“El joven Sheldon”: Episodio 7, temporada 3
“Pongo Pygmaeus and a Culture that Encourages Spitting” es un episodio muy provechoso y positivo en varios aspectos. Entre ellos destaca la lucha por la igualdad entre chicos y chicas, en una época en que, como el episodio también refleja, esto no era tan común ni tan fácil como en nuestros días. Para reconocer el verdadero valor de lo que ocurre en esta trama, hay que situarse en aquel contexto y no valorarlo según el contemporáneo, ya que hoy día podríamos decir, incluso, que el feminismo está de moda.
Siguiendo con la línea argumental del episodio anterior, Missy se muestra feliz por haber sido aceptada en el equipo de béisbol, de modo que va incluso a clase vestida con la equipación, siguiendo toda lógica, ya que iba después al entrenamiento. Pero, para su sorpresa, sus propias compañeras se burlan de ella preguntándole que si era un chico. Missy no entiende lo que le está pasando y recurre a consultar con Sheldon sobre cómo reaccionar en situaciones así y, después, le dice a su madre que quiere dejar el equipo.
Aunque hay un momento en que parece que se tira la toalla, una llamada telefónica saca el espíritu luchador que también Mary comparte con las mujeres fuertes de esta familia. La llamada no era de otra que su vecina, Brenda, la madre de Billy, quien no sólo critica el que Missy forme parte del equipo de béisbol, sino que le espeta incluso que si no tiene bastante con tener y aun hijo especialito. Nada más eficaz para sacar todo el coraje necesario para hacer a su hija seguir con su ilusión y apoyarla al máximo. De ahí brota también la seguridad que la pequeña necesitaba para enfrentarse al entorno tan hostil y exclusivamente masculino del deporte que tanto le divertía. Tanto es así, que la vemos no sólo jugando un partido con público, sino dándole una paliza a un niño que había intentado hacerle daño con su lanzamiento directo a la cara. No quiero dar la impresión de que justifico la violencia según qué fin, pero es difícil decir lo mismo del episodio, pues presenta a casi toda la familia animando a la pequeña en su pelea y el padre lo cierra al grito de “¡Hurra por la violencia!”
Mientras tanto, en el sector masculino de los personajes principales, la vida también transcurre. Centrándonos en el protagonista, los que tenemos unos años podemos recordar cómo empezó a funcionar Internet “interaccionando” con el teléfono, con ese sonidito que nos resulta tan familiar pero que ya casi habíamos olvidado. Y es que Sheldon se compra su primer Modem en Radio Sack con sus ahorros, con lo que tenemos oportunidad de verle discutir con otros científicos -a uno de los cuales llama “Pongo Pygmaeus”: de ahí que aparezca este término en el título- a los que termina venciendo gracias a la ayuda que recibe de las consultas a su admirado Dr. Sturgis. Estas favorables circunstancias nos permiten ver al pequeño genio por fin feliz y alegre de verdad, pues su semblante en la serie suele poseer un serio rictus inamovible que encaja con el estereotipo de genio al que estamos acostumbrados. Se agradece un poco de variedad y de vidilla.
Y no podríamos terminar esta reseña sin referirnos a otros dos de los chicos: los Georges. El hermano mayor de Sheldon sigue en su buena racha, en esta ocasión, con las chicas. Dado que su relación con su admirada Verónica (Isabel May) no progresa, Georgie empieza a tener ojos para otra chica mona del instituto que le tira los tejos (hecho también poco frecuente años atrás y que la serie parece querer naturalizar). El joven vuelve a presentar una cara amable al empezar por preguntar a Verónica si le importaría que él le pidiera salir a otra -Lisa (Kerri Medders)-, dado que parece carecer de interés por él. Esta le contesta con una misteriosa respuesta que viene a informarle de que debe entregarse a Dios, pareciendo sugerir su consagración de un modo que no se detalla.
George senior también se encuentra muy solicitado últimamente, ya que hace como de bisagra entre distintas relaciones, eso sí, entre personas mayores, como ya le ocurrió a su hijo en episodios anteriores. Él lo hace con mucho gusto, pues los encuentros con ellos acaecen en su lugar favorito: en el bar y entre cervezas. Ya lo vimos allí pasando el rato con el Dr. Sturgis y ahora hace algo parecido con el entrenador Dale. Como vemos, en ambos casos se trata de los pretendientes de su suegra. Esto, ya de por sí, resulta gracioso, pero, además, hace aún más gracia por las conversaciones en que derivan los encuentros (por ejemplo, en una de ellas, George se da cuenta de que tiene más en común con su suegra que con su mujer); y por la coyuntura en que se sitúa al padre de Sheldon. Y es que las dos partes de la incipiente relación (Dale y Meemaw) intentan sonsacarle información. Se le da la oportunidad a este personaje, que normalmente no sale muy bien parado en la serie, de demostrar una gran integridad al no revelar grandes secretos a pesar del alcohol que toma en estas salidas, que suele soltar la lengua generosamente.
Me alegra ver que las series, incluso las más sencillas y las comedias, pueden servir, no solo para pasar un buen rato y echar unas risas, sino para transmitir mensajes positivos y esperanzadores para mejorar nuestra sociedad. Y no me refiero con esto a la aparente defensa del uso de la violencia, sino a la promoción de la igualdad entre chicos y chicas y a la representación de un personaje que es capaz de mantener su integridad y no dejarse llevar por las circunstancias o intereses del momento, como por desgracia vemos tan frecuentemente en nuestra sociedad actual.