«Limbo», la infancia enfrentada a un entorno gótico
Limbo es el primer videojuego de la desarrolladora danesa Playdead, que recientemente nos ha deleitado con Inside, sin lugar a dudas uno de los mejores videojuegos que la escena independiente nos ha brindado en este 2016. En cierto modo Limbo es su predecesor directo, aquel del que Inside toma elementos como su mecánica de juegos y su inquietante atmósfera, que han hecho las delicias de propios y extraños. Dicho de otro modo, el uno es el embrión del otro, las virtudes del segundo provienen de los aciertos que en su día marcaron al primero. Veamos que qué nos ofrece este videojuego.
En primer lugar hay que mencionar que a nivel narrativo Limbo no difiere demasiado de su sucesor, ya que el protagonista es también un niño de identidad misteriosa, del que sólo sabemos que se encuentra perdido en las entrañas de un bosque del que trata de rescatar a su hermana perdida. El entorno es tan opresivo como el que encontramos en Inside, pero con el añadido de un componente de tenebrosidad gótica que parece sacado directamente de la filmografía de Tim Burton; más concretamente en su vertiente animada representada por cintas como Pesadilla Antes de Navidad, La Novia Cadáver, o Frakenweenie. De hecho, es tan pronunciada esta semejanza estética que resulta fácil encontrar en la web ejemplos de fan art en los que se produce la confluencia de personajes de Burton con el mundo diegético de Limbo. Además, su estética monocolor y unos efectos de sonido explotados con cuentagotas le otorgan a este título un toque minimalista que es una de sus grandes bazas.
Como también sucede en Inside, el entorno le es totalmente hostil a nuestro protagonista. ¿Cabe imaginar un escenario más lúgubre que un bosque oscuro y plagado de criaturas salvajes, personas que nos asedian (niños salvajes que parecen sacados de las páginas de El Señor de las Moscas, de William Golding) y trampas cuidadosamente armadas? Probablemente nos resulte complicado. Además, nuevamente nuestro rango de acciones es muy limitado. Tan solo podemos avanzar, retroceder, saltar o agarrar ciertos objetos. Una perfecta coordinación ojo-dedos resulta indispensable para evitar los decenas de formas de morir que nos aguardan. Ni siquiera podemos nadar; a la mínima que nos introducimos en el agua el avatar muere. Al fin y al cabo se trata de un videojuego de plataformas combinado con puzles de menor o mayor complejidad que debemos resolver para evitar quedarnos atascados y poder seguir avanzando.
Y la palabra «muerte» es especialmente relevante en una producción como Limbo. Bien es cierto que el mercado de los videojuegos triple A está plagado de ejemplos de productos con un alto componente de terror o gore, como es el caso del género de los survival horror y sagas como Resident Evil o Silent Hill, por poner dos ejemplos archiconocidos. No obstante, y a pesar de contar con un presupuesto mucho más ajustado, un videojuego como Limbo es capaz de inquietar al jugador a otro nivel, quizás más estético, incluso podría decirse que artístico, precisamente gracias a esa simplicidad que lo aleja de las pretensiones de mímesis gráfica de la industria de los blockbusters. Si Inside podía resultar algo crudo en este aspecto, Limbo no se queda atrás en absoluto, y de hecho lo supera con creces, y es que nuestro protagonista puede morir de múltiples maneras, pero todas ellas se ven representadas de forma encarnizada.
Pero quizás su mayor valor a nivel de experiencia audiovisual interactiva resida en el hecho de que su protagonista sea un niño perdido en un entorno hostil que se configura como un auténtico infierno, y es que todos aquellos valores que asociamos por defecto con la infancia (tales como la inocencia o la bondad) se ven enfrentados frontalmente con un escenario que representa todo lo opuesto (la corrupción y la maldad). Al fin y al cabo se trata de la lucha entre el individuo y lo que le rodea, más concretamente entre la infancia y un misterioso entorno que bien podríamos calificar de gótico, como si del negativo de un cuento de hadas se tratara. Limbo no es Inside, pero si os fascinó el segundo, no deberíais perderos el primero.