Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Geographies of Solitude» (Jacquelyn Mills, 2022): relatos desde un mundo mínimo

 

«Una vida entera y en esto se resume todo: belleza y terror.»

La escritura indómita, Mary Oliver

 

Inclementes. Así son los tiempos que nos han tocado vivir: inclementes. Habitamos los límites de lo que Ulrich Beck bautizó como “sociedad del riesgo”, esto es, un espacio social en el que la seguridad de los seres vivos está constantemente en jaque debido a las creaciones del ser humano dentro del marco del progreso tecnológico. De esta manera, invenciones como los vehículos movidos con diésel, las centrales nucleares o los petroleros crean un elemento tóxico, nocivo y, en última instancia, peligroso para la supervivencia de los seres vivos. En algunos casos, como pueden ser los vehículos, ese peligro no resulta del todo visible porque el daño se ejerce sobre la atmósfera, creando la ilusión de que no debe por qué existir una preocupación de gravedad inminente ante una posible catástrofe, incluso si tenemos en cuenta que este tipo de prácticas —junto a los gases de efecto invernadero que producen las vacas en las granjas— son algunas de las que, poco a poco, han ido construyendo lo que hoy en día conocemos como calentamiento global. Sin embargo, hay otros casos cuyo efecto de erosión resulta más palpable. Las plantas químicas nos llevan al indeseable suceso de Chernóbil, acontecido en 1986, radiando toda la zona colindante, imposibilitando habitar en ella. Respecto a los petroleros, también debería permanecer de forma fresca en nuestra memoria los accidentes del Erika, en 1999, y del Prestige, en 2002. Ambos acontecimientos provocaron un vertimiento masivo y desastroso de crudo en el océano, contaminándolo y provocando la muerte de incontables animales que moraban esas aguas. Reconocidísimas son las imágenes de voluntarios patrullando las orilla de las playas gallegas en 2002 y recogiendo de la arena cadáveres de gaviotas cubiertas de chapapote.

GEOGRAPHIES OF SOLITUDE • Cinéma du Réel
Una muestra de lo que Zoe Lucas se encuentra en las costas de Sable Island.

Tampoco debemos sucumbir a la tentación de la hipocresía buenista e ignorar que, por ejemplo, los productos que obtenemos con el tratamiento de ese crudo que por accidente se vertió en el océano no nos son de utilidad. Los plásticos han supuesto una mejora sustancial de la vida de muchas personas, facilitando la distribución en masa de productos de primera necesidad, como puede ser el agua potable o los medicamentos. Las centrales nucleares, también, han resultado de vital importancia para la generación de electricidad a grandes escalas que han permitido el abastecimiento de muchos edificios y hogares de corriente eléctrica. Resulta innegable que muchas de estas prácticas han participado en la creación de una sociedad del consumo —paralela, aunque exponencialmente hermanada a la sociedad del riesgo— que han favorecido la implantación de supermercados industriales y, ahora en la época de Internet, tiendas online que te llevan el producto comprado a casa. Lo que se recomienda, o lo que en cierta forma debería exigirse, es una toma de conciencia por parte del consumidor a la hora de tratar con estos productos, algo que no se consigue de otra manera que a través de campañas de sensibilización que lleguen al máximo público posible y con una praxis legislativa que castigue o sancione a todas aquellas personas que ignoren estas claras señales de maltrato planetario. Esta es una de las necesidades que pretende satisfacer Geographies of Solitude (Jacquelyn Mills, 2022), un documental contemplativo que se centra en la vida de Zoe Lucas, una naturalista y ecologista que ha estado viviendo y trabajando en Sable Island durante 40 años para estudiar su fauna y flora de forma minuciosa y completa.

Geographies of Solitude' Review: Exploring a Wild Island - The New York Times
Zoe Lucas paseando por los peculiares páramos de Sable Island.

Con lo primero que nos encontramos es con una fascinación. Zoe Lucas deja el mundo de lo civilizado para hundirse de lleno en lo aparentemente desértico del paisaje de Sable Island. Pero no siempre había sido así. Previo a 1974, año en el que la naturalista comienza su periplo para con la isla, Lucas depositaba sus esfuerzos y ambiciones en su carrera en Bellas Artes en la Nova Scotia College of Art and Design (NSCAD). Sus intereses, salta a la vista, poco o nada tenían que ver con trabajos de preservación natural. Pero el descubrimiento de algunas fotografías en blanco y negro de Sable Island marcaron un antes y un después en su vida en tanto que, a raíz de esto, se presentó como voluntaria a un estudio de campo de la Universidad de Dalhousie destinado a la investigación de las focas. Para cuando Lucas obtuvo su maestría en Bellas Artes, su dedicación para con Sable Island resultaba prácticamente completa: pasaba entre ocho y diez meses en la isla, centrándose en el análisis de todo aquello que conformaba el rico ecosistema de una superficie terrestre de apenas 31 kilómetros cuadrados. Para aquel entonces, Sable Island ya era su casa, y su preservación suponía tanto una actividad que satisfacía su curiosidad científica como una necesidad imperiosa de mandar un mensaje hacia todo aquello que quisiera dañar la salud medioambiental del espacio.

