Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Detroit», una ciudad en guerra según Kathryn Bigelow

«Seguramente no soy la persona más indicada para narrar esta historia. Lo único que tengo claro es que tenía que contarla». Estas han sido las palabras que la directora Kathryn Bigelow ha reiterado durante la campaña de promoción de su último largometraje tras la polémica suscitada por varios sectores del público y crítica al poner en cuestión la capacidad de la cineasta para ponerse al frente del proyecto. El largometraje no es otro que Detroit, la décima cinta de la directora californiana que narrará los acontecimientos sucedidos durante los disturbios en la ciudad de Detroit en 1967 entre la comunidad afroamericana residente en los barrios periféricos y los cuerpos de seguridad del estado. Una verdadera guerra campal de cinco intensos días que tuvo lugar hace 50 años en las calles de la ciudad y que provocó una enorme cantidad de destrozos, cientos de detenidos y una elevada suma de muertes. Los hechos conmocionaron a todo el país que estaba sumergido en plena Guerra de Vietnam y que no se podían creer que también se estaba disputando un conflicto interno.

Con guión de su frecuente colaborador, el ex reportero de guerra Mark Boal, la historia de Detroit se centrará en los sucesos acontecidos la noche del 25 de julio cuando un grupo de refugiados en el Motel Algiers, en una zona alejada de los disturbios principales, fueron asaltados por la policía de la ciudad y por miembros de la seguridad privada y del ejército nacional. La cinta realizará una aproximación a los eventos que se efectuaron en el interior del motel donde tres hombres de raza negra aparecieron muertos y otras nueve personas resultaron brutalmente apalizadas, entre ellas dos mujeres blancas. Unos hechos que comportaron un abuso de los derechos civiles, así como la acusación a los cuerpos de seguridad por conspiración y asesinato.

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La ciudad de Detroit en verano de 1967. Una ciudad en guerra.

Siendo una película que intenta narrar unos hechos lo más objetivamente posible con la alternancia de imágenes de archivo de los acontecimientos reales y una dramatización ficcional de los disturbios en un acercamiento al formato documental en su primera parte, una de las mayores cualidades de Kathryn Bigelow será el dominio del punto de vista que guiará al espectador durante el discurso. Una de las características definitorias del estilo de la directora que ya mostraría en sus dos últimos proyectos, The Hurt Locker (En Tierra Hostil, 2008) y Zero Dark Thirty (La Noche Más Oscura, 2012). En este sentido, Detroit se verá contada a través de los ojos de tres personajes que representarán cada una de las partes involucradas en el incidente: uno de los agentes de policía de la ciudad que llevará la batuta del asalto y abiertamente racista, Phillip Krauss (Will Poulter); una de las víctimas atrapadas en el motel Algiers y miembro del grupo musical The Dramatics, Larry Reed (Algee Smith); dos chicas blancas que solo buscaban una noche de diversión (Hannah Murray y Kaitlyn Dever) y, finalmente, como mero observador (casi) pasivo, un guardia de seguridad afroamericano en servicio comunitario, Melvin Dismukes (John Boyega). Un elemento que Bigelow manejará con maestría y que se traducirá en un ejercicio dramático y narrativo ejemplar que girará entorno a las reacciones ambivalentes del ser humano. En Detroit, no hay buenos ni malos. Solo un punto de vista político (más o menos) neutral que mostrará el incidente para que el espectador saque sus propias conclusiones.

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Will Poulter interpreta de manera magistral al agente Phillip Krauss

Un discurso que se verá potenciado por el uso reiterado de la cámara en mano nerviosa para generar una mayor inmersión dentro de la historia, así como mantendrá el film vivo y dinámico realzando el realismo estético propuesto en la cinta. Tal vez, este sentimiento de inmersión en la historia sea el causante de las controversias que el largometraje has suscitado debido a la crudeza de las situaciones que representa. En este sentido, Bigelow no se andará con rodeos y focalizará la acción en los conflictos raciales y en la brutalidad policial en algunos lugares de Estados Unidos. ¿Quizás la película ha ocasionado tanta polémica por no ser complaciente con las expectativas del público más conservador? O, ¿a lo mejor algunos espectadores se han molestado al darse cuenta de que la sociedad no ha avanzado nada en los últimos 50 años? Incidentes recientes como los disturbios en Ferguson (Missouri) en 2014, el rally por la Supremacía Blanca de Charlottesville (Virginia) o los altercados en St. Louis estas últimas semanas, son prueba irrefutable de la involución de la sociedad norteamericana; a la vez que convierte el Detroit de Bigelow en un documento de relevante importancia.

Una relevancia ya señalada por la propia cineasta al referirse a la polémica propiciada por su film cuando comentaría en una entrevista para Fotogramas: «Uno de los valores de mirar al pasado es ver el presente desde otra perspectiva». Una clara referencia al compromiso social del arte y que se verá reflejada en los últimos proyectos de Kathryn Bigelow, ya sea como productora o directora. A The Hurt Locker y Zero Dark Thirty, se le añadirán el cortometraje documental Last Days (2014) en el que se expondrá el relación entre el terrorismo y la caza furtiva de elefantes en África; Cartel Land (2015), documental sobre el tráfico de drogas en la frontera de México; o la producción ejecutiva del próximo proyecto escrito por Mark Boal y dirigido por J.C. Chandor, Triple Frontier (2019), también ubicado en el comercio de drogas en las fronteras de Argentina, Paraguay y Brazil.

En definitiva, Detroit es un film que incita a la reflexión y que supone la reivindicación de Bigelow como una de las cineastas más interesantes dentro de la industria y del género de cine político.

 

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