Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La sencilla efectividad de ‘El Comisario Montalbano’

La serie de televisión El comisario Montalbano (Il commissario Montalbano, RAI, 1999-2013), emitida en España en La2, es una adaptación de las novelas de Andrea Camilleri –quien se ha encargado de la adaptación de los guiones– y recoge las andanzas de un comisario siciliano en el pueblo ficticio de Vigàta, en la imaginaria provincia de Montelusa. Las novelas –la primera se publicó en 1994 bajo el título La forma del agua–, han sido traducidas a más de veinte idiomas y la ficción seriada se ha emitido en más de sesenta países, convirtiendo a Montalbano en un personaje imprescindible de la cultura popular italiana. La popularidad de la ficción ha provocado cierta mitomanía y hoy se puede recorrer Sicilia mediante tours turísticos que permiten conocer los escenarios más emblemáticos de la serie de televisión.

Dirigida por Alberto Sironi, su protagonista principal está interpretado por Luca Zingaretti. Consta de veintidós capítulos de una hora de duración, todos ellos rodados en el sur de Sicilia. En 2012 se estrenaba la miniserie de seis episodios El joven Montalbano (Il giovane Montalbano), cuya adaptación también ha corrido a cargo de Camilleri y que en estos momentos emite La2. Esta precuela permite conocer la juventud de todos los personajes.

El nombre del protagonista, Salvo Montalbano, es un homenaje de Camilleri al desaparecido Manuel Vázquez Montalbán. Este comisario solitario y honesto, al contrario de sus colegas nórdicos, siempre atormentados y mal alimentados, es un amante de la literatura y de la buena mesa. Saborea, en cada capítulo, estupendas recetas de pescado fresco, pasta casera y vino blanco. Tiene una novia, Livia, a la que ve poco porque vive en Génova y disfruta de baños de mar y del buen café italiano cada mañana. Alérgico a las novedades tecnológicas, Salvo ni siquiera utiliza teléfono móvil y su coche es antiguo y modesto.

En la comisaría, sus colaboradores son todos hombres: el vicecomisario Mimi Augello, un galán mujeriego; los inspectores Fazzio y Gallo, el agente Galuzzo y el hilarante Agatino Catarella, policía encargado de la centralita telefónica, de pocas luces y vocabulario incomprensible. Montalbano es respetuoso con la ley –o intenta serlo siempre que puede– pero también es heterodoxo en sus métodos.

Se trata de una serie austera y elegante, muy alejada estética y narrativamente de las series norteamericanas de detectives. De ritmo pausado, recoge la luz mediterránea y el amor por los placeres de la buena vida, especialmente la gastronomía, al tiempo que retrata a Sicilia desde una óptica ambivalente: abandonada por los poderes políticos y por la propia policía y con la Mafia como protagonista de las tramas –aunque no siempre de las principales–, es sin embargo luminosa y seductora estéticamente. Una Sicilia de décadas atrás que aparece en cada episodio bajo los magníficos colores mediterráneos: el azul del mar, el amarillo de la tierra, el verde de los olivos, el rojo de los manteles. Es una Italia ficticia que, sin embargo, recoge la realidad de una isla llena de vida y de bella naturaleza.

El comisario Montalbano no es una serie de detectives estereotípica. No es nostálgica ni atormentada; su iluminación no es oscura ni su ambientación es húmeda o fría. Frente a la lluvia y el cielo gris de las series nórdicas, el paisaje que rodea a Salvo es el de la luz y el sol mediterráneos. Frente a la tecnología y el artificio científico de las series norteamericanas, en Montalbano es la observación y la deducción lo que resuelve los misterios y crímenes. Frente a los retorcidos conflictos interiores de los protagonistas mainstream, la honestidad y simplicidad de Salvo Montalbano insufla un aire de autenticidad a la ficción televisiva policíaca. Si las novelas de Camilleri son imprescindibles para amantes del género negro, la serie de televisión es el complemento perfecto para seguir las andanzas del siempre interesante Salvo, estupendamente intepretado por Zingaretti.

 

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