Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Reseña de «Padre no hay más que uno»

Si tuviera que resumir la nueva peli de Santiago Segura, Padre no hay más que uno, en una sola palabra, yo usaría «catarsis». Porque eso es lo que se respiraba en la sala de cine la tarde que fui a verla. Una sala llena de padres que, como yo, buscamos una proyección que pudiéramos ver con nuestros hijos y que nos liberaran de la esclavitud de perpetuidad de los dibujos animados. Además de eso, nos encontramos riéndonos a carcajadas que plasmaban no solo la gracia que pudieron hacernos las situaciones representadas (como el bigote ahicharrado de la hija mayor, la pequeña deambulando por la casa disfrazada de folclórica cantando incansablemente temas de la Pantoja micrófono en mano, o la encarnación por parte del chico -que, por cierto no deja de plantear preguntas complejas- de roles de distintos superhéroes que acaban en sonoros porrazos contra el suelo o la pared), sino también la expresión del reconocernos plasmados en muchas de ellas. Por otra parte, poniendo la risa en relación con tema central de la película, pienso que el humor puede ser un buen punto de partida para reconocer la realidad e intentar después cambiarla. En este caso, la peli demuestra de forma histriónica el dato estadístico (nos guste o no) de que las mujeres seguimos siendo mayoritariamente las que nos encargamos del funcionamiento de la familia en su día a día, trabajemos fuera de casa o no.

Creo que Santiago Segura demuestra tener de nuevo buen olfato comercial (y no lo digo sólo por el hecho de que incluya reclamos como el Rubius): nuestra sociedad está llena de padres; luego, una peli que los refleje y les haga pasar un buen rato, contará con un gran nicho de mercado, uno que, además, le ha ido haciendo gran publicidad con el boca a boca (que sale barato y es muy efectivo). En este nuevo ámbito familiar, cuesta reconocer al Segura de otras épocas, autor a principios de los 90 de cortometrajes como Evilio, Perturbado y Evilio vuelve; eso por no hablar de su archiconocido Torrente. Y cuando digo «ámbito familiar» puedo hacerlo literalmente, ya que en la película de esta gran familia de 5 hijos (diez menos que los de La gran familia, famosísima película de 1962 que -aunque con grandes diferencias- resulta inevitable relacionar con esta), dos de sus miembros son sus propias hijas en la realidad: Calma y Sirena Segura, que no lo hacen nada mal, por cierto.

Este más sereno Santiago Segura se viene decantando últimamente además por las adaptaciones de éxitos ya existentes. Así lo pudimos comprobar el año pasado con su Sin rodeos, que versionaba Sin filtro, de Nicolás López, de 2016. Y así lo ha hecho con Padre no hay más que uno, basada en la película argentina Mamá se fue de viaje (dirigida por Ariel Vinograd), que en solo un par de años ha visto cómo se hacían varias versiones suyas, como las de Italia, México y ésta española, coescrita entre Santiago Segura y Marta González de Vega (como ya hicieron en Sin rodeos). No obstante, la versión española no es una mera copia de la argentina, sino que incluye diferencias, como en el número de hijos, al que suman uno, algunos chistes, la atención al viaje paralelo de la madre, o la inclusión de personajes famosos en España, entre los que cabe destacar a los que representan personajes secundarios, tales como Silvia Abril (cuya actuación, en mi opinión, resulta demasiado exagerada), Leo Harlem, Goizalde Núñez (que yo hubiese «explotado» un poco más), Fernando Gil, Anabel Alonso o Pepa Charro; y un considerable número de cameos (a los que Segura es tan aficionado), como los del ya mencionado Rubius, y los de Ona Carbonell, Carlos Baute, y Boris Izaguirre.

La película es ligerita, la película es propia de la liviandad del verano, pero, si eres padre, especialmente si eres madre, te sentará bien. Quizá acabo de ofrecer una visión muy utilitaria, poco romántica, pobre… Vale. Pero, eso de reconocer en la gran pantalla tu día a día (este «tu» es general; no me refiero a nadie en concreto, jajaja), es una buena sensación. Podría hacer una larga lista de los elementos a los que me refiero, pero, por no aburrir (si no eres padre), citaré solo algunos. Ya desde el principio, ese marido que ante situaciones complicadas se limita a decir, sin dejar de mirar la pantalla de su ordenador, frases como «es que no te organizas», o «no te pongas nerviosa»; o que, el día que tiene que recoger a los hijos no sabe ni en qué curso están ni es reconocido, claro, por la seño; también desconoce en qué actividades extraescolares están apuntados sus niños (y, por supuesto, el horario), o a qué son alérgicos; el padre que se agobia al ser incluido en el grupo de whatsapp de «padres» del colegio (o los subgrupos del mismo grupo) en el que el 99% de los participantes son mujeres, y que no entiende (yo tampoco) por qué hay que responder innecesariamente a ciertas preguntas como «Mi hija ha perdido su gorrita rosa con un unicornio y su nombre. Si alguien la tiene, que me lo diga, por favor»: a esto siguen 24 mensajes diciendo «yo no la tengo», menos uno, el de quien la ha encontrado. Eso por no mencionar los 25 mensajes de «Que se mejore» que siguen al aviso de que uno de los niños está enfermo. ¡Anda que los referidos a los piojos…! Y así podría seguir poniendo ejemplos de la catarsis que mencionaba al principio de esta entrada hasta la saciedad, pero debo ir terminando.

En resumen: película que, en clave de humor, pone de relieve las dificultades que encontramos hoy en día los padres -especialmente las madres- para llevar a cabo todas las tareas eficientemente y no perder la cordura. Se nos llena la boca con lo de la «conciliación familar» pero estamos muuuuy lejos de facilitar la vida de las familias (sean del tipo que sean). Estas dificultades, aunque siguen siendo mayores en el ámbito femenino, también afectan a los padres incluso en la película, donde vemos cómo cuando el padre tiene que hacerse cargo del día a día de sus hijos, su rendimiento profesional también se ve afectado al máximo. En este caso, una vez más, me atrevo a decir que la realidad sigue superando a la ficción, aunque pueda parecer exagerado. Ojalá existan más iniciativas para llamar la atención sobre este grave problema. Todos seríamos mucho más felices, porque la mayor parte de la sociedad está formada por familias (del tipo que sea), y esto es un dato estadístico.

 

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