Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Busca y encontrarás: «Inferno» de Ron Howard (2016)

Hace pocos días se estrenaba Inferno, la última entrega de lo que se ha dado en llamar el «ciclo/la serie Robert Langdon» y que supone la tercera colaboración de este particular triángulo formado por Dan Brown como escritor de novelas ampliamente convertidas en bestsellers globales, Tom Hanks como protagonista y productor, y, finalmente, Ron Howard como director de las películas basadas en los textos de Brown. Una triada de nombres que, sin duda, «venden» el producto al gran público pero que tienen, desde mi punto de vista, un valor añadido que no es otro que el de configurar una cohesión-unidad-coherencia estética y conceptual a las aventuras protagonizadas por este profesor de simbología que trabaja primero en Harvard y, finalmente, en Cambridge. Un profesor universitario al que se reclamará desde instituciones diversas que resuelva -en el más puro estilo de un agente secreto-  los distintos enigmas que alguna mente calenturienta y villana propone a la humanidad en forma de amenaza o de fechoría.

Una colaboración que ha alcanzado los títulos (salvo uno, The last symbol) que protagoniza Langdon en los textos de Brown: The Da Vinci Code (2006), Angels and Demons (2009) -la primera novela en la que aparece el personaje de nuestro extraño y obsesivo profesor, transformada en segunda entrega cinematográfica- y ahora, Inferno, editada en España en 2013.

Reconozco que esperaba impaciente el estreno de Inferno por muchos motivos. El primero, porque soy una lectora de los textos de Brown que, aunque no tengan una categoría literaria extrema y sean bastante desiguales, resultan absolutamente adictivos para una mente conspiranoica. El segundo, porque aprecio la tremenda honestidad y saber hacer de Ron Howard en todas sus películas (de entre las que destacan A Beautiful mind de 2001, Cinderella Man de 2005 o  Frost vs Nixon de 2008). Y a este elemento añadiremos un tercero, porque tenía muchas ganas de ver la lectura que nos ofrecía el film en el cambio de trayectoria que supone la última novela de Dan Brown y que, a pesar de ser bastante previsible en muchos de sus planteamientos y desarrollo de la acción, supone el paso del concepto de conspiraciones o teorías consolidadas en el imaginario popular casi míticas a agresiones enmarcadas en la contemporaneidad y, por tanto, con un fuerte componente crítico y reflexivo.

El infierno de Dante va a configurarse como el plano de instrucciones de Langdon

Y es que, mientras asistíamos al planteamiento de argumentos relacionados directa o tangencialmente con la iglesia católica (la relación sentimental entre Cristo y María Magdalena negada por la iglesia católica más radical y machista que aniquilará el papel esencial de la mujer no solo en la propia institución sino también en la sociedad defendido míticamente por los templarios y el Priorato de Sión en The Da Vinci Code; y la voluntad de destrucción del Vaticano como centro neurálgico de una iglesia caduca y depravada a la que no es ajena la intervención de los Illuminati, en Angels and Demons), en Inferno se nos va a hablar de la superpoblación mundial y la distribución de un virus letal que diezmaría el número de habitantes del planeta no como capricho pandémico de un desalmado asesino sino como mecanismo de eugenesia contemporáneo promovido por el multimillonario y ecologista Bertrand Zobrist (Ben Foster).

Ya desde las primeras escenas de la película, las audiencias entrarán de lleno en este infierno futuro que tendrá su imaginería esencial en la obra de Dante Alighieri (de nuevo la cultura europea, italiana concretamente, como constructora de conceptos filosófico-enigmáticos-visionarios): las imágenes del fuego, de la enfermedad como esquilmadora de la población, de seres deformes o mutilados y de una mujer con el rostro cubierto por un pañuelo como aparente imagen de la muerte roja van a servir como introducción a la premisa de la película pero también a la presentación de un Robert Langdon parcialmente amnésico que se encontrará, sin saber cómo, en un hospital de Florencia atendido por la doctora Sienna Brooks (una Felicity Jones a la que este año hemos visto y veremos en muchas producciones) que le ayudará en sus pesquisas y perseguido por misteriosos agentes que pretenden acabar con su vida.

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Robert Langdon y Sienna Brooks en una de las fases del enigma

Una trama de acción pura y dura que atravesará toda la película y que será uno de los hechos que diferenciarán Inferno de las dos entregas anteriores a pesar de mantener los rasgos caracterizadores de la narración: así, la resolución de enigmas va a mantenerse aunque se modificará sustancialmente la interpretación intelectual simultánea a la acción (que funcionaba a las mil maravillas en los dos primeros films) por un descubrimiento del sentido de los enigmas por parte de los personajes y las audiencias. Si se prefiere, un cambio del tratamiento de la ironía dramática casi en forma de mind game que supone el descubrimiento conjunto del sentido de las imágenes apocalípticas de Langdon y el espectador, un cambio que sitúa al protagonista y al espectador en el mismo plano informativo y que implica a este último activamente en esta especie de superación de pantallas, o pruebas de guincana o recuperación de la memoria.

Y una trama de puzzle a cuyo desarrollo no serán ajenos los elementos conspirativos: la intervención de «The Provost» (Irrfan Khan, conocido por sus intervenciones en Slumdog MillionaireThe Life of Pi) propietario de una empresa secreta que se dedica a diversas tareas, entre ellas la filtración de noticias o materiales políticamente incorrectos y/o comprometedores, un  fixer que en el caso que investigará Langdon actuará como si fuera una especie de Wikileaks para que nos entendamos; y, la aparición de la Organización Mundial de la Salud encabezada por Elizabeth Sinskey (interpretada por la también omnipresente Sidse Babett Knodsey, protagonista de Borgen y Westworld) como salvaguarda de la seguridad mundial. Un aspecto este último bastante desdibujado en el film en comparación con una conclusión diferente y sin duda mucho más arriesgada en el texto de Brown pero que Howard va a reconducir soberbiamente hacia un dato desconocido hasta el momento de la backstory del protagonista de la película. Una información que sirve para empatizar aún más, si cabe, con Langdon.

El infierno contemporáneo, tal como lo imaginara Dante

Inferno es, pues, una magnífica película de acción, con más de una sorpresa en el desarrollo de los personajes y del argumento y que mantiene al espectador pegado a la pantalla no solo por su perfecta dirección o por mantener,  en una época plagada de cromas, de  efectos especiales y simulaciones, los escenarios naturales en los que se desarrolla la historia (como también sucede en The Da Vinci Code y Angels and Demons), algo que el espectador realmente agradece; sino de manera especial por no repetir esquemas anteriores y reinventar estética  y narrativamente  cada una de las nuevas  entregas de la serie de Langdon. Por eso no me defraudó en absoluto Inferno, como estoy segura que no defraudará a los espectadores. Como también estoy segura que, de continuar -cuando sea- esta colaboración a tres bandas, siempre habrá un elemento nuevo, un aspecto que ayudará a construir este fascinante mundo en el que los enigmas y teorías conspirativas sirven para algo más que entretenernos. Sirven para despertar nuestra curiosidad por momentos de la historia que de otro modo, quizá, quedaría solo en manos de frikis o de eruditos, dos términos que de algún modo no están tan alejados el uno del otro.

 

2 thoughts on “Busca y encontrarás: «Inferno» de Ron Howard (2016)

  1. Gracias por poder leer una auténtica crítica sobre lo maravillosa que es la película y la gran semilla que deja caer sobre cada mente inquieta que la especta.

     

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