Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Doctor Who: Especiales del 60º aniversario»: vuelta a las raíces con sabor a nuevo (BBC, 2023)

Hace seis meses comenzamos una retrospectiva de la aclamadísima serie de ciencia-ficción televisiva Doctor Who, analizando las causas y consecuencias del éxito o fracaso de cada nueva encarnación del Doctor más famoso de Reino Unido a partir de su soft reboot. La Era Revivida ha dado más alegrías que tristezas desde sus inicios en 2005 y muchos recordamos la iconicidad de sus mejores escenas de la mano de los showrunners Russel T Davies y Steven Moffat. Sin embargo, hasta este año, los whovians han pasado por una época oscura: la ocupación del puesto de showrunner por parte de Chris Chibnall desde 2018 hasta 2022. La opinión de un sector mayoritario de la comunidad ha sido clara: la nueva dirección de la serie no ha gustado. Los efectos digitales, vacíos de la plasticidad de los efectos prácticos; los acompañantes, intercambiables entre ellos y exentos de caracterización consistente; la Doctora, un trasunto de los valores morales de las anteriores encarnaciones; el maniqueísmo, más presente que nunca. Aunque episodios como «The Haunting of Villa Diodati» (T12, E8), «War of the Sontarans» (T13, E2) o «Village of the Angels» (T13, E4) recuperaran parte de la magia de la serie, los últimos tres especiales de Chibnall han sido una reafirmación de su inconsistencia como showrunner y guionista para Doctor Who.

Ante el panorama, se impone un nuevo cambio. Davies, Moffat y Chibnall fueron los encargados de producirlos en sus respectivas eras, pero esta, la que ha iniciado hace apenas meses, presenta una diferencia fundamental: en lugar de un nuevo showrunner, la BBC ha apostado por lo seguro. Russel T Davies, responsable del índice de audiencias más alto de la serie en los últimos 15 años, ha vuelto al cargo para reencaminar los tropiezos de temporadas anteriores. Esta nueva era ha comenzado, al estilo usual de la serie, con una reconexión con el pasado desde una óptica actual: una miniserie de seis episodios titulada Tales of the TARDIS, donde antiguos acompañantes se reencuentran con sus respectivos Doctores clásicos para recordar sus aventuras y mostrar los cambios producidos en sus vidas de un tiempo a esta parte. Como un conato de conclusión a esta retroalimentación entre lo viejo y lo nuevo, se ha publicado antes de los episodios que aquí nos ocupan, y a través del programa para la beneficiencia Children in Need, un corto con el nuevo Doctor visitando la génesis de sus archienemigos, los Daleks.

Esta nueva etapa en la historia de la Era Revivida tiene, en su núcleo, un propósito comercial: convertir la marca Doctor Who en un universo transmedia, algo que la serie llevaba décadas haciendo sin que ningún cargo lo considerara del todo canónico. El Whoniverse ya es real. Parte de esta decisión se debe a la entrada de Doctor Who en Disney, cuyo reconocimiento de franquicias como el UCM o el nuevo canon de Star Wars han llevado al éxito en taquilla, por muchos traspiés que se hayan dado en los últimos años. También hay un propósito a nivel de usuario: Doctor Who pasa a engrosar el catálogo de Disney+ y, por tanto, la serie sufrirá una suerte de soft reboot para amoldarse a los usuarios de la plataforma que no hayan visto nunca un episodio del Doctor.

A pesar de todas las diferencias que promete esta etapa, el líder creativo sigue siendo Russel T Davies. Su metodología de serialización no parece haber cambiado desde su partida en 2010: tres especiales para celebrar el 60º aniversario de la serie (su primer episodio fue emitido el 23 de noviembre de 1963), un especial de Navidad a finales de este mes y una temporada de 8 episodios para 2024. Un flujo continuo de episodios para mantener al espectador enganchado. Tampoco han cambiado sus estrellas principales: David Tennant se enfunda la piel del Doctor y Catherine Tate vuelve como la acompañante Donna Noble.

