Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

‘Al borde de la realidad’ (‘Haunted’): ¿realidad o fake?

Netflix aprovechó octubre y Halloween para cargar de contenidos de terror su plataforma. Además de la exitosa The Haunting of House Hill, sobre la que ya hablamos en RIRCA aquí, una de las producciones estrenadas ha sido Haunted, traducida en español por Al borde de la realidad.

Haunted propone un formato diferente, a medio camino entre el docu-reality y la ficción. El programa se configura como una serie de testimonios, uno por capítulo, en la que un individuo realiza una confesión de naturaleza sobrenatural o terrible a sus allegados (amigos, familiares). La narración del protagonista real de cada episodio se complemente con una reconstrucción dramática de los hechos vividos. La primera temporada del programa consta de 6 episodios de 25 minutos cada uno.

Una de las cosas que ha agitado las redes sociales respecto a esta producción es su pretendido afán de realidad, afirmación que ha llevado a la confusión a muchos internautas. PopBuzz publicaba este post al respecto, mientras que las reacciones en las redes sociales no se hacían esperar:

El formato busca una pátina de veracidad, dando la apariencia de programa de testimonios. En este aspecto, es comprensible que el espectador acepte la reconstrucción de hechos con una ficción, como hacen muchos otros programas del estilo, como Killer Kids (Niños asesinos), Crímenes en la red, o incluso el propio Iker Jiménez en sus dramatizaciones de Cuarto milenio. De esta forma, se traslada (consciente o inconscientemente) el plano de la ficción a la reconstrucción, mientras que la parte de testimonio oral es tomada por realidad.

De esta manera, es el factor emocional lo que busca la producción. Un formato más frío, la simple reconstrucción de un caso con un narrador en off, desvincularía al espectador de los acontecimientos. En cambio, el formato testimonio, no sólo por la presencia del testigo, sino por las personas que le arropan en la confesión, le da un enfoque más visceral, más personal. Los largos planos de reacciones a las palabras del testigo buscan precisamente esa empatía. Los acompañantes, como nosotros, no saben nada acerca del caso del que les van a hablar, y como nosotros, tampoco pueden hacer mucho por el afectado: sorpresa, emoción, empatía, acompañamiento. Máxime cuando muchas de esas historias terminan con un «y ese ser ha vuelto/aún me persigue», lo que le da un dramático giro final al testimonio.

Pero evidentemente, se trata de otra estrategia de la ficción para realzar su narrativa. Los cinco episodios son modélicos en su escaparate de horrores contemporáneos, casi diríamos que seleccionados al límite para representar un amplio espectro (valga la redundancia) del terror. En el primer episodio, La mujer de blanco, con un guiño descarado a la novela de Wilkie Collins, tenemos una historia de apariciones fantasmagóricas que persiguen al protagonista. En el segundo, El matadero, el más polémico de todos, un hombre explica los crímenes atroces que cometían sus psicópatas padres con vagabundos y viajeros solitarios. El tercero, Demonio en la oscuridad, entra dentro de la demonología y las posesiones diabólicas. El cuarto, Los niños del pozo, juega con el miedo a los fantasmas de inocentes niños que murieron en manos de sus criadores. El quinto, Virus extraterrestre, narra clara y llanamente una abducción alienígena recurrente. Y finalmente el último vuelve a la temática espectral con un espíritu acosador atado a una lápida que unos adolescentes roban.

La treta es similar a la que en su momento funcionó tan bien para The Blair Witch Project: los rumores, en una época en la que aún no existía internet, de que la cinta era auténtica. Evidentemente, el género del found footage se retrotrae a principios de los 80 con Holocausto caníbal y en la literatura hay ejemplos mucho más precoces. Pero es curioso que, en la era de las redes sociales, la percepción de realidad y ficción siga siendo una cuestión que suscita polémicas. En un mundo de fake news, como decía el presidente Trump, en el que tenemos toda la información del mundo a nuestro alcance, seguimos sin tener claro qué es realidad y qué es ficción; es más, toda esa información termina sobrepasándonos y paradójicamente dificultando la labor de discernir qué es cierto de qué no. Los productores evidentemente han jugado al despiste: ni desmienten ni confirman.

Formalmente, se trata de un producto de buena factura. Los fragmentos de testimonio buscan un ambiente recogido e íntimo, con colores cálidos, al mismo tiempo que ya siembran el matiz del misterio y lo oculto con un escenario tétrico: una esotérica biblioteca en la que los asistentes están sentados en círculo. En los fragmentos de reconstrucción, hablamos de una ficción muy cuidada, que bebe de los clásicos del terror con detalles que nos recuerdan a El resplandor, The ring, Poltergeist, las películas de Rob Zombie… Las influencias son muchas y variadas, pero el acabado es excelente.

Como serie de terror quizá no deje de ser un producto manido en sus recurrentes historias. Su fallo es ser demasiado tópico, querer tocar demasiados palos para satisfacer a un público muy extenso y no quedarse con ninguno. ¿Es coherente meter en el mismo saco a presencias espirituales, posesiones diabólicas y extraterrestres que buscan insertar elementos extraños en el cuerpo de sus abducidos? Quizá son temáticas cercanas para los aficionados a los misterios y lo sobrenatural (recordemos el batiburrillo de temáticas al que se dedica Cuarto milenio, por ejemplo), pero internamente su yuxtaposición no tienen ninguna lógica ni credibilidad. Lo que sí consigue Haunted es dialogar exitosamente con realidad y ficción realizando una mezcla original de formatos y apelando al elemento emocional del espectador, que en el fondo, es el resorte más efectivo para este tipo de productos.

 

 

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