosidad la convierten en candidata excepcional para formar parte del Ministerio. En definitiva, Amelia no tiene nada de decimonónica tal como entendemos este término en la actualidad. De hecho, va a ser el cerebro y líder del grupo recién formado.

Su llegada al Ministerio va a suponer para Amelia el descubrimiento de un mundo nuevo, tecnológicamente avanzado y lleno de artilugios que jamás habría imaginado. Amelia es, en este sentido, una auténtica esponja del presente/futuro para ella. Y, probablemente, no es gratuita su dedicación a la literatura ya que las distintas aventuras a las que se tendrá que enfrentar suponen, en cierto modo, la vivencia de todo aquello que ha leído en los libros que va a transcribir en un diario-novela-de-ciencia-ficción que le ocasionará más de un problema. Aún así, la Amelia de la primera temporada sigue acudiendo a su casa de Barcelona todas las noches donde encontrará la complicidad de su padre y el choque frontal con una madre que solo desea conseguir un buen marido para su hija. Un marido que, por las paradojas del tiempo, parece que es Julián Martínez (bueno, alguien con su misma cara) y que la va a obsesionar durante toda la primera temporada en la que intentará que se cumpla este determinismo que parece regir el pensamiento del Ministerio del tiempo: la historia o los destinos personales no pueden ser cambiados.

Las tres esponjas del Ministerio: Amelia, Velázquez (Julián Villagrán) y Alonso viendo «Terminator»

La aparición del personaje de Pacino (Hugo Silva) en la segunda temporada -gracias a  la desaparición de Rodolfo Sancho que estaba rodando en estos momentos la serie Mar de Plástico-  ha supuesto un cambio en el personaje de Amelia. La enorme complicidad y tensión sexual con el pícaro policía de los ochenta hace que su mundo se cuestione y su aparente predestinación también: nace la Amelia más abierta a los estímulos personales, la joven rebelde que vive experiencias más ligadas a la adolescencia que a otra cosa, una Amelia independiente que comprueba como «su» historia no es la que es sino la que ella está construyendo en una línea cronológica o mundo alternativo si se prefiere. De este modo, y a diferencia del personaje de Julián Martínez a quien parece que le cuesta abandonar su lineal anclaje en el pasado, Amelia ve cómo su vida se ve sacudida por el juego entre las acciones del tiempo que no son, ni mucho menos, inmutables. La profundidad de la evolución del personaje es, pues, innegable. Así como su diseño interno, complicado todavía más por el regreso de Julián, la desaparición de Pacino y la interferencia en las historias de algunos personajes-fantasmas de su pasado que provocan un debate moral en el personaje cuyo diseño, al igual que el de Alonso de Entrerríos, ocupa prácticamente la totalidad de la segunda temporada.

Y es que la evolución de Amelia es paralela a la de Alonso y a la inversa, soldado profesional de los tercios de Flandes en la España del siglo XVI, condenado a muerte por poner en entredicho las directrices de sus superiores y rescatado por Ernesto Giménez (Juan Gea). Convertido en el músculo del equipo, Alonso hace gala de una honestidad, lealtad y sentido del honor excepcional. Su aterrizaje en el siglo XXI va a enfrentarle con comportamientos deshonrosos (de acuerdo con la terminología de los Siglos de Oro), con artefactos diabólicos (léase móviles o microondas) con los que deberá enfrentarse pero, especialmente, con el liderazgo de una mujer, Amelia. Algo impensable para un hombre proveniente de una época con una jerarquía absolutamente patriarcal.

Alonso de Enterríos, el músculo del grupo. Y, juntamente con Velázquez, el comic relief de la serie

Como buen «time traveler» que es y tal como sucediera con personajes como Terminator, Alonso se adaptará perfectamente a los tiempos modernos con un comportamiento absolutamente infantil, cosa que le convertirá en uno de los comic reliefs de la serie: Alonso será como un niño pequeño que se pirrará por las motos y la velocidad (buen sustituto de su caballo), las cazadoras de cuero, las películas y las palomitas correspondientes y , finalmente, el teatro. Un niño pequeño que se emocionará frente a los hechos que está viviendo. Una adaptación a los tiempos modernos que hará extensiva a la jefatura de grupo de Amelia con la que establecerá un esquema de admiración-complicidad-protección interesantísima en un esquema que funciona a la maravilla: superioridad intelectual y superioridad física.

