Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Una mirada al cine de Mike Leigh: «Naked» (1993) o el fatalismo perverso

Sin ningún género de duda, Naked (1993) es una película perturbadora e inquietante al tiempo que fascinante. La propuesta de Mike Leigh resulta aparentemente alejada de sus filmes anteriores enmarcados, en el momento de su estreno, en el realismo social cuyos argumentos retratan las consecuencias del thatcherismo en las condiciones vitales y económicas de la población, construyendo un entramado situacional entre personajes y estableciendo entre ellos las líneas básicas de sus historias particulares que confluyen en un argumento común. Un proceso que se refleja en el modo de trabajo de Leigh quien, antes de escribir el guion de sus películas, trabaja con los actores  a partir  de situaciones específicas y de las distintas relaciones que se establecen entre ellos, para construir el cuerpo de las historias familiares que vemos en Meantime (1983), High Hopes (1988) y Life is Sweet (1990). Un «encierro» durante semanas con los actores señalado por críticos cinematográficos como una de las grandes paradojas del director cuyos guiones «suenan» literariamente perfectos por encima de su origen como trabajo de improvisación actoral.

El viaje de Johnny es esencialmente nocturno

De igual modo sucede con Naked —cuyas once semanas de trabajo con los actores se concentraron en apenas 25 páginas de script—  donde el joven Johnny (David Thewlis) abandona Manchester tras una relación sexual que finaliza en violación en uno de sus callejones. El inicio del film no puede ser más violento y definidor del personaje al que seguimos en su huida a Londres en un coche robado, su deambular por espacios plagados de indigentes y seres desesperados y su llegada a la casa de su ex novia Louise (Leslie Sharpe) quien convive con Sophie (Katrin Cartlidge), una joven sin ocupación ni conocida ni mencionada pero dependiente de cualquier estupefaciente que se le ponga por delante. El retrato no puede ser más sombrío como lo es el viaje  del personaje de Johnny o, si se prefiere, del viaje en el que éste introduce al espectador.

Johnny es un personaje perverso en el sentido lacaniano del término

Naked utiliza de manera precisa el ambiente nocturno y los espacios para la delimitación de los dos grandes ejes que diseñan al personaje: su perversidad moral y su fatalismo. Johnny se odia a sí mismo y odia a la humanidad, algo que le transforma en un depredador en el sentido más amplio del término.  Desde el primer momento, Johnny se define como un ser perverso en el sentido lacaniano del término: alguien que nunca pide permiso transgrediendo la ley que, en este caso, se concentra en la negación de la individualidad del «otro»; una alteridad de la que Johnny abusa, por un lado, o pone en evidencia, por otro lado desde lugares que van desde el sadismo al fetichismo pasando por el voyerismo. Su finalidad va, pues, más allá del goce personal para angustiar a las personas que se cruzan en su camino.  Las relaciones con su exnovia Louise y con su compañera Sophie son una buena muestra de ello: mientras la segunda mantiene relaciones sexuales con Johnny a quien considera un soporte emocional siendo repudiada por este por su fragilidad como persona, la primera lo conoce a la perfección y se muestra aparentemente inmune a sus constantes humillaciones verbales como parte de una relación entre perniciosa y sanadora para él como se sugiere en el falso feliz de la película. En cualquier caso, ambas situaciones suponen una limitación a su carácter (auto)destructivo; algo que, sin duda, lo aleja estrepitosamente de la perversidad sexual sádica —de nuevo en términos lacanianos— encarnada por el casero de ambas jóvenes, Jeremy (Greg Cruttwell), aunque ambos resulten  antiempáticos y cercanos a la monstruosidad.

La perversión sádica se encarna en el personaje de Jeremy (Greg Cruttwell)

Justamente la opresión de los espacios cerrados es uno de los elementos esenciales en la construcción del personaje central quien, en su viaje personal, se encuentra con  los distintos seres que forman la fauna propuesta por Mike Leigh y que conforman un  panorama social de personas sin futuro o, quizá mejor, conformistas con un presente que los aniquila. De este modo, cada uno de los individuos que se cruzan con Johnny son víctimas de su incapacidad de acción: desde el irascible joven Archie (Ewan Brenner) quien, en una escena cercana al teatro del absurdo, espera a su novia en una esquina mientras ella lo busca en otro lugar hasta la camarera del bar (Gina McKee) al que acude a veces Johnny y que le permite acceder a su casa donde muestra su fragilidad mental privada. Un fatalismo que tiene en el encuentro con el monótono y conformista Brian (Peter Wigh), el guardia se seguridad de un edificio en el que se cobija Johnny y cuyo único aliciente es espiar a la mujer en la ventana de otro edificio (Deborah Maclaren) fantaseando con ella aunque en realidad ésta esconda una vida solitaria, alcohólica y necesitada de sexo. En cierto modo, Naked se acerca a las características del realismo social presentadas anteriormente en la que las dosis de optimismo y voluntad de supervivencia se sustituyen por una negación/conformismo personal constante. Fatalismo y nihilismo van a ir juntos conducidos por un personaje para nada complaciente y con una filosofía muy particular que combina los pasajes apocalíptico-conspiranoicos con la relatividad del devenir temporal caótico de modo que éste condiciona las circunstancias personales y sus eventos, normalmente trágicos o tragicómicos. En definitiva, un fatalismo perverso.

El encuentro de Johnny con Archie (Ewan Bremmer)

Y Johnny es el agente del caos. Desde esta perspectiva, son reveladoras las lecturas del actor David Thewlis en la preparación del personaje en las que, además las escrituras sagradas del cristianismo, el islamismo y el budismo, se incluye el libro Chaos, Making a New Science de James Gleick ( Viking Books,1987) y, de manera especial, el cuento filosófico Candide ou l’optimisme de Voltaire (1759) en el que la itinerancia de este personaje pone en evidencia que realmente no estamos en el mejor de los mundos posibles. Una mezcla conceptual explosiva que tiene en el trabajo de Thewlis una joya  de la interpretación que le valió la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1993. Naked es, pues, una filigrana (anti)emocional profundamente subversiva que merece un lugar destacado en la filmografía de Leigh. Y especialmente merece todos los elogios y reivindicación de David Thewlis como un actor capaz de dar cuerpo a los personajes más descarnados en el sentido etimológico del término. Sin él, Naked probablemente no sería igual.

 

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