El tormento y el éxtasis. Above the vaulted sky
Llegamos a la mitad exacta de la segunda temporada de Penny Dreadful y el desarrollo del argumento no puede ser más prometedor. Todos los «seguidores» de la serie que intentamos ofrecer semana a semana el resumen del capítulo emitido coincidimos en una apreciación : esta temporada es mucho más compleja que la primera.
Y es compleja no solo por la gran cantidad de líneas y frentes abiertos en los que cada uno de los personajes adquieren independencia respecto del conjunto de monstruos extraordinarios que rodean a Sir Malcolm Murray sino, de manera muy especial, por el despliegue de técnicas de escritura ajustadas a la premisa inicial de cada uno de los episodios y que convierten la dramaturgia de Penny Dreadful es una perfecta maquinaria narrativa en la que nada sobra, en la que ningún elemento es gratuito o fortuito.
Si el primer episodio (Fresh Hell) introducía la hechicería como elemento esencial y presentaba a los personajes que harían la vida imposible a Vanessa Ives durante diez semanas, la segunda entrega (Verbis Diablo) configuraba a la suprema de nuestro coven victoriano, el tercer capítulo (The Nightcomers) recordaba el aprendizaje de Vanessa en la nigromancia bajo la tutela de Joan Clayton -interpretada de manera magistral por Patti LuPone– y el cuarto episodio (Evil Spirits in Heavenly Places) todos nuestros protagonistas eran víctimas del asalto de las brujas capitaneadas por la díscola Hécate; en el quinto episodio el espectador se convierte en voyeur de la intimidad de los personajes, de sus temores, sus debilidades, sus deseos y apetitos más elementales. Ya nos avisaron los productores de la serie -y nosotros también en su momento- de que esta temporada sería sorprendente, «horrorosa» y erótica. Pues bien, el sexo en sus distintas variables y el sentimiento amoroso como concepto conformarán buena parte de este episodio.

Sin embargo, el sexo en una noche tormentosa -un tópico más del Romanticismo que atraviesa la serie- sirve para evidenciar las carencias de los personajes: la fragilidad del poético Calibán ante cualquier tipo de relación sentimental o intereacción social; la lucha interna entre Ethan Chandler y su divided self o, si se prefiere, la búsqueda de la propia identidad y su papel en el desarrollo de los acontecimientos; la enfermiza necesidad de paz por parte de una Vanessa que sufre lo indecible en esta temporada y que tendrá en la religión un refugio un tanto incierto; la innegable liberalidad del postmoderno Dorian Gray en su búsqueda de un alter ego fuera de su retrato; o, finalmente, la autorepresión de un Víctor Frankenstein lastrado por la figura materna y su pronta desaparición.
Una noche tormentosa plagada de personajes atormentados pero profundamente humanos que cuestionan su existencia y que proponen muchas variables dignas de estudio, esta vez ya más académico: la estructura laberíntica, las citaciones, las características del formato antológico, los elementos hipertextuales o los elementos cotextuales e hipotextuales entre otras muchas. Unos personajes cuya dialéctica se hace cada vez más complicada y fascinante haciéndonos olvidar por un momento la hechicería, aunque los guionistas se empeñen en recordarla a lo largo del episodio con algunas escenas auténticamente macabras (de nuevo con la serie B como formato referencial) que, por razones obvias, no desvelaremos.
Sobre todos ellos flota el espíritu del poeta John Clare y del texto recitado en una escena del capítulo por Eva Green y Rory Kinnear que ofrecerá la premisa y el título al episodio