Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Lo paranormal cercano: «The Enfield Haunting» (2015, Sky Living)

Cabe preguntarse, ¿por qué volvemos a los exorcismos y los póltergeists característicos de la década de los setenta-ochenta del cine? Bastaría retroceder la mirada a la protagonista de The Exorcist (1973) o la pequeña Heather de Poltergeist (1982) como ejemplos ilustrativos que se presentarían como referentes. En ese sentido, ¿por qué éstos suelen estar relacionados con personajes infantiles (en frecuentes casos, femeninos) que funcionan como nexos de contacto entre dos mundos aparentemente paralelos? Una vez lanzadas estas cuestiones de carácter general, podemos analizar dentro de una órbita televisiva del género de terror en la que se incluyen tanto exorcismos en Outcast (Fox, 2016), por ejemplo como póltergeists en la mini serie británica The Enfield Haunting (Sky Lyving, 2015) la cual tendremos que relacionar irremediablemente con The Conjuring (2013) y su secuela The Conjuring II (2016).

 Estas tres producciones, la serie británica The Enfield Haunting (Sky Lyving, 2015) y las películas The Conjuring (2013) y su secuela The Conjuring II (2016) se basan en hechos reales paranormales sucedidos en la familia Hodgson del norte de Londres (Enfield) en la década de los setenta.

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En agosto de 1977 Peggy Hodgson llamó a la policía para pedir ayuda ya que sus dos hijas estaban aterrorizadas porque los muebles de su habitación se movían solos y se oían golpes de las paredes: esos indicios alertaron de uno de los eventos paranormales más populares en Inglaterra (Enfield Poltergeist) que traspasaron a los medios los cuales visibilizaron el caso como una historia de dominio público que fue también investigado por la Society for Psychical Research inglesa. Concretamente, Maurice Grosse y Guy Playfair fueron los investigadores de estos sucesos el cual acabó con la publicación del libro This House is Haunted en la que se basa la miniserie The Enfield Haunting y que sirvió, además, para el especial televisivo Ghostwatch (1992, BBC) el cual, salvando las distancias, podría asemejarse a programas televisivos (o realities) centrados en lo paranormal como Paranormal State (2007, A&E), televisión-documental como Paranormal Witness (2011, Syfy) o, centrándonos en experiencias paranormales infantiles, Psychic Kids (2008, A&E).

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Estos hechos se han visto envueltos en una controversia mediática entre los que creían fervientemente que lo paranormal era la respuesta a lo sucedido y entre los escépticos que lo tildaban como un mero montaje en beneficio de los intereses de la propia familia, dejándonos en la fina (pero atractiva) tesitura de los franqueables límites entre realidad y ficción.  Más allá de pretender considerar la miniserie británica en términos categóricos entre realidad o truco orquestado por la familia protagonista, nos interesa centrarnos en sus elementos más genuinos de lo que viene a convertirse en una leyenda urbana documentada inserta en la cultura popular de mano de Timothy Spall y Matthew MacFayden, quienes han sabido jugar con las ideas del posible engaño y poniendo en tela de juicio la falsedad o manipulación como caldo de cultivo de una ficción televisiva que es capaz de acercarnos un horror cercano, de casa a casa. 

El primer episodio será clave precisamente para hacer que el espectador sospeche (o deje de hacerlo) de si lo que acontece en pantalla es o no real a partir de personajes y acciones familiares que recurren a la familia Hodgson, esté o no fuera de los límites de nuestra comprensión (si se quiere, estrictamente racional, dejando lo intuitivo y/o visceral en un limbo interpretativo). El segundo episodio se centrará en Janet (Eleanor Worthington-Cox) como protagonista en la que giran aparentemente todos los sucesos paranormales de la casa y sobre la que recae el peso narrativo como facilitadora para que lo sobrenatural siga teniendo lugar con un giro argumental (tercer episodio) que hacen de la miniserie británica un trabajo brillante. 

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Particularmente, Janet en tanto que protagonista infantil de estas ficciones (tanto la miniserie británica como las películas de James Wan) cuya base está fundamentada en hechos reales une su predisposición a creer en lo paranormal como si de un simple juego se tratara a partir de una ouija de cartón junto con las manifestaciones paranormales gobernadas como títeres (Bill Willing como el anciano que murió en el sillón del salón del sótano o el hombre retorcido, personaje de la historia de la caja de música infantil que se personifica) por fuerzas demoníacas metaforizada en figuras e imágenes sagradas como en el caso de The Conjuring (2013) y The Conjuring II (2016) como la tremenda imagen de la monja, los crucifijos o la música sagrada. Lo demoníaco (Valak) puede ser debilitado al ser nombrado así como al presenciar los crucifijos que representan ideológicamente la imagen de Dios y, por tanto, una fuente de protección frente a la adversidad y el Mal.


En definitiva, The Enfield Haunting junto a este panorama televisivo y cinematográfico planteado se inserta dentro del “postmodern sacred” en tanto que la ficción utiliza lo sagrado y lo espiritual, las ideas subyacentes del bien y del mal y, al fin y al cabo, de Dios y del Demonio como elementos narrativos aunque también estéticos como estructura efectista en la que se fundamenta el género y todo ello tomando como protagonistas personajes infantiles con un fuerte impacto visual.

 

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