Geographies of Solitude
Los espacios mostrados por Jacquelyn Mills en su documental atrapan, perturban y zarandean al espectador.

A través de este último punto, se puede afirmar que Sable Island funciona como una representación mínima del mundo. El interés por preservar su extensión se manifiesta como una suerte de actitud ideal que debería servir como modelo para el resto de espacios del planeta. Geographies of Solitude, entre muchas otras cosas, acentúa esta relación. A lo largo del documental vemos cómo se crea su edificio medioambientalista y reivindicativo desde lo más pequeño a lo más grande. En un ejercicio que bien podría considerarse parejo a los trabajos de Stan Brakhge, y como una manera de explotar una vena creativa cultivada a través de años de estudio, Zoe Lucas configura breves películas con aquellos elementos que va encontrando por la isla. De esta manera, no resulta extraño encontrarnos en medio del documental una pequeña sección dedicada a la reproducción de un brevísimo corto que nos muestra, por ejemplo, algas dispuestas en formas y líneas creadas directamente sobre el carrete de película. Es una forma ingenua de preservación natural, pero no por ello menos punzante e ingeniosa. En el arte, el ser humano deposita sus esperanzas de inmortalidad. ¿No es este esfuerzo por parte de Lucas un intento de llevar lo perecedero —la vida de un alga— a una escala que pretende trascender los límites orgánicos del tiempo? El interés de la naturalista por todo aquello que tenga que ver con Sable Island responde a un principio pasional tan inquebrantable que coloca ese microcosmos, que es la isla, en una posición que perviva tanto tiempo como el mundo vaya a ser mundo.

BERLINALE 2022: GEOGRAPHIES OF SOLITUDE DE JACQUELYNE MILLS – desistfilm
Las filigranas creadas por la propia Zoe Lucas: ¿una simple y pequeña explosión de creatividad o una acción dominada por el deseo de sobrevivir y pervivir?

Junto este deseo de “preservación atemporal”, también se deja espacio a la estipulación de una filosofía más cercana a la organicidad biológica. Lucas, siempre tan dedicada a todo aquello que tenga que ver con la isla, lleva a cabo un seguimiento de los caballos que viven en ella. Los tiene contados, y a ese número va sumándole todos los nuevos nacimientos y, por supuesto, restándole todas las muertes. Lejos de plantear una dinámica de tragedia por la pérdida de un miembro de la manada, e incluso si mantenemos la melancolía putativa que le pertenece a la muerte, Lucas manifiesta una actitud más bien estoica que prioriza la aceptación por encima de cualquier otra cosa. También debemos tener en cuenta que la protagonista del documental no traza relaciones excesivamente personales con los caballos, sino que acoge un punto de vista algo más observacional y analítico. Sin embargo, si tenemos en cuenta que Sable Island conforma una suerte de mundo en sí mismo, cabe la posibilidad de que cualquier pérdida de una parte de su esencia sea vista desde una luz más bien pesarosa. Lucas reniega de esta idea y favorece una visión integradora, en ocasiones poética, de la muerte, en tanto que todo aquello que fallece pasa a formar parte de aquella misma tierra que en un pasado le dio vida y que en un futuro le dará vida a tantos otros microorganismos, continuando así el ciclo aparentemente sinfín de la vida. Así, las energías que naturalmente se presentarían en el duelo por la muerte de, en este caso, unos caballos se redirigen a instancias más constructivas y positivas de los hechos.

Geographies of Solitude
El mensaje ecológico, uno que debidamente une lo particular con lo universal, cala hondo a través de su manifestación artística total: la comunión del contenido con el continente.

Más allá de la clara ontología naturalista, invitación que perfectamente podría corresponderse con una toma de conciencia hacia derroteros primitivistas, aquello a lo que apunta el documental de Jacquelyn Mills y el discurso de Zoe Lucas tiene que ver más con la posición del ser humano para con el mundoGeographies of Solitude dedica una porción considerable de tiempo a grabar todos aquellos deshechos que llegan a las costas de Sable Island, espacios habitados principalmente por aves marinas y focas. Botellas, cubos y microplásticos encabezan un largo etcétera de elementos que la naturalista se encuentra de forma periódica en las playas de la isla. Incluso globos utilizados para los famosos gender reveals, tan de moda en los países anglosajones. Son los restos de actividades repletas de significación cultural para un grupo relativamente grande de seres humanos y, en estos términos tan superficiales, resultan eminentemente positivos. Sin embargo, no nos tenemos que quedar simplemente en la celebración en sí: lo que viene después es igualmente importante, porque si lo que queremos celebrar son nuevos nacimientos, también debemos preocuparnos por preservar esos espacios en los que vivirán esos mismos seres humanos. Hay algo extremadamente silogístico y tautológico en los argumentos a favor del cuidado del medioambiente, pero las dinámicas de un hedonismo descerebrado parecen tirar por suelo toda simple y necesaria lógica que pueda aplicarse a los procesos de preservación natural. Tenemos que aprender que decir sí a la celebración no tiene por qué implicar decir sí al descuido medioambiental.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *