Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Diario de los muertos (III): ‘Revolt of the Zombies’ (1936)

En 1936, Victor Halperin quiso repetir el éxito que había tenido con su anterior White Zombie (en español, La legión de los hombres sin alma, 1932), una de las primeras películas de Hollywood en las que se trataba el tema que nos ocupa (y de la que hablamos brevemente aquí), aunque no son estos reanimados muertos vivientes en el sentido que hoy entendemos, sino esclavos hipnotizados al antojo del maestro de turno.

En Revolt of the Zombies (titulada equívocamente en español La revolución de los muertos), Halperin, producido por su hermano Edward, intenta simplemente aplicar la fórmula que le funcionó en White Zombie, aunque en un contexto diferente. Durante la Primera Guerra Mundial, se han observado en el frentre franco-austriaco unos soldados que son inmunes al cansancio, las heridas o el hambre. Un sacerdote camboyano los está usando como zombies en la batalla, y antes de que un instrumento así caiga en malas manos, una expedición es enviada a la ciudad perdida de Angkor para desvelar el secreto de este poder (y destruirlo). De nuevo, aquí el ente a temer no es tanto el zombie/hipnotizado, sino el amo que consigue dominar la libre voluntad de los demás.

Una vez allí, el triángulo amoroso formado por Clifford, Claire y Armand, llevará a este último a usar los poderes de hipnotismo zombie para conseguir el amor que no ha podido obtener, pero casi de la misma forma, se dará cuenta in extremis de que lo que está haciendo es moralmente malo, desistirá, y será castigado por sus crímenes.

La cinta no es un dechado de virtudes precisamente. Sí apunta un tema interesante: el de los soldados zombificados que son enviados al frente como ovejas al matadero. Quizá ahí late el miedo de esa primera guerra global que se cobró ocho millones de muertos (sin contar desaparecidos, prisioneros o heridos) o se respirara ya el ambiente bélico de Europa; lo cierto es que la idea del soldado-masa (y lo que Wilheim Reich llama la psicología de masas del fascismo) y el zombie está muy bien traída pero no se aprovecha en absoluto. Muy pronto la película vira a desarrollar, de forma algo tosca, esta relación amorosa, y no consigue ni entretener, ni emocionar, ni mucho menos aterrorizar.

Halperin maneja una película extrañamente corta (apenas llega a la hora de metraje), deja escenas sin resolver, hay transiciones inexplicables… Para más inri, en cada secuencia en la que vemos a los hipnotizados (zombies), aparecen los tenebrosos ojos… de Bela Lugosi, pertenecientes a White Zombie. El director, pues, aprovecha metraje de su cinta anterior, no sé si por economía, o por intentar poner en relación ambas películas.

El zombie aquí, que apenas aparece al principio de la película, es una mera excusa de márketing. Como en la película anterior, la visión hollywoodiense del mito del zombie hace una mezcla extraña entre vudú e hipnotismo. No nos queda muy claro cómo se convierten en zombies todos aquellos a los que Cliff ha sometido. Es más, tan sólo con unos gestos y unas órdenes telepáticas, el amo puede ordenar (y romper el conjuro) a su voluntad.

Más interesante que la película en sí resulta hacer una lectura de ella desde una perspectiva postcolonialista. De hecho, no parece haber problema en usar este tipo de «supersoldados» en tanto que estén en el bando aliado. La operación para conseguir el «secreto de los zombies» se articula como una acción preventiva para que esta arma no caiga «en malas manos» y en algo que ponga en peligro a la «raza blanca». Es interesante ver también cómo, al igual que ocurría en White Zombie, los nativos camboyanos (interpretados por una gran variedad de actores, pocos de los cuales son realment asiáticos) son los que son hipnotizados, pero las objeciones morales empiezan cuando los zombificados empiezan a ser los integrantes occidentales de la expedición.

Sin saber hasta qué punto la contienda europea que estaba gestándose pudo influir de alguna forma en la elección del tema de la película, lo cierto es que poco o nada aporta a la película que Halperin había rodado anteriormente.

 

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