Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Trinity, el adversario con cara de buena persona

Quizá sea un poco tarde para hablar de Dexter, dado que la serie terminó en 2013, pero después de haber trabajado con ella durante tanto tiempo, una la echa de menos. Y volviendo la vista atrás al concebir esta sección, una piensa en los personajes del mundo lleno de sombras de aquel forense de día y asesino-vigilante de noche y, de entre todos los masculinos, se queda sin duda con Trinity, el antagonista de la cuarta temporada.

Trinity era un hombre grandote, cercano a la edad de jubilación, de pelo ralo y con cara de buen samaritano. Iba a la iglesia, hacia voluntariado para los sin techo, tenía una familia aparentemente perfecta… «a toro pasado», todo lo esperable para el maltratador psicópata que luego resultó ser: esposa aterrorizada, hijos traumatizados, cara rígida de tanto fingir. Hasta que conoció a Dexter Morgan.

Como en otras ocasiones con otros enemigos «de temporada» que se esconden tras una pantalla de respetabilidad, Morgan consigue sacar del cascarón a la bestia que lleva dentro el patriarca cristiano. A lo largo de doce episodios se observan, se miden, se tientan, se persiguen mutuamente. Se conocen y reconocen. Se admiran y se odian. Se atrapan. Se destruyen.

El final de la cuarta temporada de Dexter fue para mí el clímax de la serie. Desde entonces todo fue hacia abajo en tensión, en calidad y en interés. Y ese punto álgido de fascinación y horror se lo debo a Trinity, el adversario con pinta de blandengue que supo dispararle al insensible Dexter en toda la línea de flotación.

¿Aún no sabes cómo?

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Para un análisis detallado de la serie aquí mencionada, recomiendo:

Howard, Douglas L. (ed.). Dexter. Investigating Cutting Edge Television. Londres: IB Tauris, 2010.

Trapero Llobera, Patricia (ed.). Dexter. Ética y estética de un asesino en serie. Barcelona: Laertes, 2010.

 

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