Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«La Novia», la fragilidad de un mundo de cristal

El teatro y la literatura en general han sido uno  grandes suministradores de argumentos para el celuloide o las cámaras digitales. Esta constatación es, sin duda, el camino más directo para empezar a hablar de  «La Novia», la película dirigida por Paula Ortiz y que, tal como consta en sus títulos de crédito, está basada en el texto Bodas de Sangre de Federico García Lorca. Una obra basada a su vez en hechos reales y escrita en 1932 que nos cuenta la historia de una novia sin nombre que, el mismo día de su boda, huye con Leonardo su antiguo amor de tal manera que los celos, la infidelidad y la ruptura del código de honor rural va a desencadenar una tragedia que afectará a todos y cada uno de los personajes.

Pero si hemos de ser sinceros, en este punto  no nos interesa excesivamente -y al espectador tampoco- si la película se mantiene fiel al texto original o no, ni tampoco nos interesa establecer comparaciones con otras propuestas cinematográficas de la misma obra en las que el argumento ha sido trasvasado a otras etnias  o géneros (como es el caso de Souheil Ben Barka o Carlos Saura). Ya habrá personas que, adoptando un modelo teórico u otro, más amplios o más restrictivos, más arqueológicos o contemporaneizadores, se dediquen a diseccionar de manera pormenorizada  el texto fílmico que se nos propone.

Y es que «La Novia» tiene una entidad propia y despliega una narración en la que, el argumento suministrado por el texto teatral, se pone al servicio de la construcción de  los personajes femeninos.  Un planteamiento que bien podría relacionarse con el  de la primera producción de Paula Ortiz,  De tu ventana a la mía (2011), en la que tres mujeres de épocas diferentes cuentan sus historias personales de amor y desamor, de sueños rotos y que, tal como comenta la propia directora, se enfrentarán a una encrucijada vital marcada por un destino no aceptado.

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Un momento del rodaje de «La Novia»

Tanto una como otra van a compartir dos aspectos que bien podrían empezar a considerarse como marca propia de  esta joven zaragozana nacida en 1979, licenciada en Filología Hispánica, doctora por la Universidad de Zaragoza, profesora de análisis fílmico e historia del cine, formada en dirección en la Tisch School of the Arts y la UCLA, directora de cinco cortometrajes, fundadora de la productora Amapola Films y Get in the Pictures, y miembro de la Asamblea de Mujeres Cineastas de España y de la European Women Audiovisual Network:  la introspección de personajes que están entrelazados casi de manera mágica -trágica o no-,  y la poesía como muestra de lo que ella misma exige a sus alumnos y que no es otra cosa que guiones «con significado emocional único». Y lo va a hacer en una simbiosis desde nuestro punto de vista perfecta.

Por eso no resulta extraña la elección del texto de Lorca que será convenientemente redirigido (no adaptado ni modificado en esencia) hacia el cumplimiento de esos fines. Y aquí sí que debemos recurrir parcialmente al texto lorquiano en el que se encuentran diseminadas las ideas que Ortiz reconducirá brillantemente desde las primeras escenas -impactante cenital- de su película: el desarrollo de los acontecimientos cuyo final ya conoce el espectador, la presentación física de los personajes que intervendrán en la historia pero especialmente, el entorno en el que se moverá el personaje de la novia o, más concretamente, que engullirá a la protagonista de la narración. Un entorno yermo, geográficamente desubicado y esencialmente atemporal.

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Leonardo (Álex García) y la novia (Inma Cuesta) en el momento de la boda

Si bien los puntos esenciales del argumento lorquiano van a ser mantenidos, «La Novia» va a presentarnos la relación del triángulo tan particular que forman desde la adolescencia los personajes de la novia, el novio y Leonardo. Un esquema de complicidad-amor y de aceptación de su rol por parte de cada uno de ellos y que tanto nos recuerda al triángulo formado por Jules, Jim y Catherine de François Truffaut. La contraposición de los personajes masculinos no puede ser más evidente: el novio (Asier Etxeandia) se parapetará tras sus gafas de intelectual tímido probablemente, mientras Leonardo (Álex García) será la pasión, morena y a caballo, dos de las imágenes reiteradas constantemente en los textos de Lorca. Entre ambos literalmente se situará la novia en todo momento tal como nos muestra la disposición escénica en el film. Todos ellos tendrán en el bosque su espacio vital, enfrentado al espacio en el que se desenvolverán el resto de los personajes.

Justamente ambas contraposiciones, la física y la espacial, van a marcar la composición de «La Novia» y su estética esencialmente simbólica afectando especialmente a los personajes femeninos a los que acabará de configurar: la novia (Inma Cuesta) que se debate entre el amor hacia dos polos opuestos encarnados por su prometido y Leonardo,  la madre del novio (Luisa Gavasa) anclada en el amor hacia su esposo asesinado que proyecta casi literalmente en su hijo, un modelo en el que la novia no quiere verse reflejada, y, finalmente,  la esposa de Leonardo (Leticia Dolera), una mujer  que rechazará de la manera más emocionalmente impactante cualquier cosa que le recuerde a su esposo infiel y, por extensión, a un esquema sumiso respecto a la figura masculina.  El anclaje de la madre en el pasado va a tener su correlato espacial en salones, patios, porches  y lugares de paso en los que siempre está acompañada por las mujeres menos jóvenes (que no mayores) del lugar;  veremos a la esposa de Leonardo permanentemente encerrada y con su hijo a cuestas y, finalmente, a la novia debatiéndose entre dos mundos: el social y el personal.

Un espacio de cristal -y de espejos donde reflejarse-  en el que siempre está presente el caballo bien físicamente, bien metafóricamente, como también estará presente la luna y la presencia de una mendiga multifuncional para ella y para el resto de los personajes. Un mundo laberíntico -y en ciertos momentos chamánicos tal como vemos en la magnífica escena del baile de bodas- que servirá para presentar de manera extraordinaria la evolución interna del personaje femenino central de la película que, casi sin saberlo, condicionará el devenir y el destino del resto de mujeres que la acompañan.

Jorge Fuembuena
La novia en el día de su boda: el mundo laberíntico de los espejos

La calificada por algunos críticos de una manera un tanto absurda desde nuestro punto de vista como «versión libre» del texto de Lorca es mucho más que una adaptación (si es que lo es) de la obra del autor granadino. Por ello, nos alegramos extraordinariamente de las 12 nominaciones que «La Novia» ha conseguido esta misma semana para los Premios Goya, sin duda un buen reclamo para que aumente el número de espectadores para la película pero, lo cierto es que, con nominaciones o sin ellas, el visionado de «La Novia» es imprescindible.

 

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