Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Jessica Chastain es «Miss Sloane», una #NastyWoman en Washington

Desde el 20 de noviembre de 2016 se ha abierto una nueva e interesante línea temática para los creadores de la industria del cine hollywoodense más comprometidos. Tal y como planteaba la primera campaña promocional de la quinta temporada de House of Cards lanzada (estratégicamente) el mismo día de la inauguración del nuevo Presidente de los EE.UU. en el que se veía la bandera norteamericana hondeando al revés frente al Capitolio, en el que las lecturas pueden ser muy variopintas, las narrativas dentro de la era Trump ya se están enseñando el hocico. En este contexto se enmarca la cinta que trataremos hoy, el thriller político con el cineasta británico John Madden en la dirección y con una implacable Jessica Chastain al frente del reparto: El Caso Sloane (o mejor nos referiremos a su título original, Miss Sloane, que es más apropiado por causas que justificaremos a continuación). Una película que, aunque producida durante la rumorología de la elección de Trump como candidato republicano, es una declaración de intenciones en toda regla por diferentes motivos. Pero, mejor vayamos por partes.

Repleta de un complicadísimo lenguaje técnico del que el espectador no debe perderse ni una coma para comprender el discurso del film en su totalidad, en los primeros instantes de la película asistiremos a una vista oral del Congreso de EE.UU en la que Elizabeth Sloane (Jessica Chastain), una importante lobbyist que se enfrenta a un supuesto caso de prácticas ilegales dentro de sus negocios. Pero, antes de continuar con el argumento y siguiendo el apunte respecto al complejo lenguaje técnico, permitirme explicar qué tipo de trabajo realiza un lobbyist. Como bien nos harán saber en la introducción de Miss Sloane, los lobbys son una especie de corporaciones compuestas por abogados, tech-nerds y expertos en marketing a las que senadores y congresistas acuden para que les consigan los fondos necesarios para sus campañas personales.

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Jessica Chastain como Elizabeth Sloane, una de las lobbyist más feroces de Washington

Dicho esto, la película se centrará en la lucha de dos compañías-lobbys que competirán por ganar los votos necesarios para llevar a cabo una ley de regulación sobre la utilización de armas en el país. Por un lado, la empresa de Liz Sloane estará a favor de su uso restringido; y, por el otro, sus rivales defenderán el derecho de ampararse a la Segunda Enmienda. Gracias a una estrucutra que deambulará entre el pasado y el presente, el espectador asistirá a los hechos que han permitido que Sloane se siente en el banquillo de los acusados. Y es precisamente ahí donde Madden y el guionista Jonathan Perera centran una de las dos líneas temáticas del film.

Por un lado, siendo narrativamente un thriller conspiranóico con todos sus elementos perfectamente colocados, la película se posicionará como una crítica muy potente al sistema político – «podrido», como lo demoninará Sloane – en Washington D.C destapando los entresijos que se suceden en los despachos de la capital del país y, por supuesto, cuestionando su legalidad. Y sin contar con la fuerte crítica contra el uso de las armas en EE.UU. que ya se podría suponer entre líneas en el resumen argumental expuesto anteriormente. Con un guión milimétricamente confeccionado para que el espectador vaya recogiendo «las trampas» que se le van sembrando a un ritmo dialéctico casi imposible, su sorprendente y muy efectivo giro final es el broche perfecto para la tesis que plantea la cinta. Una estructura narrativa que recuerda al anterior largometraje de John Madden, The Debt (2011), también con Chastain como protagonista y que desde aquí recomendamos.

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Una de las estrategia de Sloane para ganar votos. En la guerra entre lobbys todo vale…

Por otro lado, la evolución y descripción del personaje protagonista será otra de las líneas argumentales y la que estará mejor desarrollada dentro de la trama. Elizabeth Sloane será confeccionada como una mujer fría, calculadora y sin escrúpulos que no tendrá ninguna manía en mostrar su lado más cruel y despiadado y en hacer lo necesario para conseguir su objetivo, aunque eso tenga consecuencias nefastas para los que le rodean. Siendo un personajes perfectamente equiparable al de los Underwood de House of Cards (tal vez más a Claire que a Frank) Miss Sloane pretende ser un reflejo de muchas mujeres que trabajan en política en Washington D.C – muchas lobbyist y algunas no – que tienen que enfrentarse cada día a un mundo de hombres.

Por supuesto, gran parte del peso de la película recaerá en su actriz principal. Elizabeth Sloane será un personaje lleno de matices los que Jessica Chastain hace relucir como solo ella es capaz de hacerlo, mezclando fuerza y vulnerabilidad en el que muchos han calificado como uno de los papeles de su carrera. Y es que la elección de Chastain para meterse en la piel de Elizabeth Sloane no es casual. Considerada como una de las actrices más activistas por la igualdad salarial en EE.UU, específicamente en la industria cinematográfica, Chastain anunció como parte del jurado de Cannes hace pocos días su intención de seguir luchando desde su posición por la representación femenina en todos los ámbitos de la cultura y de la sociedad afirmando: «Una de las cosas que me llevo de esta experiencia son los personajes femeninos. Es preocupante cómo nos ve el mundo […] Espero que cuando haya más mujeres encargadas de contar las historias también tendremos personajes femeninos en los que podamos reconocernos. Las mujeres debemos ser más proactivas y ni limitarnos a reaccionar ante lo que hacen los hombres»

Unas apreciaciones que no pasaron desapercibidas en la campaña promocional de la película en su momento acuñando el concepto «Nasty Woman«, término despectivo que utilizó en propio Donald Trump durante su campaña contra Hillary Clinton y (re)convertido en un movimiento feminista con el mismo nombre. Cada claro pues, que Miss Sloane es un ejemplo de empoderamiento femenino y una de esas protagonistas que es difícil olvidar. Y la gran culpable de todo es Jessica Chastain.

Uno de los carteles promocionales de Miss Sloane con el tagline #NastyWoman
Uno de los carteles promocionales de Miss Sloane con el tagline #NastyWoman

Frente a los constantes ataques despectivos y directos de Trump a la industria, la respuesta de Hollywood ya ha sido contundentes. Empezando por el magistral discurso de Meryl Streep en los Globos de Oro y cerrando con el galardón a Mejor Película en los Oscar para Moonlight. Además de empezarse a desarrollar proyectos involucrando temáticas respecto a la diversidad de género y raza que serán interesantes analizar en su momento y de la que Miss Sloane forma parte. Una industria, la de Hollywood (tanto en cine como televisión), que no se conforma con lo que hay y pretende sacar los dientes. Y afilarlos si es necesario. En una reciente entrevista, el actor Kevin Spacey bromeaba sobre el hecho de que la nueva temporada de House of Cards «aburriría» a las audiencias por no ser capaz de «competir» con la realidad. Entonces, ¿qué puede considerarse real y qué ficción dentro del cine político de ahora en adelante? Sea como sea, una cosa está clara: sea o no de temática política, las narrativas bajo la era Trump ya han empezado a proliferarse y están dispuestas a quedarse por mucho tiempo.

 

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