Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Ciclo indie (6): política y espectáculo, «Wag the Dog» y «Elvis & Nixon»

Mientras los anteriores posts de la sección del mejor cine indie han ido tratando temas que bien pudieran relacionarse con el tratamiento de los personajes que intevienen en cada una de las películas propuestas (reflejo de las identidades nacionales,  la fortaleza de la mujer en condiciones más que adversas, segundas oportunidades, construcciones mentales de compañeros y así sucesivamente), los filmes que hoy proponemos responden no solo a un tema de amplio recorrido en los argumentos cinematográficos sino también a una relación casi simbiótica e ineludible: la del mundo de la política y Hollywood o el espectáculo en general. Una conexión que forma parte de los tabloides (¿quién no sabe de la relación entre Marilyn Monroe y los hermanos Kennedy o no ha visto  las imágenes el archiconocido «Happy birthday Mr. President»?), de la historia oculta de los Estados Unidos (de nuevo volvemos a los años 60 con las conexiones entre los componentes del rat pack y la mafia como caso más evidente y ya en la contemporaneidad los equipos de guionistas que, a petición del gobierno, simularon escenarios de ataques terroristas tras el 11-S), de su historia institucional (con Ronald Reagan como presidente y Arnold Shwarzenegger como gobernador de California) y, sobre todo, de las campañas electorales a la presidencia de los Estados Unidos tal como hemos podido ver estos días en la convención democráta de la que Hillary Clinton ha salido nominada como candidata a la carrera hacia la Casa Blanca. Ejemplos de la cultura estadounidense que fácilmente podemos trasladar a nuestro entorno.

El veterano Barry Levinson (conocido, entre otras producciones por Donnie Brasco, Tootsie, Rain Man o Good Morning Vietnam así como por su papel de productor televisivo de la icónica Oz) nos presentará  Wag the dog (1997),  una comedia negra con guión de Hilary Henkin y el enfant terrible David Mamet -basado en la novela American Hero de Larry Beinhart-  en la que, para evitar que un escándalo sexual protagonizado por el presidente de los Estados Unidos pueda impedir su reelección, se pondrá en marcha  la maquinaria institucional en la que el  consagrado spin doctor Conrad Brean (Robert de Niro), haciendo honor al significado de este término de difícil traducción, contratará al productor Stanley Motss (Dustin Hoffman) para que cree una noticia falsa que desvíe la atención del país. Tan solo un breve apunte antes de continuar: la película se estrenó dos meses antes de que estallara el escándalo Clinton-Lewinski.

La creación de una guerra inexistente en Albania

La noticia no será otra que la creación de una guerra falsa en Albania. Ni que decir tiene que el argumento de la película se irá complicando extraordinariamente al mismo tiempo que aumentará la acidez y la crítica. La creación en un plató de esta guerra simulada y la recurrencia a imágenes que «vendan» entre el público resultará extraordinariamente creible al igual que la invención de «el» héroe  estadounidense con merchandising incluido, el Sargento William Schuman (Woody Harrelson). El mundo entero creerá el simulacro, incluso los propios albaneses.  Una muestra perfecta de los elementos básicos de la llamada culture of deception -de la que, por cierto, tenemos algunos ejemplos recientes- y una muestra perfecta, también, del posicionamiento ético de los personajes frente a este tipo de maniobras manipuladoras que suelen tener como objetivo final el mantenimiento del poder a toda costa. Todo un ejercicio de desenmascaramiento de la mentira política que tiene en la contraposición de los dos personajes orquestadores del simulacro  su prinicipal baza: el falto de escrúpulos Brean tendrá en un histriónico y ampuloso De Niro el rostro más convincente y el productor encarnado por Hoffman (un habitual en las producciones de Levinson) pasará del entusiasmo y patriotismo del cineasta a la decepción y a la acción como ciudadano; en definitiva, el mismo proceso que se exige a las audiencias.

elvisnixon
Elvis (Michael Shannon) en su reunión con Richard Nixon (Kevin Spacey)

Muy distinta va a ser la propuesta que la joven directora Liza Johnson va a hacer en su película Elvis & Nixon, estrenada este mismo año y que ha sido elogiada por la crítica. Y no es de extrañar, por dos motivos esenciales. El primero es su argumento escrito por Joey Sagal, Hanala Sagal y Cary Elwes, basado en la reunión real que mantuvieron el Rey del Rock y Nixon el 21 de diciembre de 1970 en la que Elvis pidió formar parte de la CIA como operativo encubierto en la lucha contra la droga y el comunismo  -bueno, muy encubierto no debía ser por la publicidad que se dió al encuentro. El segundo es el duelo interpretativo al que asistimos entre dos inmensos actores,  Michael Shannon y Kevin Spacey -que en aquellos momentos estaba interpretando a otro presidente, Frank Underwood, con el que no tiene ninguna relación ni conceptual ni interpretativa; un duelo que no tiene desperdicio y que se ve ampliamente favorecido por el diseño de ambos personajes.

Elvis Presley será el centro de una película que nos mostrará a un ser huraño, solitario y caprichoso cuya identidad  ha desaparecido totalmente tras su imagen, de tal manera que la identidad del Rey del Rock  será un constructo mediático que han comprado sus imitadores y él mismo. Por otra parte, Elvis se nos presentará como una persona obsesiva y neurótica que en este momento de su vida está empecinado en mantener una reunión con el presidente de los Estados Unidos y tener una placa como operativo encubierto de la CIA  y que, una vez conseguido, estamos convencidos de que se inventará otra manía totalmente diferente e incluso opuesta. Un personaje, en definitiva, totalmente desquiciado, poco importa si consciente de ello o no. Por su parte, Richard Nixon será configurado como un presidente torpe y egocéntrico  que quiere aprovechar la visita de Elvis como mecanismo de proyección pública y de recuperación de porcentaje de simpatías entre los ciudadanos y cuyo único objetivo a lo largo de la entrevista con el cantante será conseguir una fotografía. Una reunión y dos objetivos más que simples (quiero una placa vs quiero una fotografía) van a constituir una base aparentemente sencilla que se va a poner al servicio de dos personajes megalómanos perfectamente definidos y que disfrutan dos actores camaleónicos que, lejos de convertirse en los personajes, nos los muestran de manera descarnada y descarada. Distanciamiento en estado puro. Disfrute en estado puro también.

Elvis y Nixon en 1970

De Niro, Hoffman, Shannon y Spacey, cuatro grandes del cine que van a ser acompañados por secundarios  -afortunadamente convertidos en principales en recientes producciones- de lujo entre los que destacarán Woody Harrelson, William H. Macy, Kirsten Dunst y Dennis Leary en Wag the Dog, y Alex Pettyfer, Colin Hanks, Johnny Knoxville y Evan Peters en Elvis & NIxon. Todos ellos formarán parte de este mundo de falsedades, de simulaciones y de simulacros de la realidad -o de una posible realidad-   en la que la puesta es escena y el brillo del espectáculo va a ser utilizado por la política. Y viceversa. En definitiva, y parafraseando el título del magnífico libro de Ronald Brownstein, un mundo regido por  the Power and the Glitter.

 

 

 

 

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