Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Doctor Who: The Church on Ruby Road» (Especial de Navidad): inicia una nueva era (BBC, 2023)

Doctor Who pasa al catálogo de Disney+ como licencia y, con ello, nace una nueva era para la serie. Los tres episodios que celebraron su 60º aniversario hace poco menos de un mes tendían puentes entre viejas y nuevas audiencias, pero el episodio más reciente, «The Church on Ruby Road», se propone servir de primera toma de contacto con un nuevo Doctor, audiencia y estilo. Todavía atado al inconfundible saber hacer de Russel T Davies, «The Church of Ruby Road» se adscribe a una tradición perdida en los últimos seis años: los especiales navideños de Doctor Who. Episodios, comúnmente, de una hora, ligeros, de ambiente festivo y mensaje sencillo. Es una opinión generalizada que los especiales navideños nunca han sido el punto fuerte de la serie, con muchos de ellos cercanos, por lo alto y por lo bajo, a la mediocridad. «Last Christmas» y «The Husbands of River Song», ambos complementarios a la novena temporada, apenas fueron la excepción que confirmaría la regla.

Una Navidad más, whovians y neófitos se encuentran reunidos para disfrutar con las aventuras del Doctor, ya en su decimoquinta encarnación. Como debut en solitario de Ncuti Gatwa en el rol protagonista, este episodio tan solo tiene dos objetivos: demostrar su habilidad y dinámica con la nueva acompañante, Ruby Sunday (interpretada por Millie Gibson), y sentar las bases de la siguiente temporada, paradójicamente la primera, la decimoquinta y la cuadragésima al mismo tiempo. Sin duda, la longevidad de Doctor Who ha pasado factura a la hora de comprender su orden de visionado. Si bien el Decimoquinto es indivisible de la historia de la Era Revivida y, en menor medida, la Clásica, «The Church on Ruby Road» demuestra con habilidad excepcional que puede haber un equilibrio entre lo nuevo y lo viejo. Algunos fans recordarán, por tono, el primer especial navideño en 2005; otros comprenderán la complicada relación del Doctor con su pasado como niño adoptado de la temporada 12, y los nuevos espectadores simplemente disfrutarán del estilo particular de Doctor Who con Russel T Davies como showrunner.

La dinámica de Ncuti Gatwa y Millie Gibson se muestra, en este primer especial juntos, como algo memorable y prometedor

Son varios los reclamos de este especial. Por una parte, la brillante escritura de los diálogos. Los personajes de Davies presentan una complejidad que traspasa el papel. Cuando el Doctor afirma que «I am learning the vocabulary of rope!», expresa en una línea cómica un sentimiento de fascinación por lo desconocido, de amor por la belleza del mundo. Y cuando la madre adoptiva de Ruby, Carla (Michelle Greenidge), pronuncia el desgarrador «Why whould I want a daughter when I’m happy as I am?», no solo expresa una disconformidad oculta con su situación; también demuestra recordar inconscientemente a Ruby. Bajo la pluma de Davies, los diálogos sintetizan tejidos emocionales y revelan aristas ocultas de personajes que parecen existir fuera de la ficción. Este es el motivo principal por el que el episodio, a pesar de su ritmo y guion dispar, funciona. Otro de los motivos es la espléndida interpretación de, prácticamente, todos los actores y actrices involucrados. Ncuti Gatwa resulta en un Doctor impresionante, despojado de la carga traumática de su pasado y capaz de disfrutar la vida. Gatwa confiere también al personaje una libertad de género y orientación sexual más viva que nunca. Sin embargo, ni el guion ni el actor se olvidan de la profunda emoción que corre por las venas del Doctor como ser milenario y ajeno a las inclemencias del tiempo, pero también como héroe bondadoso y empático. Su reacción ante la línea temporal alternativa, decadente e infeliz de Carla sin Ruby Sunday es verdaderamente sentida, algo extensible también a Greenidge. Y es que Ruby Sunday despide energía juvenil y positividad por todos sus poros gracias a la interpretación de una Millie Gibson natural. Su dinámica con Gatwa anuncia para la siguiente temporada una química genial.

El Doctor de Gatwa es libre y vivaracho, todo un cambio para con el pasado cercano de la serie

Si los diálogos y las interpretaciones no resultan suficiente reclamo, Murray Gold se une para terminar de pegar el conjunto con una banda sonora, si bien omnipresente, también de la calidad esperada. Desde su inicial rendición mística, casi terrorífica, de «Carol of the Bells», hasta la reconfortante entrada de Ruby en la TARDIS, Gold hace honor a su apellido y trabajo previo en la serie. En especial, el tema principal del Decimoquinto es intenso, juguetón y fresco. No hay en sus acordes atisbo del dolor del Doctor; solo el júbilo de visitar el cosmos en cualquier tiempo y espacio. Insertado en mitad del episodio se encuentra la ya famosa canción de los goblins («The Goblin Song»), desafortunadamente destripada previo al estreno del especial. Como incursión de Murray Gold en la música pop, logra ser impactante, pegadiza y, no lo neguemos, tan bizarra como solo Doctor Who puede serlo.

