Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Diario de los muertos (I): de ‘White Zombie’ a Romero

Acabo de terminar el libro American Zombie Gothic: The rise and fall (and rise) of the walking dead in popular culture, de Kyle Williams Bishop, un estudio excelente de la importancia y el significado del género de los zombies, principalmente en el cine. Su ensayo hace un recorrido desde los orígenes del género y estudia en profundidad diversas cintas, entre ellas White Zombie, I Walked With a Zombie, y, principalmente, las cuatro primeras películas de Romero (el libro se cerró más o menos en 2010). Con la lectura, he aprovechado para visionar algunos de los films que se citan; algunos los había visto y otros inexplicablemente no.

Empecé por Night of the Living Dead, el clásico de Romero del 1968. Bishop hace una acertada reflexión sobre el significado de la obra, su relación con el contexto que la vio aparecer (guerra de Vietnam, lucha por los derechos civiles…) y pone en contacto la tradición de la ficción gótica (la que arranca con Walpole, Radcliffe, etc.) con el discurso zombie, del que Bishop prueba que es continuador.

Volví atrás en el tiempo para ver White Zombie, que he de confesar que no había visto aún. Es la primera película de Hollywood en tocar el tema de los zombies, aunque en su matiz de vudú haitiano; Romero se encargaría de eliminar esa pátina para llevar el género a otro nivel. Vista con la perspectiva del tiempo, White Zombie (1931) arroja un discurso terriblemente machista y su crítica desde un punto de vista postcolonial es muy jugoso: desde el detalle de que todos los personajes negros de la cinta están interpretados por blancos y que todos, excepto uno, no tienen diálogos, hasta el hecho de que nadie considera pararle los pies al extraño mago-gurú Murder Legendre (Béla Lugosi), que tiene una horda de muertos vivientes en su plantación de azúcar, hasta que cruza los límites aceptables para el hombre blanco e intenta esclavizar, primero a su «jefe» y luego a la chica americana. En la cinta, el miedo no lo provocan los zombies, sino aquel que es capaz de transformarle en uno de ellos.

Tras White Zombie di un salto a los 70 para ver No profanar el sueño de los muertos (1974). Tampoco la había visto y me ha gustado mucho. Primero, porque a pesar de que el género se prestó, tras Night of the Living Dead, a una explotación donde lo importante era el terror y las vísceras, No profanar… tiene algo más de calado por cuanto tiene cierta carga crítica social, en este caso contra los experimientos científicos, y cierta reivindicación ecologista (el despertar de los zombies se produce, en este caso, por un pesticida experimental). Segundo, porque el director, Jorge Grau, supo combinar sabiamente la dirección que Romero le estaba dando al incipiente nuevo género (y subir un peldaño en la escala del gore) con la estructura tradicional que tenían las películas de terror de la Hammer: mucho peso en la ambientación, desarrollo lento. Tercero, porque tiene un final con cierta justicia poética que sólo recuerdo ver replicado en la posterior Day of the Dead. En todo caso, una muy buena película que revisitar.

Hoy he visto La noche del terror ciego (1971), de Armando de Ossorio, otra que no había tenido ocasión de ver. No tan buena técnicamente como la anterior, ofrece cuestiones interesantes sobre las que profundizar, como el acento que se pone en la destrucción del cuerpo (por muchos motivos: las secuencias más crudas, aunque son menos vistosas que las de Grau; el curioso hecho de que una de las protagonistas trabaje en una fábrica de maniquís; y el terrible hecho -visto desde los ojos del siglo XXI- de una violación que queda prácticamente como algo normal), y el carácter local de la cinta, apelando sobre todo a una interpretación algo gore de El monte de las ánimas de Bécquer.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *