Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Dead Ringers» (David Cronenberg, 1988): la mitad faltante

¿Qué tendrán los aparatos científicos que tanta fascinación levantan? Conocidísimo es el capítulo en el que Don Quijote se deja fascinar por una cabeza parlante que, por una supuesta cuestión de ciencia infusa, parece conocer información que un mero ingenio de esta naturaleza no debería conocer. Siglos más tarde, Edgar Allan Poe miraba al cielo y se imaginaba la llegada del ser humano a la Luna en globo aerostático en su cuento «La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall» (1835). No demasiado después, H. G. Wells hace viajar a su protagonista al futuro con La máquina del tiempo (1895). A partir de aquí, con la aparición del cine, desde Georges Méliés y su genésica Le Voyage dans la Lune (1902) hasta el Alex Garland de Ex Machina (2014), Annihilation (2018) y Devs (FX Productions, 2020), pasando obligatoriamente por la 2001: A Space Odyssey (1968) de Kubrick, la Blade Runner (1982) de Scott o la Moon (2009) de Jones, se han embarcado en sus personales exploraciones de la significación simbólica del material científico y de todas aquellas cosas que se crean usándolo. HAL 9000 nos perturba, Roy Batty nos cuestiona los límites antropológicos de la humanidad y GERTY nos acompaña en la soledad existencial de quien trabaja sin compañía humana en la Luna. Sea como fuere, el instrumental científico-técnico nos lleva fascinando desde los estadios más tempranos, ya no tan solo de la modernidad, sino de nuestra historia.

Dead Ringers (David Cronenberg, 1988) comienza con una muestra de imágenes de interés médico que parecen sacadas de los libros de medicina de Huarte de San Juan o de actualizaciones modernas de los trabajos de Avicena. Lo científico-técnico supone nuestra primera entrada a un mundo de admiración anatómica que podemos —y, de hecho, debemos— entender en los confines específicos del body beautiful, la irónica subversión del body horror popularizada por el propio Cronenberg. Instrumental médico, procesos naturales y rarezas anatómicas nos sirven de introducción al universo simbólico creado por Cronenberg en su decimoprimera película, todo creado para enfatizar tanto esa fascinación de la que hemos hablado en el primer párrafo como la naturaleza dual de los protagonistas de esta historia, los gemelos idénticos Bev y Nelly Mantle, ambos interpretados por un Jeremy Irons en estado de gracia. Aparte de compartir fisionomía, ambos también han optado por seguir el mismo camino profesional —la ginecología— al demostrar una fascinación fisiológica desmedida desde pequeños. Sin embargo, habrá algunos factores subrepticios que los diferenciarán y crearán un abismo identitario entre los gemelos.

Jeremy Irons en su actuación dual de los gemelos Mantle.

El primer contacto que tenemos con los gemelos Mantle ocurre en su infancia. Cronenberg, como es de esperar, ofrece una visión totalmente perversa, carente de inocencia, de este período en particular. Demuestran una actitud precoz, tanto a nivel sexual —aunque no por lascivia, sino más bien por interés fisiológico— como cognitivo. Para enfatizar un parentesco que ya está ahí per se, se configura un código de vestimenta en el que ambos personajes vayan vestidos de la misma manera, de forma que se propone una suerte de juego «¿quién es quién?» para el espectador. A su vez, a medida que vamos entrando más y más en la vida de los protagonistas, se nos plantea otra cuestión que va dirigida precisamente a esta inseparabilidad ontológica: la experiencia de uno vale como experiencia para el otro. No se llega, todo sea dicho, a explorar una conexión mental como stricto sensu, pero sí que tenemos pequeñas instancias, quizá lúdicas, en las que uno queda con una persona en lugar del otro y se van intercambiando los papeles.

Geneviève Bujold interpreta a Claire Niveau, una actriz adicta a las drogas que se ve presa de los juegos psicosexuales de los gemelos Mantle.

