‘Borgen’ vs ‘The good Wife’: Heroínas geoestratégicas
Este verano he visto las dos primeras temporadas de Borgen, serie danesa producida por Danmarks Radio, cuyo relato gira alrededor de las experiencias de Birgitte Nyborg, Primera Ministra de este país que no llega a los 6 millones de habitantes, que coordina las propuestas de un gobierno ‘tripartito’ de izquierdas gobernado por el Partido Moderado, en oposición a la derecha liberal. Desde el primer momento, la ficción me asombró por lo ‘sencillo’ y ‘justo’ que parecía todo. Las discusiones, réplicas políticas, y negociaciones de intereses, salpicadas obviamente por trampas, tretas, argucias y engaños propios del ejercicio político, se resuelven de un modo equilibrado, en el que siempre está latente un agudo sentido de la justicia y la solemnidad propia de quien sabe que ha hecho el bien. Los casos de políticas públicas que se debaten y que funcionan como los retos a superar por la heroína, tanto de alcance nacional como internacional, invitan a reflexionar sobre los Derechos Humanos, la Ecología, el Estado del Bienestar, conceptos que gracias a las tendencias neoliberales actuales o bien han dejado de estar de moda, o bien han sido tan maltratados que ya no queda rastro de lo que significaron en su momento. No me malinterpreten. Con esto no quiero decir que se trate de una serie naif, que sea una serie plana sin sub-tramas y vericuetos que hablen de lo complejo y sórdido de la naturaleza humana. Quizá, simplemente, lo que trato de decir es que estamos ante una ficción europea que tanto de diverge de lo que el mainstream norteamericano nos tiene acostumbrados.
Entonces, ¿por qué desde el primer capítulo fui incapaz de no analizarla a la sombra del recuerdo de The Good Wife? -Serie a la que he hecho referencia un par de veces en este blog, y de la que destaqué la habilidad con la que se construyeron dos de sus personajes femeninos principales (Nunca subestimes el poder de una ama de casa; Archie Panjabi)-. A pesar de que sus argumentos difieren notablemente, la asociación, es más que razonable: ambas ficciones responden a una estrategia mercantil de carácter inclusivo por la que cada vez más se apuesta por producir ficciones televisivas protagonizadas por heroínas, personajes femeninos fuertes y poderosos, ampliamente capacitados para asumir cargos de responsabilidad y superar impedimentos coyunturales al hecho de ser mujer. Pero más allá de eso, teniendo en cuenta que estas dos heroínas pertenecen a dos imaginarios políticos, económicos y socioculturalmente muy diferenciados –EUA vs Europa-, lo realmente interesante es el modo en que cada una ha construido una heroicidad femenina portadora de las idiosincrasias y herencias ideológicas geopolíticas.
Sabemos que las ficciones televisivas dicen mucho de quién las produce. No solamente por su tipo de manufactura, su exceso o falta de espectacularidad, la moderación o la complejidad de planos y consecución de secuencias, que consiguen una tensión en las tramas y ritmos narrativos pautados por la calidad de una industria que no solamente depende de una tradición icónica y narrativa, sino también por los fondos de inversión con los que cuentan y que posibilitan ciertos grados de sofisticación. En este sentido, las dos heroínas se ven enmarcadas en dos paisajes estéticos claramente diferenciados en los que encuentran sus puntos en común y sus divergencias. Si bien Alicia Florrick se mueve constantemente por pasillos, y su fortaleza crece a medida que es capaz de manejarse en unos contra-planos que no solamente afilan sus réplicas sino también la profundidad de su evolución, Birgitte Nyborg se mueve en planos más bien amplios y frontales en los que cada vez quedan más implícitos la soledad de su cargo, el rigor y el sentido de la responsabilidad con la que afronta sus retos domésticos y políticos, y en los que somos conscientes de todo lo que va perdiendo en su camino. Sí, ambas son mujeres luchadoras, mujeres que se superan a sí mismas, y mujeres cuya heroicidad no deja de estar pautada por un espíritu de sacrificio propio de los relatos melodramáticos.
Pero lo que trasciende a su puesta en escena es el primer pensamiento que me asaltó tras el primer capítulo de Borgen, que ya he sugerido más arriba, y que no me abandonó durante el visionado de sus dos primeras temporadas: mientras The Good Wife traza a una heroína que construye su trayectoria en base a luchas de poder y resistencia basadas en un juego de conspiraciones, donde lo no dicho y lo no sabido se convierte en una arma de poder, y en el que el juego dialéctico y corporal sofistica y naturaliza lo oscuro de un entramado político, Borgen en contrapartida, es ‘bondad’ o, mejor dicho ‘modración’. Vaya por delante que es evidente que no es lo mismo la gestión de un bufete de abogados que dirigir un país, puesto que no es lo mismo engrosar la cuenta de una empresa que dirigir políticas públicas. Pero no olvidemos, tal y como nos recordó Florrick en su lucha por hacerse con el cargo de Fiscal del Estado, que en la abogacía, la ejecución y defensa de las leyes, intervienen elementos reguladores políticos y económicos.
En este sentido, las dos heroínas encarnan la profundidad ideológica del imaginario político, sociocultual y económico al que pertenecen. De este modo The Good Wife, es fruto de la estética y la narrativa a la que ha tendido E.U.A. tras el 9-11, en el que se radicalizan el neoliberalismo económico individualizador y meritocrático, donde se potencia lo oscuro de las conspiraciones para hacerse con el éxito y el poder. En contrapartida, Borgen encarna la búsqueda del sempiterno idealismo y unidad europea que subyace a unas supuestas políticas proteccionistas que diluyen y apaciguan las controvertidas políticas económicas y sociales propuestas por el neoliberalismo enmascarado de la Tercera Vía. Dos heroínas, al fin y al cabo, representantes de unas políticas más parecidas de lo que cabría suponer, y que idealizan y subrayan la agresividad de un ejercicio meritocrático que bajo distintas formas, una más explicitas que las otras, es el que se naturaliza como elemento global de regulación social.