Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

De simios y humanos: «La guerra del planeta de los simios»

El pasado 14 de julio llegó a las salas de cine la La guerra del planeta de los simios, la última entrega de las aventuras protagonizadas por el híper inteligente simio César. Pese a las reticencias de algunos (¿Simios con pistolas? ¿Simios a caballo? ¿Nos hemos vuelto locos?) lo cierto es que la crítica la ha ensalzado, y son múltiples los motivos por los que esto es así. Más allá de que muchos creciéramos viendo las primeras películas de esta franquicia, lo cual innegablemente activa nuestra nostalgia infantil impidiéndonos ser todo lo objetivos que desearíamos, debe admitirse que este es un filme de acción y fantasía consistente, que si bien no innova en ningún aspecto tampoco defraudará al fan del género.

Recordemos que en la entrega anterior César y sus seguidores habían penetrado en los bosques tras la guerra que enfrentó a los humanos y a los simios comandados por Koba, el simio que lideraba a otra facción distinta a la de César. Si bien César y los suyos abogaban por conseguir la paz con los humanos, Koba, movido por el resentimiento, alentaba a los suyos a tratar de acabar con una humanidad diezmada por un virus que potenció la inteligencia de los simios al tiempo que aniquiló a los que lo habían creado. Pues bien, en esta entrega César y su pueblo tratan de vivir en paz, resguardados en el bosque, pero si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma, y aquí la montaña es la sombra de un conflicto no resuelto.

Es así como, haciendo honor a su título, la película arranca con una batalla, un asedio por parte de los humanos al poblado oculto de César. Esta escena inicial sirve para poner al espectador en situación y hacerle ver que la tregua, si en algún momento la hubo, ha llegado a su fin. Los simios se encuentran ante una complicada disyuntiva; permanecer en su lugar de residencia y tratar de defenderse de los ataques o bien emigrar a otro lugar. Y en el momento en el que se producen estos titubeos iniciales es cuando tiene lugar la tragedia familiar que el género demanda, disparando la sed de sangre y venganza de César, que en esta ocasión tiene dos grandes enemigos. Su primer y principal adversario es el Coronel (interpretado brillantemente, como no podía ser de otro modo, por Woody Harrelson); el segundo son sus dudas con respecto a cómo afrontar la nueva situación. Tal vez Koba no estuviera tan equivocado con respecto a los humanos, después de todo.

Woody Harrelson interpreta al Coronel, el desquiciado y lunático líder humano cuya cruzada consiste en acabar con los simios y frenar el virus que asola a la humanidad.
Woody Harrelson interpreta al Coronel, el desquiciado y lunático líder humano cuya cruzada consiste en acabar con los simios y frenar el virus que asola a la humanidad.

César partirá con un pequeño grupo integrado por el chimpancé Rocket, el Orangután Maurice y el gorila Luca para trata de dar caza al Coronel, y en el camino descubrirán a una niña humana incapaz de hablar, lo que les dará una buena pista acerca de los efectos actuales del virus que se propagó en su día. Todo va cobrando sentido para cerrar un círculo que se inició con los experimentos científicos del personaje interpretado por James Franco en El Origen del Planeta de los Simios. Otra incorporación es un chimpancé que habla fluidamente, que ayuda a César y compañía al tiempo que aporta el toque cómico necesario para rebajar la tensión, aunque en ocasiones pueda recordar al lamentable Jar Jar Binks de La guerra de las Galaxias. Y es que, ya se sabe, con este tipo de personajes hay que tener un cuidado extremo. Pueden convertirse en icónicos o todo lo contrario.

Amiah Miller interpreta a una niña muda que resultará clave en el desenlace de esta historia.
Amiah Miller interpreta a una niña muda que resultará clave en el desenlace de esta historia.

Los temas que se ponen de relieve son la libertad, la familia y la supremacía en el planeta, y hay que reivindicar una vez más la labor de Andy Serkis, que interpreta a César de forma magistral, como ya lo hiciera con Gollum en El Señor de los Anillos y El Hobbit. Por desgracia, es probable que al actor británico no se le reconozca nunca su trabajo en la medida en la que lo merecería. Bien es cierto que para ambos papeles fue necesaria la aplicación de la tecnología digital para acabar de construir el personaje, pero es igualmente cierto que, si alguien dotó de personalidad a César y a Gollum, ese no es otro que Serkis. Sobresaliente interpretación, una vez más, por su parte. Estamos, muy probablemente, ante un genio. ¿Quién puede hacer lo que hace este hombre?

¿Merece Andy Serkis una estatuilla?
¿Merece Andy Serkis una estatuilla?

Tampoco podían faltar las alusiones a los campos de concentración nazis, donde los simios ejercen de judíos, utilizados como mano de obra hasta llegar a la extenuación, y, como consecuencia final, a la muerte. El director tampoco pierde la oportunidad de establecer un paralelismo con el éxodo de Moisés, la búsqueda de la tierra prometida, que, al fin y al cabo, es el objetivo último de César. El protagonista de esta historia es ante todo un movilizador de masas, el defensor de un pueblo que únicamente anhela el bien para los suyos. Y, como contrapartida, tenemos al personaje interpretado por Harrelson, que recuerda al Coronel Kurtz de Apocalypse Now, un lunático atrincherado y cómodo en su propio infierno, al que arrastra a sus fieles.

En conclusión, La guerra del planeta de los simios agradara a aquellos que disfrutaran con El Origen y El Amanecer, y probablemente aburra a los que no puedan concebir un mundo dominado por simios. La ciencia ficción es un género con el que suele ser necesario hacer ciertas concesiones, y las mentes más pragmáticas, aquellas que levanten una ceja al ver a un simio que habla o utiliza un arma de fuego, deberán, quizás, abstenerse de ver esta película. Para todos los demás, esta es una saga que merece la pena, aunque sólo sea por el excelente trabajo realizado por Serkis en su interpretación del líder César.

 

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