Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Entre el thriller y la soap opera: «Stranger» (Signal Entertainment,2017 y Netflix, 2020)

Tal como hemos ido comentando en algunos de nuestros posts anteriores, la ficción coreana es del todo adictiva no solo por su hibridez genérica sino especialmente por la enorme reflexión sociopolítica que se desprende de cada una de ellas independientemente del argumento —género en realidad— que desarrolle. Este es el caso de Stranger: Forest of Secrets, un drama legal-policíaco con dos temporadas hasta el momento que ha gozado de una enorme repercusión internacional. A lo largo de los 32 episodios de que constan ambas temporadas, seguimos las investigaciones de la pareja formada de manera casual por el fiscal Hwang Shi-Mok (Jo Seung-woo) y la inspectora de la comisaría de Youngsan Han Yeo-jin (Bae Doo Na). Una afirmación que, en principio, sigue los esquemas genéricos perfectamente conocidos por las audiencias globales. Una característica esta última compartida por todos los K dramas. Y, también siguiendo los esquemas prototípicos del drama legal-policíaco, los protagonistas se definen en principio bien por contraste  bien por complementariedad o por ambas cosas —y nos remitimos, como ejemplos de la ficción europea y norteamericana, a las parejas que relacionamos al final de este post.

El fiscal Hwang Shi-mok (Jo Seung-woo) y la inspectora Han Yeo-jin (Bae Doona)

Y hablamos de casualidad en la formación de esta peculiar pareja porque las audiencias siguen desde el primer momento a Hwang Shi-mok, un brillante fiscal quien, debido a una hipersensibilidad frente a determinados sonidos, es lobotomizado en su juventud de tal modo que lo transforma en una persona no empática y con escasas habilidades sociales. Dos cualidades que otras ficciones —las estadounidenses sin ir más lejos, con casos equiparables como el del maniático Monk—  explotarían de manera repetitiva pero que en Stranger sirven para dotar a Shi-mok de las mismas cualidades que encontramos en los bufones o locos shakespeareanos que no son otras que las de decir la verdad o, en el caso de Shi-Mok, de perseguirla y sacarla a la luz independientemente de la personalidad del culpable. Una característica que también encontramos en la más que empática Yeo-jin, perfecta conocedora y superviviente de los entresijos burocráticos policiales que actúa en la serie como milimétrica otra-cara-de-la-moneda.

La capitana Choi Bit y el jefe de la oficina del fiscal Woo Tae-Ha de la segunda temporada

FIscales y Policías son, pues, los protagonistas de Stranger y también los temas de ambas temporadas. Así, en la primera de ellas, el argumento tiene como punto de partida la investigación de un asesinato conducida por Shi-mok a la que se une posteriormente Yeo-jin y que deriva hacia las acusaciones de mala praxis fiscal y a la constatación de la existencia de una red de corrupción en esa institución a la que no es ajena la interferencia de la corporación Hanjo. Por su parte, el caso de la muerte por ahogamiento de dos jóvenes en una playa es el detonante de la segunda entrega en la que la polémica acerca de quién debe dirigir las investigaciones conduce a una hipotética corrupción policial a la que no es ajeno el asesinato de un joven policía por sus compañeros en el distrito de Seong. De este modo, Stranger plantea una crítica a  la pugna entre dos instituciones manipuladas por los poderes económicos quienes inciden directamente en un esquema de corrupción sistémica avalada por la inacción legislativa gubernamental. Una crítica que convierte a Stranger en una muestra de lo que se ha dado en llamar la reality based television al escenificar las polémicas —todavía no resueltas en el país—  centradas en los proyectos de ley de reajuste del poder de cierre de las investigaciones por parte de la policía ampliamente discutidas por la fiscalía surcoreana por su posible deficiencia democrática para el desarrollo del sistema judicial penal. La colaboración entre Shi-mok y Yeo-jin deviene, pues, simbólica como también lo es, en el sentido totalmente inverso y esencialmente crítico aunque esperanzador, el desarrollo de la relación entre la capitana Choi Bit (Jeon Hye-Jin) y el fiscal Woo Tae-Ha (Choi Moo-Sung) en la segunda temporada.

