Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

El auge, la caída y el resurgir de un batería sordo: «Sound of metal» (Darius Marder, 2020)

Imaginémonos que somos músicos. Tocamos la batería en un grupo de rock. Estamos en medio de una gira y a punto de sacar un álbum nuevo. Nos encontramos en el inicio de una carrera prometedora llena de grandes éxitos. De repente, un día, arreglando los preparativos para un concierto, nuestro oído se desvanece. No podemos escuchar apenas nada, no podemos oír más que unas voces que suenan demasiado lejanas para poder entender una sola palabra. Acudimos al doctor y nos dice que nuestro problema no tiene cura. ¿Qué hacemos ahora? Esta es la historia, el dilema, que aborda Sound of metal una producción de Amazon dirigida por Darius Marder que nos presenta la historia de Ruben, un batería de un grupo de metal que ha perdido un 80% de audición y debe debatirse entre sacrificar su salud y continuar con su carrera musical o cuidar del poco oído que le queda y comprender que su condición no es ninguna enfermedad ni un problema que se deba abordar con negatividad.

Para Ruben es muy difícil aceptar su sordera. A lo largo del filme aparece varias veces mirando a la nada, viviendo en una realidad o en un pasado en el que desearía estar

Riz Ahmed -a quien veíamos como secundario en filmes como Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014) y Rogue One (Gareth Edwards, 2016)- se pone en la piel del batería dándonos una gran interpretación que no sería de extrañar que llegase a estar al menos nominada en los premios de la Academia. Ahmed es todo un actor de método que hizo todo lo posible para poder sentirse en la piel de su personaje utilizando aparatos que anulasen su capacidad auditiva y que incluso le impidiesen oír su propia voz. El mismo actor sentía lo mimo que su alter ego y eso le hizo posible empatizar y comprender a este músico que se niega a aceptar la realidad. Pues por mucho que los doctores y su novia -la otra integrante de su banda con la que vive y se desplaza de concierto en concierto en una autocaravana- le digan que su obligación es cuidar de su salud y comprender que seguir con su carrera musical no tiene sentido y solo será algo perjudicial para él, Ruben hace caso omiso a todo ello, y eso le hace tropezar una y otra vez con la misma piedra.

Tras aceptar por fin la propuesta de su novia de rehabilitarse, el batería ingresa en un centro en el que personas con problemas de audición y que han sido además drogadictas acuden para superar sus problemas. Joe, quien lleva y gestiona el centro, le es muy claro a Ruben: lo que se trata no es de curar la sordera, sino de encontrar la paz mental, superar el miedo y la impotencia a estar sordo y aceptar que se puede tener una vida sana y gratificante como cualquier otra muy a pesar de no oír. Así, Lou (la novia de Ruben interpretada por Olivia Cooke) y el batería se separan por un tiempo mientras este último se rehabilita. Aunque le cueste comenzar y se muestre reacio a ello, el joven comienza a aprender lenguaje de signos, a tratar con niños y diferentes compañeros con los que comparte bellos momentos y forma grandes amistades. Por fin comprende estar en paz. No obstante, sigue empeñado en curarse y volver a su vida de antes. Eso le lleva a tomar una decisión que le saldrá cara.

Un doctor comprueba la audición de Ruben. El protagonista aparece encuadrado y encerrado en un pequeño cubículo que materializa la sensación de angustia que sufre

Siendo una película sobre el problema de la sordera, está claro que la banda sonora del filme jugará con la edición de sonido para conseguir hacernos sentir como el protagonista. El sonido va y viene dependiendo del punto de vista con el que nos sitúa la cámara. Cuando estamos con el protagonista, apenas oímos nada, todo suena como nos estuviesen hablando a través de un grueso muro que no deja traspasar el sonido o como si estuviésemos rodeados de agua que bloquea todo. En esos momentos de angustia silenciosa, la película nos permite escuchar lo que nuestro protagonista no puede. Pero su desdicha no nos es transmitida tan solo por el sonido, sino también por la imagen. Son frecuentes los encuadres en los que Ruben aparece encerrado y enmarcado a través de puertas, ventanas y demás elementos que nos transmiten la angustia que siente el protagonista, pues  expresa incesante su sensación de estar atrapado en una situación que le supera y le desconsuela. Cuando al final decide operarse, el sonido vuelve a ser un elemento esencial, pues los implantes sí le hacen oír al protagonista, pero todo lo que oye tiene un tono metálico y robótico (he aquí un juego con el título de la película) que deprime aun más a Ruben.

Lou apoya incondicionalmente a su pareja, se preocupa por su salud y sufre por lo que las ideas imposibles de Ruben puedan acabar haciéndole daño a él mismo

La escena en la que el batería escucha a su novia cantar acompañando la melodía de su padre con fuertes distorsiones desagradables mientras el resto de gente puede oír y disfrutar de la belleza de la actuación es tremendamente dolorosa. Ruben se ha dejado llevar por la insatisfacción humana y por el imposible deseo de recuperar lo irrecuperable. Darius Marder debuta como director de esta cinta llena de emociones que nos hacen comprender el duro esfuerzo que supone enfrentarse no solo a la pérdida de audición sino a todo lo demás que eso conlleva. Sound of metal intenta transmitirnos -y lo hace con éxito- un mensaje de esperanza y de advertencia en forma de parábola. Un apólogo sobre la aceptación y la no discriminación, pues la sordera ni mucho menos ha de suponer un handicap en el mundo que vivimos y que como todo, se trata de trabajar y aceptarlo para poder vivir de forma digna y feliz, aceptando la situación para descubrir otros mundos y sensaciones nuevas que -como nos dice Joe- se acercan a la gracia divina.

 

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