Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Ritos y perversiones: la «Suspiria» de Luca Guadagnino (2018)

Si nos pusiéramos a revisar la filmografía de Luca Guadagnino, pocos podrían atribuirle la nueva versión de Suspiria, estrenada hace apenas una semanas en territorio nacional. Seguramente, porque las producciones del cineasta siciliano siempre se han centrado en historias ambientadas en las veraniegas zonas del Mediterráneo o en fincas señoriales de la Toscana. Prueba de ello son sus largometrajes Melissa P. (2005), Io sono l’amore (2009), A bigger splash (2015) o la más reconocida Call me by your name (2017). Todas ellas girarán entorno a familias o personas de alto poder adquisitivo o con cierto reconocimiento social que explorarán a partir de sus circunstancias vitales algunas transformaciones individuales, muchas de ellas relacionadas con el secretismo y el (re)descubrimiento sexual. Así, con Suspiria, el director italiano hace un esfuerzo por reinventarse a sí mismo, aún manteniéndose fiel a las temáticas exploradas en su filmografía. Y, hay que decir, que esta reinvención ha situado a su último film como uno de los más interesantes y debatidos del 2018. Pero, mejor vamos por partes.

En la década de los 60′ aparecería un nuevo subgénero del terror europeo bautizado como giallo italiano que revolucionaría la forma de entender el horror y que serviría de referente para muchos autores posteriores (John Carpenter, sin ir más lejos). Entre los cineastas destacados surgirían nombres como Mario Bava, Lucio Fulci y, el que está considerado el gran exponente del género, Darío Argento. Este último sería el que importaría este estilo a nivel internacional y que cosecharía un mayor número de éxitos. Así, su pieza cumbre se establecería con su largometraje Suspiria (1977) donde la combinación de una trama con trazos sobrenaturales y su espectacular apartado visual repleto de colorido – que se establecería como una de las principales características del género – proporcionarían una de las cintas más inquietantes e importantes de la historia del terror cinematográfico. Convertida en una obra de culto, Guadagnino nos presentará una especie de «remake» que seguirá las mismas premisas argumentales de su predecesora, pero aportando una mirada completamente nueva.

La película de Argento tiene uno de los viajes en taxi más inquietantes de la historia del cine

De esta manera, siguiendo con el argumento de la original, la trama nos situará en el Berlín de 1977 donde una joven norteamericana, Susie Bannion (Dakota Johnson), será la alumna recién llegada a la prestigiosa academia de danza de Madame Blanc (Tilda Swinton). Por supuesto, como también pasaría en la versión de Argento, pronto descubriremos que en la escuela se sucederán una serie de acontecimientos sobrenaturales y misteriosos que nos harán sospechar de la procedencia de las mujeres que habitan el centro. Entonces, si en la película del 1977 tendríamos que esperar hasta el final para descubrir que, en realidad, la escuela se trataba de un hogar de brujas; en esta reinterpretación se nos recordará desde el principio cuáles van a ser las reglas del juego y el origen ocultista de las profesoras.

En este sentido, el largometraje tomará un rumbo completamente distinto en el que el espectador presenciará cómo la llegada de Susie comenzará a truncar la estabilidad del coven, a la vez que se nos presentará la evolución de la joven para encontrar su identidad como bailarina. Dos elementos que tendrán una estrecha relación argumental y donde la danza tomará un rol protagonista (a diferencia de la versión original en la que la escuela de ballet era un simple contenedor de la acción). Intentando realizar una trama que mostrase más coherencia narrativa que su predecesora, encontramos muchos elementos interesantes que se exploran en la nueva Suspiria y que muestran una clara mirada contemporánea y postmoderna del guión de Argento.

La nueva Suspiria se ambienta en una escuela de danza contemporánea

Primeramente, la cinta tendrán la danza como eje principal de su discurso en el que cada ensayo será un paso más para Susie en su viaje hacia su máxima realización como bailarina. Un uso de la danza y del cuerpo (en el que encontramos a una Dakota Johnson completamente desatada y en perfecto control de su propia expresividad gestual) que Guadagnino pondrá en escena como si de un ritual iniciático se tratase. Un rito de liberación corporal y emocional a través de la danza que correrá en paralelo al papel que tendrá la joven en el coven, cuyo propósito final no desvelaremos. Tal como sucederá en films como The Witch (2015) y en series como AHS Coven (2013), Suspiria planteará una equivalencia entre la bruja como figura reivindicadora de la lucha contra el patriarcado y el rol de la danza como catarsis personal y social. Al igual que sucederá en la versión de Argento, el espacio cobrará un rol omnipresente en la cinta, donde la academia será una representación psicogeográfica de los personajes, y más concretamente, el de Susie.

Asimismo, Guadagnino también buscará alejarse de la corriente estética colorista del giallo – aunque lo recupere en su parte final – para focalizarse en una concepción más onírica y simbolista. Una puesta en escena que apelará al subconsciente y a la sensación de delirio y trauma que sufrirán los personajes creando una atmósfera perturbadora y asfixiante. Así, la experimentación con la forma será una de las bases visuales de Suspiria en la que el uso de la música y de la voz en off tendrán un papel esencial.

El delirio y el onirismo son las bases visuales de la película

Sin embargo, en el intento de buscar una lógica argumental más coherente que en las producciones del giallo (donde la mayor parte de la acción se sitúa en las escenas de asesinatos), Guadagnino incorporará una subtrama en la que nos situamos en la piel del Dr. Josef Klemperer (Tilda Swinton), un psicólogo que aportará una mirada externa al conflicto de la academia y que, según el propio director, pretendía realizar una reflexión sobre la Alemania de la postguerra. Un esfuerzo que quedará un tanto alejado de la trama principal y que tendrá a la actriz Jessica Harper (la Susie Bannion de 1977) como aparición estelar.

Recordando al estilo de películas como Madre! de Aronofsky, la Suspiria de Guadagnino nos presenta un juego perverso en el que es necesario entrar con una mente abierta. Un juego que, tal vez, nos planteará más preguntas de las respuestas que nos brindará. Respecto a la trama: ¿estamos ante un rito de descubrimiento o nos encontramos frente a un rito de reafirmación? Frente al largometraje: ¿nos encontramos frente a una obra maestra o ante un ejercicio de pretensión intelectual? Frente al futuro: ¿completará Guadagnino la «Trilogía de las Madres» de Argento (en las que enmarcan Suspiria de 1977, Inferno de 1980 y La madre del Mal de 2007)? Esta última parece ser la más difícil de responder. Sea como sea, esta nueva versión de Suspiria ha dado mucho de qué hablar; para bien y para mal. Y, sinceramente, cualquier película que provoque una reacción al espectador siempre será bienvenida.

 

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