Sin embargo, esta cuestión de lo inseparable va mermando a medida que va avanzando la película. En este sentido, podríamos decir que se va exteriorizando una «separabilidad«, un cambio de paradigma para cómo estaban viviendo los gemelos Mantle su vida. El código idéntico de vestimenta se rompe en pro de un argumento mucho más destinado al planteamiento de una suerte de desunión genético-identitaria. En una sencilla línea comparativa, esto es algo perfectamente notable. Decíamos que en la primera escena de ellos dos, en la que todavía son niños, aparecen vestidos de forma idéntica, siendo totalmente indistinguibles el uno del otro. Ahora bien, el tiempo pasa y vemos cómo la estilística de cada uno de los gemelos Mantle se va alejando la una de la otra a nivel estético. Elly, el gemelo frío y calculador, acostumbra a ir de punta en blanco; Bev, el más emocionalmente volátil, se caracteriza por preferir un ropaje igualmente elegante, peor mucho más confortable. El modo de vestir de cada uno de los gemelos traza una línea performativa de satisfacción simbólica en la que todo tiene un por qué si lo analizamos desde el punto de vista psicológico.

Más allá de la fascinación científico-técnica, el instrumental médico también se ve sometido a un proceso de «fetichización» al convertirlo en herramientas sexuales y colocarlo en contextos eróticos, de «bondage» o, directamente, pornográficos.

Comentábamos que no hay una exploración de la conexión mental de ambos gemelos más allá de algún comentario o evento suelto. Sin embargo, lo que sí parece delinearse de forma francamente prístina es la dependencia existencial que habita en el seno de la relación entre los gemelos Mantle. Curiosamente, en su edad adulta, seremos testigos de momentos en los que alguno de los gemelos —especialmente Elly, al que podríamos considerar como el dominante de la relación— desea la independencia de esta suerte de dupla biológica. De buenas a primeras, se plantea de forma sutil, como cuando Elly confunde a un recepcionista asiático con otro de la misma raza, algo que en circunstancias normales supondría una demostración de racismo sistémico o, en el mejor de los casos, de problemática distancia cultural, pero que en el contexto de Dead Ringers se manifiesta como una exteriorización, aunque subrepticia, de desasimiento fraternal. En otros momentos, veremos como ese deseo de independencia se suprime o atenúa para así beneficiar nuevos intentos de conseguir un acercamiento que trascienda la separación atómica corporal y, así, acabar logrando una unión total de cuerpo y consciencia en un solo individuo. Esta es una dinámica que irá yendo y viniendo, configurando un tira y afloja entre los nuevos roles que se irán conformando entre los gemelos, coyuntura que requerirá la creación de situaciones donde tanto el rechazo como la empatía lleguen a extremos inusitados.

Una parte importante de la originalidad de los gemelos Mantle —que se extiende a niveles extratextuales para aplicarse también al caso de la película en sí como producto— reside en las aproximaciones estéticas que construyen alrededor de la práctica ginecológica.

Esta Dead Ringers sigue la estela de anteriores proyectos del director, como la conocidísima The Fly (1986) o ese primer intento de llevar a la gran pantalla la historia de Crimes of the Future (1970), al configurar y, básicamente, canonizar lo que será la estética predilecta de un creador obsesionado con el cuerpo y lo que lleva dentro tanto a nivel material como metafísico. En la línea del body beautiful que avanzábamos al comienzo, Dead Ringers supone uno de los pináculos de esta representación corporal al externalizar las entrañas, tanto anatómicas como mentales —porque todo efecto físico tiene su consecuencia psicológica, y viceversa—, para demostrarnos que el cuerpo es mucho más que aquello que vemos a simple vista. Con esta película, Cronenberg consigue que la cuestión estética del body beautiful trascienda su superficialidad para configurar lo que podría considerarse una ontología materialista extensiva del ser humanoDead Ringers aparecerá, a partir de su estreno, como la ruta a seguir y a superar para todo aquel que quiera inmiscuirse en los complejos tejidos de las significaciones del cuerpo.

 

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