Abordemos, pues, el inicio de esta nueva era con sus tres especiales celebratorios, recién estrenados: «The Star Beast», «Wild Blue Yonder» y «The Giggle». Los tres deben su guion al propio Davies, mientras que la dirección ha recaído en la siempre espléndida Rachel Talalay (responsable del episodio «Heaven Sent» [T9, E11]), Tom Kingsley (responsable de la miniserie Ghosts [BBC, 2019] y Stath Lets Flats [Jamie Demetriou, 2018-2021]) y Chanya Button (asistente de dirección en las películas de Harry Potter y directora de Burn Burn Burn [2015] y Vita & Virginia [2018]), estos últimos nuevas incorporaciones, afortunadamente agradecidas, al equipo de la serie.

Permea a toda esta celebración de la nueva era una autoindulgencia propia del liderazgo de Russel T Davies. Doctor Who es, hasta cierto punto, demasiado consciente de su legado y tiende a recuperar conceptos, episodios y personajes anteriores con cierta redundancia. Ello, unido a una perspectiva optimista donde los finales felices son la norma, provoca que la tragedia de algunos personajes en temporadas previas se reescriba en favor de una positividad no siempre bien recibida por la audiencia. Pasó con Clara y su «segundo previo a la muerte» de cientas de nuevas aventuras. Pasó con la «última noche» de River Song y el Duodécimo en el planeta Darillium, de 24 años. Pasó con la separación de Rose y el Décimo, donde al final aquella recibiría su propio Doctor. Pasó, incluso, con la destrucción de Gallifrey y su bloqueo temporal. Quizás, la única historia trágica hasta su final, sin ambages, haya sido la del borrado de memoria de Donna Noble. Pero, como es común en Doctor Who, estos especiales buscan reescribir esta tragedia para transformarla en un final feliz.

Y aquí es donde Russel T Davies acierta más que falla. Porque, a diferencia de los intentos de Chibnall por reescribir el canon de la serie, Davies recupera tramas y personajes con el objetivo de explorarlos en mayor profundidad. El Doctor doliente de David Tennant era un estudio de personaje sobre el síndrome postraumático de un veterano de guerra y la tragedia de una existencia tan eterna como paradójicamente mortal. Este nuevo Doctor, el Decimocuarto, no es el David Tennant de 2010, sino una versión del mismo personaje con un bagaje mayor, un historial de traumas que rehúsa para no sentir más dolor. El Décimo repetía constantemente «I’m sorry»; el Decimocuarto apenas tiene tiempo para disculparse. Llena el vacío interior con nuevas aventuras. Sin freno, sin permitirse un momento de introspección. Este Doctor ha padecido eventos tan traumáticos como las muertes de Amy, Rory, Clara o Bill, además de todo el viaje de penurias del Duodécimo o, más importante, la culpabilidad de haber provocado indirectamente el Flux y, con ello, la destrucción de medio universo. Para la Decimotercera y el guion de Chibnall, el Flux apenas parecía tener consecuencias en el personaje. En estos tres especiales, observamos a un Doctor al límite de sus capacidades, enfrentado directamente con sus decisiones y sus traumas más arraigados. «The Star Beast» planta la semilla: una Donna después de 15 años de vida rutinaria propone al Decimocuarto que descanse, que se tome un tiempo para sanar y trate de pasar el resto de sus días en la comodidad de una vida humana, sencilla, ordinaria. «Wild Blue Yonder» revela directamente el lado más humano, más afligido del Doctor: siente sus manos manchadas de sangre. Sabe que no es culpable del Flux, pero también que no puede dejar de inculparse por el genocidio, revelación que lleva a una de las secuencias de mayor vulnerabilidad del Doctor, la impotencia de una rabia fisicalizada sin mayor propósito que una descarga momentánea.  Y «The Giggle», en un momento de reescritura brillante, desvela la verdad tras todas las temporadas anteriores: los supuestos finales felices de Amy, Rory, Clara, Bill, River Song o el evento del Flux son apariencias, intentos del Doctor por justificarse. Todos sus acompañantes han muerto. El Flux ha provocado miles de millones de muertos. Con la fina ironía de la línea «Well that’s alright then!», el antagonista del episodio, el Toymaker, enumera los errores del Doctor y expone sus entrañas.

