Un thriller totalmente desdibujado, caótico y fallido: «MotherFatherSon» (BBC Two, 2019)
Hay veces en que, a pesar de tener una lista inmensa de series y películas que ver, uno siente la necesidad de bucear en los catálogos de las plataformas a los que está suscrito. Indefectiblemente la lista aumenta con más y más productos que, a primera vista, parecen interesantes. MotherFatherSon es uno de esos casos en los que se producía una combinación de alicientes más que interesante. El primero, un argumento centrado en entresijos familiares en un formato de thriller donde se nos sugería que «todas las familias tienen secretos» y que «ésta tiene los de una nación». El segundo, el nombre de Tom Rob Smith quien nos había ofrecido una interesante novela —Child 44 transformada en película por Daniel Espinosa en 2015—, una miniserie de espías bien construida —London Spy para la BBC Two en 2015— pero especialmente la espectacular segunda entrega de American Crime Story, The assassination of Gianni Versace (FX, 2018). La tercera, un reparto más que seductor del que, aparte de Richard Gere como reclamo para las audiencias, formaban parte Billy Howle, Ciarán Hinds, Danny Sapani, Sarah Lancashire y, especialmente, nuestra adorada Helen McCrory. Así, entre temporada y temporada de series más extensas pendientes, decidí empezar con los ocho episodios de esta miniserie de la BBC Two emitida en 2019. Un visionado que cumplí escrupulosamente aunque solo fuera por saber cómo se resolvía un guion con un punto de partida interesante que se iba transformando paulatinamente en un auténtico caos.
Así, en los primeros episodios de la miniserie se nos presenta a los personajes protagonistas, los Finch, una familia que posee uno de los más importantes e influyentes medios de comunicación de Londres, el National Reporter. El diario es dirigido por el joven Caden (Billy Howles) quien parece ser engullido por la sombra de su todopoderoso y manipulador padre Max (Richard Gere) quien se codea con los dirigentes de la nación. También las primeras imágenes del episodio presentan las noticias de la búsqueda de la joven Tonia, desaparecida desde hace días así como las imágenes de escuchas ilegales tanto de los canales policiales como de comunicaciones privadas. A ello se une el asesinato del hombre encargado de dichas escuchas. Así, la primera impresión que el espectador tiene es la del desarrollo de un thriller policial con una fuerte dosis de elementos conspiranoicos a los que no será ajena la intervención de la prensa. El cómo se supone que es parte de la intriga que se presenta. Estas expectativas tienen como punto álgido el colapso físico del autodestructivo y adicto Caden quien, para recuperarse, es ingresado en un hospital militar para combatientes en estados graves o con estrés postraumático con niveles casi esquizoides.
El derrumbe de Caden supone un giro estrepitoso en la narración a la que se incorpora la figura materna de Kathryn (Helen McCrory) iniciándose un bloque familiar tremendamente pausado y extraordinariamente repetitivo. Y, por qué no decirlo, más que previsible en esencia que no la resolución propuesta. Y es que la lógica narrativa nos indica que la reunión familiar de los Finch ha de servir para poner en evidencia esos «secretos» a los que alude los taglines de MotherFatherSon. Todavía más cuando la separación matrimonial ha sido más que traumática como su repercusión en el joven. A lo largo de los episodios siguientes asistiremos a los cuidados de Kathryn hacia Caden para quien su colapso ha servido como de epifanía (así, sin más) y que se dedica casi tres episodios a repetir que su padre es un villano de manual. Un círculo vicioso que se pretende resolver en una forzada reunión familiar que se resume en una frase: «si hablamos, nos peleamos». Una frase que contraviene cualquier norma básica del diálogo como parte de la evolución de los conflictos dramáticos entre personajes totalmente confrontados que se cerraba radical y más que artificialmente. Y una línea argumental que transforma a Caden en un personaje plano en un entorno hospitalario que bien podría ser militar como un lugar de reposo y que, además, tiene todos los ingredientes de un melodrama sentimental.
Simultáneamente al monolitismo que el guion confiere a los Finch como familia desestructurada con intención de seguir siéndolo, MotherFatherSon cambia el aparente personaje central con el que se ha iniciado la miniserie, Caden, por las andanzas de Max entre la clase política. Y decimos andanzas porque en realidad no sabemos exactamente cuál es el poder de este magnate estadounidense con sede en Londres (ni tampoco sabemos cómo llegó a los medios de comunicación desde su Estados Unidos natal donde se dedicaba a la fabricación de acero) y que, además, es temido en todo el mundo. Solo sabemos de su relación con el primer ministro Jahan Zakari (Danny Sapani) a quien ayudó en su carrera hacia Downing Street y con la aspirante Angela Howard (Sarah Lancashire) a la que quiere apoyar como nueva lideresa del país. Justamente este debería haber sido el punto de partida de la miniserie.
Sin embargo, la incidencia de la prensa en la política del país va a ser tratada de manera superficial y casi dependiente de los caprichos de Max Finch. De acuerdo con esto, no asistimos en ningún momento a la confrontación entre los dos candidatos a primer ministro, bien al contrario. Y es una auténtica lástima porque a la figura de un mandatario negro y musulmán debatiendo conceptualmente con una representante del populismo trumpiano —o a lo Boris Johnson y el Brexit— que pretende gestionar el país como una empresa, con una fuerte dosis megalómana y que tiene muy claro que solo tendrá en cuenta a sus votantes reales marginando a los que no la elijan, no tiene desperdicio. Si a ello le añadiéramos la relación del poder con la prensa, tendríamos una miniserie de lo más interesante. Claro que ya no se llamaría MotherFatherSon y tendría un desarrollo más cercano a un producto que podría firmar, sin duda, Aaron Sorkin. De nuevo, la propuesta de la miniserie se trunca de manera estrepitosa con acciones rapidísimas, inconexas y hasta cierto punto frívolas. El desarrollo de Angela Howard es repetitivo y también monolítico, y las interferencias de los titulares del National Reporter en la vida del país y de Zakari, inconsistentes y no creíbles. Aunque se encuentre una cierta voluntad crítica frente a los peligros populistas, se intuyan los peligros del supremacismo de los hijos de Albión o se critique el poder nocivo de la prensa y, por extensión, de las redes sociales. Porque, tal como se leía en las pancartas de las manifestaciones estadounidenses de 2018 en Pittsburg y que aparecen también en la miniserie, «las palabras cuentan» y «las mentiras matan».
Por todo ello, MotherFatherSon es una narración caótica y fallida que deja más preguntas que respuestas en el espectador. Todavía más cuando los arcos de los personajes se acaban de manera rápida e incluso anulando los pocos momentos de cambios de estos. En cierto modo, la sensación final es la de pensar que para qué se ha hecho una miniserie que no conduce a ningún lado y que no aporta prácticamente nada. Una auténtica lástima porque los ingredientes están, tanto para las temáticas personales (padres autoritarios, educaciones aberrantes, ausencia de figuras maternas, relaciones materno-filiales, impulsos autodestructivos) como sociales (ideologías populistas, políticas del odio, influencia de la prensa, búsqueda de la verdad, denuncia de mala praxis en la prensa). El problema reside en una equivocada construcción de los quizá demasiados materiales, un desorden que convierte en fallido un producto con una premisa interesante. Una premisa, por otra parte, ya vista en muchas series pero que no impide una reformulación contemporaneizada; algo que se puede llegar a intuir pero que desafortunadamente no se ve en MotherFatherSon.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.