Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Apariencias y envidias en clave satírica: «Happily» (2021)

El pasado viernes se estrenaba en España el largometraje Happily (2021) a través de la plataforma Filmin de manera exclusiva. Una película indie de poco recorrido, lanzada directamente en servicios digitales y formato físico en Estados Unidos – después de la cancelación del Festival de Tribeca el año pasado – que inauguraba la ansiada recuperación industrial post-COVID. Siendo la ópera prima de BenDavis Gabrinski, la cinta es una hibridación extraña de géneros que hace partícipe al espectador en un juego de apariencias y envidias para que reflexionemos sobre nuestra propia felicidad. Pero, vayamos por partes.

Desde la primera secuencia, Gabrinski nos adentra en un universo de apariencias y preconcepciones. Un inicio que nos muestra la instantánea atracción de Tom (Joel McHale) y Janet (Kerry Bishé) en una fiesta en la que terminan practicando sexo en el baño de forma salvaje. Para su sorpresa, uno de los asistentes descubre que la pareja lleva 14 años de matrimonio desatando una cadena de envidias y confusión en sus amistades más cercanas. Así, los primeros minutos ya establecen una premisa muy clara que es el hilo conductor de la trama y de sus giros argumentales: la subversión del mito de la infelicidad en el matrimonio, especialmente aquello que atañe a la ausencia de sexo como gran estigma social arraigado en la cultura popular. Un espejismo que Gabrinski plantea como reflejo de los pensamientos del espectador donde Tom y Janet no serán una “pareja normal” a ojos de nadie, ni del público ni de los demás personajes. Mientras las dudas sobre su anormalidad afectan a Tom y Janet, un inesperado accidente los lleva a replantearse la relación con sus amistades y su propia dinámica marital.

El mito del matrimonio sin sexo es la premisa inicial de «Happily»

Siendo una mezcla de varios géneros entre los que destacan la comedia negra y cierta reminiscencia del thriller psicológico, Happily despliega una premisa interesante y ambiciosa que, a veces, choca con un desarrollo argumental un tanto confuso y un tono ambiguo que puede llegar a descolocar al espectador. Un barroquismo conceptual que abarca temáticas como las amistades tóxicas, los celos de la felicidad ajena y la consideración de la “normalidad” de las dinámicas humanas, sobre todo, de las familiares/sexuales. Sin embargo, el gran acierto de la película de Gabrinski reside en su capacidad satírica donde también tiene cabida la reflexión y la autoparodia. Tom y Janet se muestran como unos héroes paranoicos y bufones con aspecto de “matrimonio de anuncio”, a la vez que se explora en sus inseguridades de forma más trascendental. Así, la cinta se mueve en el límite de lo inverosímil y lo realista de manera más o menos efectiva que recuerda al tono de largometrajes como Thoroughbreds (Corey Finley, 2017), The Hunt (Craig Zobel, 2020), A Simple Favor (Paul Feig, 2018) o Ready or Not (Matt Bettinelli-Olpin/Tyler Gillett, 2019) que a cintas de corte más clásico. Asimismo, la extraordinaria química entre la pareja protagonista sustenta la empatía hacia los personajes y la extravagancia de la trama. Por cierto, un placer ver a la infravalorada Kerry Bishé sosteniendo un papel protagonista después de demostrar su talento como Donna Clark en Halt and Catch Fire, como Sister Molly en Penny Dreadful: City of Angels y en el videojuego Telling Lies.

La película despliega un apartado visual muy creativo e inquietante

Igualmente, el elemento destacable del debut de Gabrinski es la personalidad y creatividad que demuestra en su puesta en escena con la que apuesta por lo atmosférico y lo estético como sello característico de Happily. Desde un acercamiento al onirismo hasta una atmósfera cercana al terror psicológico, el atractivo apartado visual es lo que aporta el componente perturbador e inquietante de la película y ayuda a mantener en vilo al espectador. Una sensación de “algo no encaja” que se traduce en el uso del color rojo como elemento simbólico, de la composición de planos inestables y de un creativo montaje más allá de lo narrativo que hace partícipe al público del juego paranoico de los personajes.

En definitiva, a pesar de los aciertos cómicos y su ambición, Happily es una extraña cinta que genera más preguntas que respuestas; muchas de ellas en torno al desigual desarrollo del guión de la película y otras acerca de las temáticas que plantea a modo de reflexión. Gabrinski realiza una ópera prima un tanto dispersa, pero es lo suficientemente hábil para combinar los elementos que tiene para crear una historia que nos hace pensar sobre cómo sobrevivir a los conflictos diarios en las relaciones largas (sean cuales sean), encontrar nuestra propia felicidad bajo la premisa “shit happens” y saber enfrentarse a aquellos que las desafían.

 

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