Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«You» (Netflix, 2018): una historia de amor, obsesión patológica y ciberacoso del siglo XXI

Hoy en RIRCA analizamos You, una nueva serie de Netflix que utiliza como bandera el amor como justificación para matar en un constante intento de actuaciones psicopatológicas (auto)justificadas. Basada en la novela ¿Qué harías por amor? de Caroline Kepnes se ponen de relieve los límites (in)sanos y patológicos de hasta dónde se puede llevar el amor que sentimos hacia otra persona. Los límites obsesivos de la mente de quien ama tóxicamente nos propone una trama inquietante en estos adictivos 10 capítulos. La serie venía respaldada por su público tras ser emitida por Lifetime convirtiéndose en un fenómeno mediático hasta el punto de convertirse en un spot publicitario para Tinder, una App de contactos donde puedes supuestamente hacer match con el protagonista, el cual ya deja entrever claramente sus intenciones en el mensaje “Hola, me llamo Joe. Llevo un tiempo siguiéndote y sabía que íbamos a hacer match. Yo seré todo lo que tú necesitas, ¿quieres saber por qué?”

Bajo un baño de estereotipos propios de la comedia romántica con supuestas tiernas y entrañables actitudes de lo que podríamos tildar como un supuesto “caballero” del siglo XXI (si se nos permite el uso de ese término en su acepción también asociada a la gentileza) que también recomienda a su vecino que se lea Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes para que aprenda a ser un caballero, se esconde una visión enfermiza y obsesiva de su dama, una chica feminista aunque vulnerable y carente de afecto que la posicionan en un diana idónea como víctima.

Asistimos al autoconvencimiento del psicópata como voz narradora: Joe intenta cautivarnos introduciéndonos en su relato en la que está constantemente justificando sus acciones. Este thriller psicológico toma la perspectiva de Joe en la que se nos narra la historia a partir de su mente obsesiva con Guinevere Beck. Con un intento de contarnos una historia de amor en el siglo XXI donde las nuevas tecnologías como la mensajería instantánea como Whatsap como las herramientas de geolocalización como Google son imprescindibles, acaban siendo un arma de doble filo.

Este es uno de los mejores aciertos de la serie de Netflix: su capacidad para poner en pantalla el uso que todos podemos hacer de las tecnologías. Ese uso puede apoyar y permitir como herramienta de control para mentes obsesas como la de Joe, para saber dónde, con quién está, qué hace y con quién habla la que él desea que sea su novia. En una especie de burbuja de convenciones de roles de género, Joe intenta dibujar un escenario donde Beck se convierte en dama medieval propia del amor cortés. Siguiendo esta analogía, Joe intentará, cual caballero medieval, ir escalando en los cuatro pasos del amor que pasan de la contemplación (visus) que se hace mucho más accesible con la tecnología, la conversación (alloquium) que intenta llamar su atención y seducirla, las caricias (contactus) hasta los besos (basia). Beck parece convertirse, más bien, en su bella donna angelicata del siglo XXI que está ciertamente perdida en una gran ciudad, rodeada de amistades cuyas intenciones en ocasiones no son, precisamente, positivas y de una relación compleja con su padre tras la muerte de su madre. A modo de una Caperucita perdida en Nueva York cuyos referentes son escasos y su futuro se concibe como incierto, Beck está desorientada en cuanto a aquello que desea hacer con su vida, topando con relaciones esporádicas en las que acaba siendo un objeto sexual por elección propia con consecuencias que la hacen sentir mal y utilizada y, además, en cuanto a sus clases de escritura en la universidad. Entonces aparece Beck, aparentemente como un héroe que es capaz de poner un poco de paz en ese caos de vida de Beck, haciéndole pasar un momento de equilibrio emocional ilusiorio en el que él quien intenta ayudarla y cuidarla en todas las esferas.

Joe, en ese pretexto de convenciones de género en el cual se nos cuenta el cuento de que algunos chicos justifican sus hechos injustos con las chicas y hacen cosas “por su bien” o para “protegerlas”, la priva de su libertad, la expía, controla cada una de sus acciones, espía sus conversaciones. Desde la perspectiva obsesiva y de auto-convencimiento y auto-justificación de acciones de control  (e incluso de asesinatos de todos aquellos que decidan interponerse en su camino) de Joe se intenta presentar una historia de amor en la que la chica, Beck, está bastante perdida y desorientada y parece ser una persona vulnerable y víctima de otros que quieren aprovecharse de ella (a nivel sexual, a nivel amistoso .etc.) en un primer momento pero que acaba transformándose cuando se percata de sus capacidades para ser escritora y cuando descubre cómo es realmente Joe y cuáles son sus intenciones obsesivas con ella.

Ese cuento de hadas no tiene final feliz: bajo la justificación de los asesinatos de los supuestos adversarios de Joe en el camino de la relación sentimental con Beck, ésta se da cuenta de sus intenciones y acaba encerrada en su sala de cristal, en su asfixiante y enfermizo sentimiento que tergiversa cualquier noción sana de amor. El cuadro psicopático de Joe se plasma, claramente, en su sala de libros antiguos donde mató al que quiso interponerse y tuvo muerte durante días hasta su estupefacción. En esa misma habitación también puso presa a Beck aun cuando descubrió sus verdaderas intenciones. Fue en esa misma habitación donde él cuando era pequeño y fue adoptado por el librero dueño donde trabaja él mismo como librero fue víctima de sus abusos psicológicos.

En ese trauma infantil reside, entonces, una constante narrativa de muchas indagaciones de psicópatas contemporáneos (Desde Hannibal Lecter; Edmund Kemper en Mindhunter o Kevin en la recién estrenada película Glass): la infancia traumática como germen para la psicopatía adulta. No resulta, desde luego, ningún tipo de justificación pero sí una de las causas o razones para la repetición de la misma acción o patrón esquemático del comportamiento de su agresor a modo de aprendizaje vicario. Ello puede verse en el último capítulo en su intento de auto-convencimiento: la muerte de una persona como necesaria o justificada para conseguir un fin “mayor”, en una lectura de la mente obsesiva de Joe. Eliminar objetivos que se interpongan en su camino, en el camino de una buscada felicidad edulcorada como una historia de amor del siglo XXI donde subyacen el control y la obsesión psicopática implica, entonces, asesinar a personas por otra a través de un discurso o relato que intenta autojustificarse constantemente.

No podemos dejar de lado el revuelo por parte de la audiencia que ha tenido esta serie la cual ha levantado, también, las voces más críticas por una supuesta llamada al acoso y ciberacoso en las parejas (principalmente, de jóvenes adolescentes) que reciben como representaciones posibles para su propia vida aquellas dinámicas y patrones de comportamiento reflejadas en pantalla. Incluso el protagonista principal de Joe (Penn Badgley, quien ya conocíamos como el chico tímido y bueno en la serie Gossip Girl) tuvo que hacer declaraciones en las que desmintiese que ese fuese un comportamiento adecuado y sano. En ese sentido, es necesario alertar de que este tipo de conductas no son un reflejo de ningún tipo de relación interpersonal o de pareja sana para alejarla de modelos que puedan llegar a ser considerados como normativo o conductas que pueden llegar a ser concebidas como naturalizadas en las generaciones más jóvenes y que pueden entrañar una caballerosidad psicopática.

 

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