Desgraciadamente, los puntos positivos del especial se neutralizan, en gran parte, con los negativos. Unos diálogos, interpretaciones y canciones estupendas no resuelven los problemas de guion, ritmo y dirección presentes en cada secuencia. El episodio sufre una falta de tensión constante que solo en su tercer acto llega a buen puerto: la brillante escritura alrededor de Ruby y la interpretación de Gibson hacen del personaje alguien positivo cuya pérdida se siente ya en su debut. Hasta entonces, el guion baila entre una trama desarticulada y un exceso de escenas dedicadas casi por entero a construir personajes. Incluso el clímax, con un empalamiento al más puro estilo Hot Fuzz (Edgar Wright, 2007), resulta incoherente con la política antibélica del Doctor. En este hecho participa el guante inteligente, un nuevo dispositivo que puede convertirse en un detrimento para una serie cuyo principal método para la solución de conflictos es la astucia del Doctor. El destornillador sónico ha sido siempre un medio para un fin; este episodio, en cambio, sienta un peligroso precedente: hacer de la simple fuerza física de los guantes una solución en sí misma.

Permea a todo el especial, además, un problema: la dirección de Mark Tonderai. Es bien sabido que Davies, en constantes muestras de bondad y empatía, no descarta los tropiezos del anterior showrunner (Chris Chibnall), sino que trata de asimilar sus conceptos en una nueva narrativa. El Flux es mencionado con profunda incisión en el Doctor en los dos especiales anteriores, y en este episodio se hace referencia a la conexión de Ruby y el Doctor (también conocido por el nombre del ancestral «Timeless Child») como «foundlings», niños abandonados y adoptados. Sin embargo, Davies recupera también para este especial a una parte importante del equipo de Chibnall: el director de los episodios «The Ghost Monument» (T11, E2) y «Rosa» (T11, E3), Mark Tonderai. Su trabajo en ambos episodios fue indudablemente dispar, con una dirección funcional y un marcado uso de primeros planos algo desconcertantes. A diferencia de los especiales anteriores, con unos magistrales Rachel Talalay, Tom Kingsley y Chanya Button (respectivamente) a la cabeza, la dirección de Tonderai provoca una sensación de inestabilidad constante, culminada con la escena en slow motion más inexplicablemente larga de la historia de la serie, en un episodio cuyo guion no parece buscar esa inestabilidad. Solo la escena de la canción goblin parece encajar en el estilo de Tonderai.

Como decía, el especial provoca sensaciones mixtas donde casi cada punto positivo va a la par de uno negativo. Los goblins tienen unos diseños y actitud originales (en especial, los efectos prácticos del Rey Goblin, reminiscente de Jabba the Hutt) que, sin negar sus raíces folclóricas, tampoco se someten a su representación actual deudora de Dungeons & Dragons; al mismo tiempo, sus efectos digitales recuerdan negativamente a aquel Pting de «The Tsuranga Conundrum»  (T11, E5) y sufren de una desgraciada falta de desarrollo. Las actuaciones son brillantes, pero la inclusión de Davina McCall resulta disonante. Los personajes están bien caracterizados, no así algunas de sus decisiones por conveniencia de guion. Algunas imágenes resultan icónicas, pero el marco general sufre de una dirección mediocre. Incluso el Doctor, brillantemente encarnado, tiene algún momento incoherente con su personaje.

Mrs. Flood, uno de los nuevos misterios de la serie

En su conjunto, este especial navideño ha devuelto parte de la magia de la serie por su ambiente festivo. Con todo, las circunstancias no han sido adecuadas. Como viene demostrando en los últimos episodios, Davies arriesga con guiones cargados de escenas y conceptos brillantes, pero algo faltos de revisión en el producto final. No debe entenderse esto como un advenimiento de la siguiente temporada, por supuesto; solo la posibilidad de que estos problemas se vean replicados a futuro. En su lugar, parece más adecuado apreciar las bondades de esta nueva era: con Davies, hay trabajo de personajes, desarrollo y una sensación de fascinación que Doctor Who pedía recuperar desde hacía años. Por muchas puzzle box que haya colocado Davies en este y anteriores especiales (el jefe de The Meep, el vencedor del Toymaker, el diente de The Master, la madre biológica de Ruby, la recién introducida Mrs. Flood…), tanto este episodio como el tráiler de la siguiente temporada apuntan hacia un futuro esperanzador, cargado de emociones y con unos personajes tan cautivadores como empáticos. Esperemos, a partir de mayo del año que viene, poder confirmar esas esperanzas con los 8 episodios que conformarán la primera temporada de una nueva era.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *