Voglio vederti danzare: «El Sol del futuro» (Nanni Moretti, 2023)
Hoy en día es difícil ver muchas películas italianas que lleguen a los cines de España. Y más difícil aún atisbar rastros de un cine italiano de autor tan potente como el que hubo en la segunda mitad del siglo XX. Muchos académicos apuntan a que el legado de directores como Rossellini, De Sica, Fellini, Pasolini, Scola, Risi… y demás realizadores considerados como maestros no ha sabido crear descendencia. Sí es cierto también que cineastas como Luca Gadagnino o Paolo Sorrentino son de los más reconocidos en el panorama actual. Alice Rohrwacher –Lazzaro Felice (2018)- es quizá la gran esperanza del cine italiano. Sin embargo, hay una persona que podríamos considerar como el verdadero heredero -y a la vez el último eslabón- de aquel esplendoroso cine italiano de tinte cómico-dramático que reflexiona en sus películas sobre esa Italia perdida desde la autoficción: el cineasta Nanni Moretti.
El cine del director italiano explora la sociedad italiana desde el yo, desde la autoficción más felliniana, absurda, cómica y poética. Este año, el realizador ha presentado su nueva película: Il Sol dell’avvenire (El Sol del futuro). Ángel Quintana y Carlos F. Heredero reflexionan sobre el film y el cineasta analizando las distintas personalidades que adopta Moretti en sus películas como protagonista de la mayoría de ellas. En esta ocasión, El Sol del futuro supone la tercera parte de un tríptico conformado por Caro Diario (1993) y Aprile (1998). En sendas películas, Moretti aparece con su alter ego más cercano: el director de cine Giovanni. En su último film, aún en las carteleras de nuestros cines, este protagonista prepara una película sobre una comunidad italiana afiliada al PCI (Partido Comunista Italiano) en 1957 que vive una difícil situación tras comprobar cómo la comunidad socialista húngara que desea independizarse se ve masacrada por el ejército de la Unión Soviética para evitar la desanexión del país. Giovanni plantea el rodaje de esta ansiada película como una crítica a la izquierda que se debate entre seguir siendo fieles a lo que dictamine su partido -a pesar de que este cambie su forma de proceder- o ser fiel a su moral y su concepción de ideología de izquierdas. Mientras intenta llevar a buen pie el rodaje, se verá abrumado por distintos inconvenientes que dificultarán su vida.
Para Giovanni (y para el propio Nanni Moretti), que ya lleva décadas trabajando en la industria del cine, la producción cinematográfica ha cambiado mucho. Él se aproxima a la creación artística como un proceso artesanal al que dedicarse con mimo. El inicio del film da crédito de ello, pues Moretti nos regala unas imágenes en las que diferentes operarios pintan a mano el título de la película sobre un gran muro de Roma. No hay mayor muestra de lo que para Moretti significa el cine y su película que esos títulos de crédito iniciales. Sin embargo, Giovanni se da cuenta de que inevitablemente la vida cambia, de que ya no es posible disfrutar de las pequeñas tradiciones y “ritos” que, para él, envuelven la creación cinematográfica. Ya no puede disfrutar de la película que siempre ve la noche antes de empezar un rodaje -la obra maestra Lola (1961) de Jacques Demy- porque a su alrededor no todos apoyan sus expectativas sobre la vida y los demás: su hija está más pendiente de quedar con su pareja, y su mujer -además de plantearse, en secreto, el fin de su matrimonio- está a punto de comenzar a producir por primera vez un film de un director que no es su marido. Y es que es cierto que Giovanni debe aprender a ceder, a aceptar las dificultades de la vida y que cada uno sigue su camino.
Nanni Moretti dilata esa parodia de sí mismo que llevamos viendo a lo largo de su carrera. Pero no se trata de un ejercicio de egocentrismo, sino que el cineasta adopta la ligereza cómica e inocente de los maestros que le han precedido. Es inevitable ver en él -y en su rostro pasmado cuando peor le van las cosas- la sombra de Charles Chaplin, Buster Keaton, Totó y, quizá, Woody Allen. Asimismo, Moretti conforma en El Sol del futuro una película arriesgada en estructura y en su juego con la elipsis y el tiempo. El cineasta realiza saltos temporales arriesgados que nos llevan a diferentes situaciones hilarantes a la vez que reflexivas y poéticas. En ningún momento pierde la gracia ni el tempo de lo que está sucediendo, ofreciendo diferentes tramas y conflictos del que destaca, por ejemplo, un desternillante encuentro con unos productores de Netflix que rechazan el film de Giovanni por carecer de un momento «What the fuck».
Sin duda alguna, El Sol del futuro es un verdadero canto a la vida, una carta de amor al cine en la que demuestra que, pese a que todo ha cambiado, todavía merece la pena celebrar aquellos valores artísticos que todavía viven dentro de cada profesional del cinematógrafo. Mientras Giovanni realiza su película sobre el PCI, sueña con hacer una película sobre el amor visto a través de diferentes momentos vitales marcados por diferentes canciones. De este modo, Moretti, hace que la música tenga un peso vital en el film, desde parar toda ficción para hacer cantar a todo el reparto Sono solo parole de Noemi (2011); a bailar dando vueltas con toda su troupe la mágica Voglio vederti danzare de Franco Battiato (1982) en una emotiva escena en la que recuerda su juventud como padre bailando con su mujer e hijos; hasta hacer desfilar a todo el equipo de la película sumado a otros actores que han habitado su filmografía al más puro estilo circense y celebrativo de Federico Fellini al final de 8½ (1963), cerrando a la perfección una de las mejores películas del año.
Graduado en Comunicación Audiovisual en el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (Universidad de Comillas). Apasionado por el cine, las series de televisión, los cómics y toda forma de arte secuencial. Interesado en toda obra filosófica, transgresora e innovadora.