Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Reseña: «Evil Children in the Popular Imagination» (Renner, 2016)

El vasto libro de Karen L. Renner (Evil Children in the Popular Imagination, 2016) representa un trabajo capital acerca de las identidades de niños malvados que se han ido introduciendo en nuestra memoria colectiva y en nuestro imaginario cultural dentro del panorama académico contemporáneo. Se plantea como un trabajo resultante de una línea que, junto con otros académicos, inició con su contribución en la revista Lit: Literature Interpretation Theory en 2011 y que no había recibido atención hasta la fecha con lo cual se podría concebir como una línea de investigación emergente e indudablemente, atractiva para todos aquellos interesados en las representaciones identitarias infantiles no normativas.

Esta línea que concebimos como emergente viene acompañada de una gran proliferación de productos culturales y audiovisuales que tienen como principales protagonistas o líneas narrativas principales a niños cuya figura se ha convertido en una potente fuente de empoderamiento y de transgresión de las distintas concepciones que se han atribuido a su(s) identidad(es), más allá de la inocencia, la vulnerabilidad o la inocencia romántica para centrarse en el potencial malvado secretamente guardado en algunas de las representaciones infantiles.

No obstante, la exploración de estas identidades malvadas o perversas en la infancia tienen su origen en la década de los cincuenta en novelas cortas como The Small Assassin (1946) de Ray Bradbury o la obra It’s a Good Life (1953) de Jerome Bixby, algunas de ellas después adaptadas al cine como The Bad Seed (1954) de William March The Lord of the Flies (1954) de William Golding. Estas obras y autores servirán de precedente a otros conocidos autores como Shirley Jackson, Flannery O’Connor o Joyce Carol Oates para poner su punto de mira en los personajes infantiles desde una perspectiva gótica.

Sin embargo, la novela de Ira Levin Rosemary’s Baby (1967) y la adaptación cinematográfica de Roman Polanski constituirían, junto a la novela de William Peter Blatty The Exorcist (1971, piezas clave que influenciarían a numerosos novelistas y directores de la década de los setenta, quienes utilizarían la figura de los niños perversos como los grandes protagonistas de sus novelas y que se introducirían en la memoria cultural de lectores y de espectadores y, en la actualidad, piezas clave en el bagaje cultural y cinematográfico de la audiencia fan de esta ficción junto con otras obras icónicas como It’s Alive (1974), The Omen (1976), Children of the Corn (1977), The Shining (1977) o también Firestarter (1980) o Pet Sematary (1983). No podemos sino remarcar el creciente interés por este tipo de narrativa, de acuerdo con las palabras de Renner (2016: 5) “Today’s pervasive obsession with evil children narratives is thus a crescendo that has been building since the 1950s and which so far shows no sign of quieting”.

Así pues, más allá de la construcción de una teorización sobre la (supuesta) maldad o perversidad de distintos protagonistas infantiles que encajarían dentro del concepto de “evil child”, Renner es capaz de atribuir una causa, una razón para las acciones malvadas o perversas llevadas a cabo por protagonistas infantiles, ajena a su propia persona, exculpándolos de su (supuesta) responsabilidad sobre las mismas. Según esta premisa, se descarta la posibilidad de la perversidad real sobre la figura infantil y justificando sus acciones a la corrupción ya sea por causas biológicas, por familias disfuncionales, influencias dolorosas o corruptos valores sociales.

Tal y como Renner señala (2016: 8): “The forces potentially responsabile for creating evil children can be imagined as realms of influence that radiate ever further outward from the child: from defective biology, to dysfunctional families and flawed upbringings, to harmful influences, improper schooling, and corrupt social values and practices”.

De este modo, cada actuación considerada como malvada o perversa y llevada a cabo por protagonistas infantiles puede corresponderse con causa o fuente de maldad distinta, ajena a su propia responsabilidad que conducirán al establecimiento de una clasificación de “evil children” que marcarán la propia estructura del libro.

El capítulo 2 “Monstruous births” examina las narrativas que se identifican con el origen biológico del mal asociado a la “maternal impression theory” (previa a la teoría genética) según la cual se sostenía la creencia de que las deformidades infantiles dependían de las experiencias traumáticas o los deseos “anormales” (utilizando su nomenclatura) de sus propias madres.

El capítulo 3 “Gifted children” se centra en protagonistas infantiles con poderes sobrenaturales (como la telepatía o la telekinesis) entendidos como representaciones simbólicas de teorías del desarrollo o bien exploraciones de los efectos psicológicos del abuso familiar o el abuso por parte de las instituciones sociales utilizando un enfoque psicoanalista según el cual el abuso infantil repercute en el desarrollo de posteriores actitudes violentas e incluso criminales.

El capítulo 4 “Ghost Children” representa el tipo de “evil children” más común conocido internacionalmente. Los fantasmas encuentran en los niños víctimas vulnerables sobre los cuales pueden intentar potencialmente satisfacer sus ansias de venganza, en algunos casos.

El capítulo 5 “Possessed children” proyecta los efectos de las posesiones de espíritus demoníacos que se apoderan de los protagonistas infantiles con carencias afectivas principalmente en posesiones de niñas y/o adolescentes.

El capítulo 6 “Feral children” pone el foco de atención a niños entendidos como víctimas de la sociedad, de la guerra mientras que el capítulo 7 “Changelings” se centran en representaciones de personajes que actúan o hablan como niños y que son, en realidad, aliens, zombies o vampiros cuyas identidades se están convirtiendo, crecientemente, en familiares.

Referencia:

Renner, K. J. Evil Children in the Popular Imagination. New York: Palgrave Macmillan, 2016.

 

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