Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La historia de/en los videojuegos: «Tetris» (Jon S. Baird, 2023)

El 31 de marzo Apple TV+ estrenaba la película Tetris dirigida por el escocés Jon S. Baird, creador y guionista  de Stan & Ollie (2019), Filth (2013) y Stonehouse (2023). El film tenía, desde el anuncio de su producción por la plataforma, el aliciente de plantear los entresijos que rodearon a la consecución de los derechos de comercialización de uno de los juegos más adictivos de la historia. Un planteamiento más que interesante y también, por qué no decirlo, novedoso en los esquemas de la relación entre los videojuegos y los productos audiovisuales. Estos se mueven entre un trasvase idéntico de un medio a otro con resultados más que discutibles narrativamente hablando y sin establecer el diálogo necesario entre ambos, o en la explicación vistosa de las mecánicas del juego juntando retazos de las distintas sagas de los personajes protagonistas como vemos, solo por poner algunos ejemplos, en la reciente serie  The Last of Us (HBO, 2023) o el éxito de taquilla Super Mario Bros.(Aaron Horvath y Michael Jenelic, 2023). A ellas se contraponen producciones que, a partir de materiales provenientes de los videojuegos ofrecen, en mayor o menor grado, una reflexión acerca del medio o de su funcionamiento —con guiños a los jugadores incorporados— tal como vemos en Wreck-it Ralph y Ralph breaks the Internet (Rich Moore, 2012 y 2018) donde este personaje está cansado de ser siempre el malvado de su juego,  o en Free Guy (Shawn Levy, 2021) protagonizada por un non playable character de un juego de mundo abierto quien se ve envuelto sin querer en la búsqueda de un código que lo transforma en un héroe para los jugadores.

Henk Rogers (Taron Egerton) inicia acciones para conseguir los derechos de «Tetris»

En este más que rápido —y, sin duda, con muchos más matices—  panorama de la traslación del mundo de los juegos a las pantallas, Tetris plantea una especie de arqueología del medio, no exenta de una dosis de nostalgia importante, especialmente para las personas que tenemos todavía el cartucho original de este producto. Porque es innegable que todos conocemos un juego que empezó su andadura en los ordenadores personales y ha acabado en los móviles, aunque no sepamos que el creador de Tetris es el ruso Alexey Pajitnov quien, en 1984 trasladó el esquema de un juego de mesa popular al ordenador desde el centro computacional de Moscú en la entonces Unión Soviética. Y todos reconocemos la música que acompaña a las piezas que tenemos que encajar de manera cada vez más frenética, aunque no sepamos que es una canción folklórica del siglo XIX de ritmo trepidante, apta para el baile y que, dicho sea de paso, utiliza Michael Cimino en The Deer Hunter (1978) en la escena de la boda entre Steven (John Savage) y Angela (Rutanya Alda).

Robert Stein (Toby Jones) en su intento de conseguir los derechos del juego

Así, la película cuenta cómo Henk Rogers (Taron Egerton), tras descubrir el juego Tetris en una feria tecnológica y comprobar sus enormes posibilidades en el novedoso mercado de los videojuegos, inicia las acciones necesarias para conseguir los derechos de comercialización y los de propiedad intelectual. Para ello, decide viajar a Moscú. Este punto inicial sirve para la presentación de todos los participantes que, muy hábilmente, son presentados al espectador como «players» y los distintos momentos de la historia como «levels» que estos jugadores deben superar. La estética, la del propio juego. De manera en un principio ordenada aparecen en la pantalla el creador de Tetris Alexey Pajitnov (Nikita Yefremov), el empresario Robert Stein (Toby Jones) quien estaba vendiendo las licencias del juego a empresas como las británicas Mirrorsoft o la Maxwell Corporation, y a los magnates de esta última, Robert Maxwell (Roger Allam) y su hijo Kevin (Anthony Boyle). Sin embargo, esta ordenación se ve trastocada al convertirse Tetris en un thriller político bastante enrevesado como la historia real reflejada en el magnífico documental de la BBC Tetris: from Russia with love (2004) de visionado imprescindible. Y  en este punto argumental, la consecución de la licencia  en la película muestra la auténtica batalla campal entre empresas en la década de los 80  (Mirrorsoft, Maxwell, Atari y Nintendo) y la diferenciación entre plataformas en constante evolución (arcades, ordenadores personales, videoconsolas y, finalmente, la Game Boy como consola portátil) cuyo uso individual o colectivo precisaba de derechos comerciales distintos. Todo ello se encuentra en Tetris de una manera bastante aproximada a las narraciones de sus protagonistas tal como vemos en el documental de la BBC que el director recomendó a sus actores.

