Misfits
Desde su inicio esta serie, que se emitió originalmente en el canal británico E4, destila originalidad, partiendo de un planteamiento aparentemente muy sencillo que va desembocando episodio tras episodio en argumentos de lo más hilarantes durante las cinco temporadas que la componen. Misfits ofrece un extraño mestizaje entre diferentes géneros, pero si hubiera que definirla de algún modo diría que se trata de una desternillante historia de superhéroes un tanto peculiares, donde el objetivo, lejos de ser salvar el mundo, es sobreponerse a cada una de las complicaciones que aparecen por el camino, en general ocasionadas por los propios personajes.
Todo comienza cuando un grupo de jóvenes que se encuentran en su primer día de servicios a la comunidad tras haber cometido delitos menores (sólo por poner un ejemplo, uno de ellos habría robado golosinas en una tienda) se convierten en víctimas o beneficiarios de los efectos de una tormenta eléctrica que les dota, sin comerlo ni beberlo, de poderes sobrenaturales. De aquí en adelante la serie se convierte en una exploración de las vicisitudes de la personalidad de cada uno de sus protagonistas, cuyos poderes se van descubriendo a medida que otros personajes secundarios, también afectados por la tormenta, van entrando en sus vidas, en la mayoría de ocasiones con intenciones oscuras. Sobre alguien debe recaer la responsabilidad de desempeñar el papel de villano.
Este planteamiento, que en principio podría considerarse como un ejemplo más de una historia de superhéroes adolescentes al uso, se vuelve idiosincrático cuando le añadimos uno de sus componentes principales, si no el más destacable: un humor ácido, en ocasiones incluso negro. En este sentido, el personaje que indiscutiblemente lidera las dos primeras temporadas es sin duda Nathan Young (interpretado brillantemente por Robert Sheehan), quién nos ofrece grandes dosis de risa gracias a su jocosa personalidad y a su comportamiento escatológico, siempre sorprendiendo con comentarios, actitudes y acciones de lo más reprobables desde la perspectiva de lo políticamente correcto.
La pérdida de este actor debió de ser un duro golpe para la producción de Clerkenwell Films, y en cierto modo un gran porcentaje de los fans no podíamos imaginar una tercera temporada sin él, ya que sin ánimo de desmerecer a los otros personajes (¡en absoluto!), Nathan era indudablemente el eje central y el que echaba a rodar cada episodio (tal vez junto con Simon Bellamy, interpretado por Ewan Rheon en el papel de adolescente marginado). Sin embargo, la estrategia adoptada para asegurar la supervivencia de la serie fue de lo más efectiva. Cuando desaparece un personaje la lógica parece exigir que se introduzca uno nuevo para cubrir la baja, pero este paso en muchas ocasiones termina por dar al traste con la esencia de la producción en cuestión.
Pues bien, esto no es lo que sucede con Misfits, y si bien es cierto que la quinta y última temporada flojea algo más que las anteriores, la introducción del personaje de Rudy Wade (Joseph Gilgun) salvó dos temporadas, y lo que es más, no supuso el declive del nivel ofrecido hasta entonces. La serie se sobrepone a la pérdida de Nathan gracias a la introducción de un personaje ampliamente más ácido (algo que parecía imposible de lograr) pero que a su vez también consigue emocionarnos al terminar por mostrarnos su lado más humano. Y es que no debemos olvidar que, pese a la prevalencia de los componentes de acción y humor, al fin y al cabo nos encontramos ante una serie protagonizada por adolescentes o post-adolescentes, lo cual suele ser (y Misfits no es una excepción a este respecto) sinónimo de problemas emocionales no depurados y de la búsqueda de una identidad, con lo cual sería un error descartar el componente dramático.