Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Childhood’s End (2015, Syfy) o el precio de la utopía

“Welcome to the Golden age of men”: esta es la carta de presentación de la miniserie Childhood’s End (Syfy, 2015). Si bien de acuerdo con la tendencia general de los investigadores en ficción televisiva, actualmente estamos en la época dorada de la televisión, cabría preguntarse si (también) estamos viviendo (o si hemos vivido alguna vez) la “época dorada de la humanidad” o si, por el contrario, tenemos indicadores claros y sucesos palpables de que la humanidad se está equivocando en sus actos. Estas cuestiones, más allá de plantearse desde un punto de vista aparentemente metafísico, pueden abordarse desde un prisma mucho más amplio y crítico.

Childhood’s End, adaptación homónima del escritor Arthur C.Clarke, se enmarca dentro del género de la ciencia ficción y la ficción utópica en la que subyace toda una problemática social, cultural, política que determina, en cierto modo, nuestro devenir como especie. Nos estamos refiriendo a las guerras, la indigencia, la desnutrición, la polución, las desigualdades de diversa índole (y una larga lista de problemas), que se oponen diametralmente el enaltecimiento e incluso en casos extremos, la idolatración occidental especialmente (y que conecta, en este sentido, con el American Dream), de la riqueza, la fama, la ostentación, el materialismo exacerbado, etc.

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Estructuralmente dividida en un formato especial de tres episodios, la primera parte (Night One: The Overlords) escrita por Matthew Graham (creador de Life on Mars) y dirigido por Nick Hurran (Doctor Who) representa la toma de contacto de los humanos con una raza alienígena liderada por Karellen que desea invadir “pacíficamente” nuestro planeta. ¿Paradójica la combinación de “invasión” con “pacíficamente”? En efecto, pues ¿por qué puede estar interesada esta raza en los humanos?, ¿por qué desean ayudarnos? (“We want to help you, help yourselves”), ¿Cuál es la razón última?, ¿Qué quieren obtener de nosotros?

Ricky Stormgren (Mike Vogel) encarna a un tipo convencional de Missouri que vive del campo con su pareja Ellie (Daisy Betts) que será el “elegido” por parte de Karellen (Charles Dance) como “embajador” de su raza en la tierra y como “mediador” entre la raza humana y la invasora. Como es evidente, el estado de alarma se dispara de inmediato alrededor del mundo y en los altos mandos también se despierta una lógica desconfianza, miedo y desconcierto ante la llegada de una raza cuyo mensaje radica en traer “la paz y la felicidad” al mundo (que puede parecer, cuanto menos, sectario o una falacia o algo mágico). La pregunta es, si esta raza es capaz de detener las guerras y los conflictos en el mundo, de curar enfermedades e incluso de resucitar a los muertos, ¿cuál es el precio que la humanidad va a tener que pagar?

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Ricky, seducido por Karellen a través la imagen de Georgina Haig (Fringe), su ex pareja fallecida que ve en la habitación en la que habla con él sin posibilidad de verle (en el primer episodio), pretende trasladar y comunicar a la gente que las intenciones de esta raza es positiva y que, en cierto modo, puede “salvarnos” de nuestros males.  Pese al escepticismo de algunas esferas, también hay voces de personajes como Milo Rodricks, niño paralítico que cree en la buena fe de Karellen después de “resucitar” de un disparo en el corazón y de su capacidad para volver a caminar que en un futuro, a pesar de su delicada situación personal, es capaz de alcanzar su sueño infantil: convertirse en astrofísico. Éste ejemplo sirve como extensión de los “beneficios” de recibir la ayuda por parte de esta raza encarnada por Karellen (y de su idea de hacernos creer que puede existir el paraíso en la tierra), quien desvelará su identidad demoníaca (la cual conectaría con las representaciones iconográficas cristianas de la figura del Diablo) de mano de dos niños, al final del primer episodio.

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El segundo episodio (The Decievers) en el que, siguiendo la clásica estructura de tres actos, sirve para de desarrollo de la trama y también introduce personajes adicionales que, se produce un salto temporal de varios años después que la humanidad conociera el verdadero rostro de Karellen. Ésta disfruta de una vida utópicamente feliz cuyo escepticismo y una lluvia de preguntas iniciales han desaparecido. Reina la paz aunque, más allá de estar ante el happy end o incluso de los finales dulcificados de un fairy tale o cuento convencional, este estado de felicidad superficial y de utopía esconde fisura y tiene un precio que la humanidad tiene que pagar. Por ello, a los niños entendidos como futuro de las nuevas generaciones, les empiezan a suceder cosas extrañas como a Tommy (Lachlan Roland). Milo junto a su colega Rachel Osaka (ambos dentro del MIT) se presentan como principal sospechoso de esta nueva situación. Dr. Boyce (Julian McMahon) consigue reunir a la familia de Tommy para indagar qué está pasando en realidad. En una visita de Karellen a la granja de Ricky y Ellie, éste le confiesa que la enfermedad que le ha provocado su esterilidad ha sido consecuencia de la propia actuación de Karellen pero, ¿cuál es la razón? Su aparente explicación radica en que si es estéril, no sufrirá en un futuro por sus hijos pero, ¿es esto realmente convincente?

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En el tercer episodio (The Children) la acción se centra de en los personajes de Jake y Amy y en otro salto temporal al futuro, se puede ver la generación de los niños que ha evolucionado con respecto a sus predecesores: son más sanos, fuertes y hábiles. ¿Es una especie “mejorada”, “evolucionada”? Los eventos extraños relacionados con los nacimientos son de cada vez más frecuentes y Jennifer se ha convertido en la líder de esta nueva generación de niños. Debido a estos problemas, Jake y Amy deciden mudarse con ella y Tommy a New Athens, lugar único en el mundo en el que no se han “acatado” las imposiciones de la raza alienígena con el deseo de volver a la “normalidad” inicial (del primer episodio). Ellie y Ricky llegan a la recta final de su enfermedad y al final de sus días llenos de dolor y sufrimiento y, lejos de aceptar la invitación de Karellen para que se quede en la habitación donde mantenían conversaciones sobre el pacto de la humanidad en el primer episodio (donde viviría feliz para siempre), él decide morir al lado de Ellie el tiempo que le queda.

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Entonces todos los niños del planeta empiezan a levitar como si de un intento de abducción se tratara hasta desaparecer. ¿Resultado? Los adultos podrán vivir en paz hasta su muerte pero no nacerán más humanos puesto que la “última generación” ha sido reclamada por un ente superior que dirige, a su vez, las acciones controladoras y opresoras de Karellen. La humanidad está abocada a desaparecer y la triste extinción es cuestión de tiempo. Milo, desesperado, pide a Rachel que lo envíe al planeta de los aliens para intentar convencerles de que perdonen a la humanidad, sin éxito.

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