Y como buen caballero andante que es, salvará a damiselas – y algún que otro caballerete- en apuros de manera que una fortuita intervención en una manifestación antidesahucios cuestionará su pasado y la premisa temporal del ministerio: el reencuentro con una persona idéntica a su esposa Blanca (Susana Córdoba). La idea del blank slate va a introducirse en la serie de una manera absolutamente orgánica: tanto Alonso como su complemento pícaro Pacino (un personaje que creemos imprescindible en la evolución de la serie y cuyo regreso reclamamos todos los ministéricos) van a tener una segunda oportunidad en sus vidas y, en el caso de Alonso, va a abrir la línea sentimental de este personaje que , sin duda, es el que crea más empatía entre las audiencias.

Pero estos nombres propios de ficción evidentemente no son nada sin dos nombres propios de carne y hueso, los de Aura Garrido y Nacho Fresneda, dos actores con trayectorias muy diferentes y que, gracias a la serie, son todo un descubrimiento para las audiencias.

Nacho Fresneda y Aura Garrido

El valenciano Nacho Fresneda ha desarrollado buena parte de su trabajo actoral en el teatro (con montajes dirigidos, entre otros, por los en su momento enfants terribles de la escena Lluís Pasqual y Calixto Bieito y por actores-directores  afincados en su propia tierra como el mallorquín  Jaime Pujol) así como en películas y, especialmente, en series de televisión tanto de ámbito autonómico (El cor de la ciutat, Gran Nord ambas para TV3) o nacionales (Hospital Central, Isabel, Víctor Ros, Hispania o Amar en tiempos revueltos).  Por su parte, Aura Garrido es una de las jóvenes actrices más prometedoras del cine español a la que hemos visto en Promoción Fantasma de Javier Ruiz Caldera (director, por otra parte, del último  episodio emitido  del Ministerio del Tiempo) y más recientemente en las más que interesantes películas Stokholm de Rodrigo Sorogoyen y Vulcania de José Skaf.

Dos actores, como hemos dicho, de trayectorias muy diferentes (con coincidencia en repartos de series principalmente) a los que El Ministerio del Tiempo nos ha permitido conocer. Dos actores que han demostrado una capacidad de trabajo enorme, de versatilidad extrema y de química absoluta en una serie que, aparte de ser un soplo de aire fresco en la producción televisiva española, cumple también una misión esencial que no es otra que la renovación generacional en el panorama interpretativo nacional y la reivindicación del trabajo de  actores y actrices que, muy alejados de la imagen de celebrity a la que nos acostumbran los medios de comunicación, ven finalmente reconocido su esfuerzo de años sobre las tablas y en los platós y sets de rodaje. Por todo ello, este post tiene cuatro nombres propios: Amelia, Alonso, Aura y Nacho.

Ojalá que la rumorología que circula estos días por las redes sociales no se cumpla y que El Ministerio del Tiempo renueve por una tercera temporada para poder seguir disfrutando de la evolución de personajes y del trabajo de nuestros time travelers favoritos.

 

One thought on “Amelia Folch y Alonso de Entrerríos, los «time travelers» del Ministerio

  1. A mí la Amelia de esta temporada no me está gustando nada. Está llena de dudas, y muy centrada en temas personales: lo de Julián- Pacino. Me gustaba más la de la temporada pasada. Y si le sumas que el carácter actual con Julián, que no le hizo nada, y el trato que le da. Me está recordando al Julián de la temporada pasada con una diferencia: que Julián no era borde con los compañeros. Está muy insufrible.
    En esta temporada: Alonso ha perdido algo de su gracia, y Julián ha vuelto muy bien, ya no es tan cansino y parece que va pasando página.

     

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