El Decimocuarto es un Doctor afectado por circunstancias anteriores

Estos especiales aciertan en explorar la figura del Doctor como ente doliente y traumatizado, pero tampoco abandonan las dinámicas con acompañantes. Donna Noble vuelve como lo que es: una buena persona, de los pies a la cabeza. Ahora tiene una familia de la que preocuparse y, si bien tiene instantes de vuelta a la cautivadora sasiness que también la caracteriza, es su lado más humano y altruista el que juega un papel esencial en la historia. La vemos vulnerable al experimentar la lejanía de su familia en el vacío de «Wild Blue Yonder» y asistimos a su desgarradora reacción contra una muerte inminente al final de este episodio. Donna piensa en sí misma, en su familia y en el Doctor como un mismo ser: alguien a quien proteger y ayudar. Es un modelo de vida que, en última instancia, enseña al Doctor las bondades de la rutina humana.

Ninguno de los hechos anteriores tendrían la misma relevancia sin las magistrales interpretaciones de David Tennant y Catherine Tate, unidos de nuevo y sintonizados al unísono para brindar secuencias de profundo calado sentimental. Este hecho, afortunadamente, se extiende a todo el reparto de los tres especiales, tanto los actores que repiten de la anterior era de Davies como aquellos que se incorporan al equipo. De los primeros, Jacqueline King encarna de nuevo a Sylvia Noble, la madre de Donna, con un registro marcadamente distinto a su última aparición. Desde aquellas palabras del Doctor criticando su egoísmo, los 15 años entre aquel evento y el primer especial se hacen patentes. Sylvia trata de mejorar, ayuda a Donna y la protege de recordar al Doctor por su riesgo mortal. Una humanidad presente en su marido, Shaun Temple, cuyo Karl Collins brinda al personaje un contrapunto cómico y un apoyo siempre presente para la familia. Quizás el momento más esperado de los especiales por muchos sea la única escena que el veteranísimo Bernard Cribbins, patrimonio nacional de Reino Unido, pudo grabar como Wilfred Mott antes de su defunción el 27 de julio de 2022. Todo lo tocante a su personaje se trata con delicadeza, recuperando su bondad de temporadas anteriores y mostrando su reencuentro con el Doctor con merecida emoción. Para el tercer especial, «The Giggle», se empleó un doble muy poco intrusivo con tal de no eliminar al personaje de la historia sin, por lo menos, una mención final. También en «The Giggle» aparece un personaje conocido, con mayor peso narrativo: Kate Stewart, encarnada por Jemma Redgrave en una absoluta vuelta a la forma.

La última aparición de Cribbins destila emoción

Las nuevas incorporaciones al reparto tampoco resultan baladí. Miriam Margoyles exprime sus registros para caracterizar a The Meep en sus dos facetas, y Neil Patrick Harris brinda un Toymaker estupendo, vivaracho y macabro a partes iguales. Una secuencia para la posteridad: su baile carnavalesco al ritmo de las Spice Girls donde humilla a la organización UNIT, golpea a Kate en pleno vals, hace girar como una peonza a Mel Bush (Bonnie Langford, acompañante de Doctores clásicos), encierra a dos soldados en balones para toda la eternidad, se mofa del Decimocuarto y convierte las balas en pétalos para recrear la American Beauty (2000) de Sam Mendes, todo en menos de dos minutos de metraje y provisto de una dirección y montaje excelentes. Recuerda a las mejores secciones del The Master de John Simm.

Algunas secuencias adolecen de un CG bastante mejorable, pero la vuelta de los efectos prácticos se hace notar positivamente y el CG es, a grandes rasgos, un añadido acertado

