«La configuración conyugal»: episodio 1, temporada 12 de The Big Bang Theory
El principio de la que va a ser la última temporada de The Big Bang Theory (lo escribo para irme haciendo a la idea, pues me va a costar asimilar su despedida), nos deja con ganas de haber visto qué ocurría en la propia fiesta después de la ceremonia de la boda de Amy y Sheldon. Con ello, nos hemos perdido las posibles peculiaridades de la tarta de novios, o ver bailar a Sheldon y a Amy (por no pensar en los pasos discotequeros de sus singulares amigos: habría sido todo un espectáculo)… ‘¡Qué pena! Me estoy riendo sólo con imaginármelo. Creo que habría dado mucho juego, pero bueno. El hecho es que la temporada pasa de la boda del episodio final de la temporada anterior a mostrar el viaje de novios de una de las parejas más peculiares de la televisión de todos los tiempos: Amy y Sheldon.
Teniendo esto en cuenta, a nadie le sorprenderá que éste incluya una estancia en Legoland (que da la oportunidad a Sheldon de mostrar su amor -y maestría- a Amy ofreciéndole un desayuno hecho con fichas de Lego), para pasar después a Nueva York para ver las dos partes de Harry Potter y el Legado Maldito, y la visita turística (en la que no para de corregir al guía, avergonzando así a su esposa) a los lugares donde Nikola Tesla «vivió, trabajó y se fue volviendo loco poco a poco». A este «romántico» programa hay que sumar el diseño, por parte del recién casado, de un cronograma completo organizando sus relaciones más íntimas que, como es lógico, pone de los nervios a la pobre Amy. Lo bueno de esta pareja es que, por medio del diálogo sincero (que se torna un tanto surrealista al llevarse a cabo con dos perritos calientes apuntando a Amy en manos de Sheldon), acaban aclarando sus diferencias y explicando sus necesidades y carencias, y gracias a ello, volviendo a mostrarse tan enamorados como siempre y felices uno al lado del otro. Deberíamos aprender de ellos. En este sentido, quiero añadir, además, a favor de Sheldon (reconozco que soy fan suyo), que conmueve comprobar que Sheldon ha diseñado el horario de sus relaciones por su miedo a que, teniendo en cuenta no es una persona «particularmente física» y que, por ejemplo, cuando era niño afirmaba querer ser de mayor un cerebro -en un bote-, se le pasara el atender debidamente a su mujer en lo que consideraba que podía ser un componente fundamental en su relación, y así, perderla en manos de otro hombre. Estaba planificando algo que parece desvirtuarse si se planifica, pero lo estaba haciendo por amor, y ese sí que es un ingrediente que no debe faltar en las relaciones.
Algo similar y, a la vez muy distinto (paradojas de la vida y de la serie que, a su manera, trata de reflejarla), parece ocurrirle a otra pareja: la formada por Leonard y Penny. Leonard, que suele ser la parte más débil de este matrimonio, confiesa a su esposa que los roles que cada uno de ellos encarna en su relación se parecen a los representados por los padres de Amy. Tengamos en cuenta que el padre de ésta tan anulado, que llega al límite de no poder ni abrir la boca cuando habla su dominante y abusiva mujer. De hecho, en este episodio se encuentra recluido en el apartamento de su hija para distanciarse (y protegerse) de Mrs. Fowler, que se aloja en el apartamento de Leonard y Penny. Podemos imaginar sin grandes esfuerzos la gracia que hace a Penny este desafortunado (pero más que realista) símil de su asustadizo esposo. Si en el caso de Amy y Sheldon la sinceridad y el diálogo juegan siempre a su favor, en el de Leonard y Penny no puede decirse lo mismo. Así, pues, el pobre Leonard, enamorado como está de su chica, prefiere retractarse y negar lo que realmente piensa (y es cierto y evidente) con tal de que ésta se ponga contenta con él. (Táctica que no garantiza la durabilidad en una relación, además de ser injusta para él).
Pero no todo en este episodio gira en torno a las parejas y la necesidad de comunicación sincera. Éste deja hueco también para una de sus características típicas: la presencia de cameos. Esta vez, además de los ya recurrentes Teller y Kathy Bates (padres de Amy), las estrellas invitadas vienen de la mano de un Raj que cada vez tiene más seguridad en sí mismo. De hecho, llega al punto de venirse arriba y compararse con personalidades del ámbito científico que han alcanzado gran fama, como Neil deGrasse Tyson. Raj mantiene con él una especie de pulso dialéctico a través de Twitter del que va saliendo bastante airoso. Pero cuando Tyson le hace enfrentarse con él cara a cara (aunque sea por teléfono, pero hablando directamente), Raj muestra la cobardía propia de tantos que se envalentonan en los chats escritos y que se vienen abajo cuando la conversación no cuenta con el escudo de las pantallas. También de aquí podemos aprender y no es necesario explicar qué. Satisfecho por su hazaña, Tyson aplica la misma técnica de sacar a la palestra a otros «colegas» científicos via telefónica, propiciando así la aparición del segundo cameo del episodio: Bill Nye, (conocido como the Science Guy, por haber presentado el programa infantil de ciencia de los 90 llamado Bill Nye the Science Guy) que, temiendo a su interlocutor, no duda en colgarle el teléfono directamente sin mediar palabra.
Expectativas futuras: mi mayor curiosidad gira en torno a la pareja «Leny»: muchas son sus diferencias y siempre parece ceder el mismo («Le»). Peligroso. En cambio los Shamy, parece que van a seguir viento en popa. A ver si acierto en mis pronósticos.