El jefe de la fiscalía de Seúl Este Kang Won-Cheol (Park Sung-Geun)

Un punto de partida y otro de llegada que Stranger despliega en cada una de sus temporadas a través del desarrollo de tramas basadas esencialmente en la causa-efecto pero que se irán complicando gradualmente de manera casi paroxística para las audiencias que ven cómo las acciones se entremezclan sistemáticamente. Una complicación estructural a la que debemos añadir la gran cantidad de nombres a veces imposibles de memorizar para las audiencias occidentales. De este modo la primera entrega combina la investigación del asesinato de Park Moo Sung por parte de la fiscalía de Seúl Oeste con las pesquisas paralelas llevadas a cabo por la policía de Yongsan que se solapa con la investigación interna por posible corrupción de algunos fiscales. Por su parte, la segunda temporada se inicia con el ya mencionado ahogamiento de dos jóvenes en una playa de Tongyeon donde trabaja Shi-Mok tras la resolución del primer caso. Todas ellas conducen a asesinatos, secuestros, persecuciones, corrupciones, prostitución, violencia real o simbólica y, finalmente, a la incidencia de la Hanjo Global Corporation en el poder judicial y policial. Una estructura de incorporación de subtramas parcialmente autoconclusivas en cada una de las temporadas que convierten  Stranger en una mezcla perfecta entre el thriller conspirativo y los mecanismos esenciales de la soap opera de tal manera que la serie ofrece una fórmula basada en variables argumentales que va subvirtiendo de acuerdo con el mensaje sociopolítico que quiere plantear y que funciona a la perfección tanto desde el punto de vista dramático como desde la perspectiva de enganche de las audiencias.

La presidenta de la Hanjo Global Corporation Lee Yeon-jae (Yoon Se-ah) en la segunda temporada

Y un esquema enmarañado que, como no puede ser de otro modo,  tiene su reflejo en la construcción de los personajes que intervienen en cada una de ellas y que se ajustan en esencia al formato del thriller, de nuevo planteado a través de esquemas duales —aparentemente maniqueos— con esbozos de las luchas por el poder típicas de la soap opera: el jefe de la fiscalía Lee Chang-joon (Yoo Jae-Myung) accederá al Ministerio de Justicia desde donde parece estar bajo las órdenes de la Hanjo Corporation;  el advenedizo fiscal Seo Dong-Jae (Lee Joon-Hyuk) pivotará entre su deber y sus deseos de entrar en la élite del poder; y, finalmente, el jefe de la fiscalía de Seúl Este Kang Won-Cheol (Park Sung-Geon) intentará mantener su integridad como fiscal. O si se prefiere, dos extremos y un personaje sobornable en las instancias judiciales. Un esquema que se repite en la segunda temporada pero esta vez refiriéndose a las instancias policiales donde, de nuevo los personajes se sitúan en los extremos de la moral o de la legalidad como es el caso de la capitana Choi Bit. Una lista de presuntos agresores que tienen su contrapartida en la pareja protagonista por una parte y por los miembros de la estación de policía de Yongsan, trabajadores incansables donde los haya —y un tanto confiados e ingenuos también— quienes no dudan en ponerse a las órdenes de Yeo-jin e integran al fiscal Shi-mok —el enemigo— como colíder del grupo por otra parte. De este modo, los esquemas maniqueos funcionan sin estridencias en el esquema general de la serie.

Los personajes centrales de la serie en su primera temporada

Stranger es adictiva. Y no solo por la milimétrica construcción dramatúrgica que despliegan con una hibridez pasmosa y una puesta en escena que mimetiza a la perfección los tonos y características de cada uno de los géneros hibridados sino especialmente por la integración de los códigos del honor orientales en unas estructuras absolutamente transnacionales. Porque las acciones conspiranoico-soap operísticas de cada una de las temporadas se acompañan de un proceso redentivo para los personajes transgresores o susceptibles de haberlo sido a través de muertes honrosas, dimisiones morales o petición expresa de perdón a las víctimas: algo impensable en las ficciones occidentales, especialmente las estadounidenses. Y una adicción de visionado que tiene un aliciente en la interpretación de todos y cada uno de los actores que intervienen en Stranger, la mayoría de ellos —salvo Bae Doo Na—desconocidos para nosotros y que ofrecen siempre la parte más humana y delicada de sus personajes a pesar de la sordidez de sus acciones. Algo que es de agradecer y que nos hace reflexionar acerca de que realmente los caminos y posibilidades de la interpretación no pasa necesariamente ni por una aculturalización corporal del actor ni, mucho menos, por su asimilación a los esquemas occidentales más estandarizados.

Stranger es, pues, una serie de enorme calidad y de obligado visionado de la que todavía no sabemos si tendrá continuidad o no a pesar de las informaciones que parecen confirmar una tercera entrega. A pesar de que nos gustaría mucho ver la evolución de Shi-mok y Yao-Jin, lo cierto es que cada una de las temporadas de Stranger está conceptualmente cerrada. Una muestra más de una dramaturgia más que meditada.

 

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