Algo menos destacables, pero igualmente interesantes, resultan las inclusiones de Rose Temple-Noble (Yasmin Finney) y Shirley Anne Bingham (Ruth Madeley, recuperada por Davies de su Years and Years [2019]), una hija de Donna y Shaun, y la otra agente de UNIT. Sus personajes palidecen de cierta falta de protagonismo, no así de agencia. La palabra «inclusión» no es casualidad. Davies sigue mostrando que Doctor Who es para todo el mundo y se asegura de incluir géneros, sexualidades y discapacidades diversas con total naturalidad. Rose y Shirley son humanas y no esencializaciones de sus rasgos no normativos. El punto más positivo: estos rasgos también son relevantes en el guion. Naturalizar no equivale a invisibilizar. Rose es una persona transgénero no binaria identificada como mujer, aspectos que llevan a escenas como la confusión de pronombres de su madre Sylvia, el uso del dead name como insulto por parte de los abusones de su clase o una particularmente ingeniosa conexión entre la identidad de Rose y el icónico «binary» de la DoctorDonna. El Doctor es hombre, mujer, y más, y ninguno. Mientras tanto, Shirley es una mujer en silla de ruedas empoderada a través de armamento adaptado y consciente de la todavía presente falta de ayudas para usuarios con discapacidad motriz en la sociedad actual. El detalle más brillante por parte de Davies es su profético metacomentario: en «The Giggle», una Kate rabiosa, infectada por un virus que hace al usuario creer tener razón (otro genial comentario mordaz sobre la era Twitter), critica a Shirley con la frase «I’ve seen you walk. I’ve seen you walking! Don’t deny it!». Tras el estreno del primer episodio, «The Star Beast», muchos usuarios criticaron que Shirley pudiera cruzar las piernas sin ayuda de las manos, demostrando una absoluta incomprensión de los grados de disfuncionalidad motriz. Kate es un espejo de la irracionalidad humana y, al tiempo, una muestra de lo que debería hacerse después de mostrarla: arrepentirse, asumir la culpa y disculparse por el comentario. Shirley recibe la disculpa con naturalidad, un «no te preocupes» positivo a modo de puente para la reconciliación.

No todo es positivo en la inclusión de Davies. A pesar de su excelente tratamiento de la no normatividad, algunas secuencias y declaraciones pueden hacer arquear una ceja. El comentario de Rose sobre la incapacidad del Decimocuarto de dejar ir el poder Time Lord por su identificación como hombre es inevitablemente sexista, y no termina de justificarse como una reafirmación de su propia identidad como persona no binaria identificada como mujer. Ni tiene sentido en tanto el Doctor había sido una mujer apenas horas antes, ni tienen cabida las críticas al Decimocuarto por su asunción errónea de géneros. Asimismo, las declaraciones de Davies sobre el nuevo Davros presente en el especial de Children in Need dan lugar a debate: Davros ya no irá en silla de ruedas por lo problemático de mostrar al villano como una minoría. El showrunner no parece tener en cuenta el auténtico objetivo de la inclusión: que cualquier persona no normativa pueda (como cualquiera dentro de la normativatividad) encajar en cualquier rol, héroe, villano, secundario o terciario. Ello ha provocado a una Shirley que parece desprovista de defectos y cuya relación con el Doctor es meramente formal, sin lugar a tensiones. Esperemos en este respecto que Davies expanda sus horizontes para posteriores episodios; la dirección general es la correcta y tan solo deben pulirse algunas aristas.

La controvertida escena de «The Star Beast», indulgente y problemática

En un panorama total, Doctor Who ha vuelto de su época oscura. La estructura de los tres episodios responde a la satisfacción de todas las audiencias previas de la serie: quienes buscan una aventura entretenida, de giros argumentales, tono distendido y reconexión con el pasado, tienen «The Star Beast». Quienes buscan la faceta terrorífica de la ciencia-ficción, el estudio de personajes y el tour de force tienen «Wild Blue Yonder» (una hora de maestría actoral con dos Tennants y Tates ligeramente distintos). Quienes busquen personajes icónicos, UNIT o incluso a Ncuti Gatwa, tienen «The Giggle». Y esa es la conclusión: que Davies no solo apuesta por lo seguro; arriesga con unos veinte minutos finales en presencia del nuevo Doctor. El concepto de bigeneración, la victoria sobre el Toymaker y el final feliz del Decimocuarto son temas debatibles que, sin duda, devalúan la maestría argumental anterior, pero la presencia de Ncuti Gatwa en el papel del Doctor no da lugar a error: está estupendo. Tiene el dinamismo, el encanto, la bondad y la presencia de un Doctor. Pero, sobre todo, marca una nueva era donde el Doctor ha sanado de sus heridas emocionales y es capaz de seguir adelante, de dejarlo ir. El futuro está lleno de promesas: quizás un nuevo The Master, un misterioso jefe detrás de The Meep o alguien más poderoso que el Toymaker. Solo una cosa es segura: que el Doctor está de vuelta y piensa quedarse varios años más. Comenzando por este 25 de diciembre, donde el Doctor y nosotros volveremos a conectar en, esperemos, una nueva era de la serie.

El Doctor de Ncuti Gatwa promete bondad, emoción y sanación
 

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