Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Las March han vuelto: «Mujercitas» para el siglo XXI

Para varias generaciones de lectoras estadounidenses, e incluso para algunas de otras culturas, la novela Mujercitas, de Louise May Alcott (1868) es un clásico. Una historia de aprendizaje y sororidad, de resiliencia y valentía femeninas en el contexto de la Guerra Civil americana que ha sido adaptada a la gran pantalla en al menos seis ocasiones. También ha cobrado vida en los escenarios, se ha visto como película o serie para televisión, y ha llegado a representarse como ópera. Es, por tanto, un texto de larga vida e influencia que, por su temática y el trato que habitualmente ha tenido en entornos educativos, ha llegado sobre todo al público femenino. Su versión cinematográfica más reciente se estrenó hace solo unos pocos meses, en 2019, bajo la dirección de Greta Gerwig, artífice de la celebrada Lady Bird.

El universo ginocéntrico de Alcott vuelve a aparecer en la película de Gerwig, con las cuatro hermanas March (Jo, Meg, Amy y Beth) y su madre Marmee (una serena y digna Laura Dern) luchando para salir adelante mientras su padre está en el frente haciendo lo propio. Aquí las acompaña, para darles cierto apoyo económico y consejos no siempre bienvenidos, la Tía March, interpretada por una impecable (¿cómo no?) Meryl Streep. Tal y como sucede en la novela, los hombres que las rodean son importantes como personajes funcionales, pero todo gira alrededor de ellas y sus interacciones.

El elenco de hermanas es desigual en cuanto a fama y talento: Florence Pugh como Amy y Eliza Scanlan como Beth hacen un trabajo interesante, pero sus rostros no son tan conocidos para la audiencia como el de Saoirse Ronan, que borda a la indomable Jo, o desde luego el de Emma Watson, quizá más desabrida de la cuenta en su papel de Meg. El vecino/amigo/pretendiente Laurie cobra vida gracias a Timothée Chalamet, que se queda pequeño –en todos los sentidos– ante las cuatro chicas March que ha elegido Greta Gerwig.

Además de algunos ajustes de menor importancia (como los cambios en el personaje del pretendiente extranjero de Jo, que además de ser más joven pasa de alemán a francés), dos son las novedades fundamentales de la adaptación de 2019: por un lado, el uso de dos líneas temporales que se van alternando para mostrar a las cuatro mujercitas como jóvenes-casi-niñas y como jóvenes-ya-mujeres, lo cual permite apreciar muy claramente su evolución. Por otro lado, el juego con estrategias de autoficción que mezclan elementos de la vida de la autora de la novela con puntos clave de la trama de ésta. La enérgica Jo March, que desde su nacimiento en el texto es la hermana que adquiere un mayor protagonismo por sus ideas y comportamientos poco convencionales, consigue aquí poner en cuestión un elemento fundamental de la literatura canónica y del cine de Hollywood: el concepto de final feliz.

Si bien es cierto que la primera mitad de la película es algo lenta, el ritmo que adquiere cuando Jo toma las riendas de la narrativa (y de su vida) compensa al público. El despertar del relativo letargo inicial es tan intenso, y la contribución de la actriz que presta su cuerpo a Jo tan poderosa, que la sensación última es de satisfacción con el conjunto. Las tres mujeres y una mujercita que la vimos juntas cuando se estrenó en España compartimos esa impresión en su momento. La Academia de Cine estadounidense parece haberse quedado también bastante contenta, ya que la película tiene seis nominaciones a los Oscars que se entregarán en Los Ángeles en unos días, incluyendo Mejor Película. Yo desde aquí les diría que vayan a verla antes de que se repartan los premios, porque gane o no gane, merece su tiempo y atención.

 

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