Henk Rogers y su relación con la empresa Nintendo

Pero sobre la historia «de» los videojuegos flota la incidencia de la historia «en» los videojuegos. No olvidemos que el grueso de la acción transcurre en la Unión Soviética, en plena Guerra Fría y en un país dirigido por Mikhail Gorbachov. La batalla comercial se ve interferida, pues, por un sistema político en el que la propiedad intelectual no existe de forma individual sino que está en manos del estado, en el que los autores/creadores son reconocidos pero no recompensados, y en el que cualquier atisbo de contestación o de tendencias supuestamente capitalistas suponía la prisión. Un estado férreo y con protocolos establecidos que inciden en la lucha meramente comercial. En este punto aparece la figura de Nikolai Belikov (Oleg Stefan) director del estamento encargado del comercio exterior referido a software quien, en un ejercicio de malabarismo, negocia con todos los aspirantes a conseguir los derechos con un ritmo frenético y contrarreloj. Y también muestra la consciencia de que los videojuegos son un producto que está situando a la Unión Soviética en el comercio global. En cierta medida, Belikov tiene la clarividencia de la entrada del capitalismo global en su país dados los giros políticos del presidente Gorbachov entre 1985 y 1986 en que se plantea la contienda comercial.

Henk Rogers y Alexey Pajitnov en un momento de la película

Pero no olvidemos que se trata de una ficción que se desarrolla en plena Guerra Fría. Y será en este punto donde Tetris va a tomarse una serie de licencias narrativas que no solo dotarán de dinamismo al film sino que lo convertirán en un thriller político bastante cercano en algunos momentos a los esquemas esenciales de una heist movie. Así, Tetris incorpora orgánicamente a la KGB como un obstáculo añadido a las negociaciones de Rogers. Una KGB que, siguiendo los más genuinos clichés de los esquemas duales de las narraciones sobre la Guerra Fría, es una organización controladora y represora cuya arma esencial es la amenaza que en la película se traduce en la incorporación de una mínima subtrama familiar de Rogers protagonizada por su esposa Akemi (Ayate) así como en las represalias a los Pajitnov. Un KGB que está dividido, como el país mismo, entre la idea comunista del estado y su transformación política aperturista. Por eso resulta interesante la incorporación del corrupto Valentin Trifonov (Igor Grabuzov) — un personaje ficcional, aunque comparta nombre con un destacado miembro del partido comunista víctima de la purga estalinista— como una persona poderosa que intenta medrar económicamente en un tiempo histórico extraordinariamente cambiante. Trifonov no solo será un experto en extorsión sino que será el protagonista de la persecución en coche por las calles de Moscú de Rogers y los directores de Nintendo para evitar que abandonen el país. Una persecución en 8 bits muy bien colocada en Tetris en el más puro estilo del speed race para Arcade. Y es que no creemos que Tetris plantee un esquema maniqueo entre héroes y villanos —a pesar de la querencia manifiesta hacia algunos personajes— sino una escala de grises centrada en la oportunidad de cambio que ofrecen los videojuegos, por una parte; y un malsano oportunismo especulativo rozando la ilegalidad, por otra parte.  De este modo, contrariamente a algunas opiniones aparecidas en prensa especializada en videojuegos, creemos que las piezas del film encajan a la perfección.

Tetris combina un esquema de construcción y destrucción como elemento esencial del juego

Tetris es una magnífica película que llega a ser tan adictiva como el propio juego. Una película de la que sabemos el final pero que sabe mantener el interés de cómo se llega a la resolución argumental a partir de la combinación de la  arqueología del videojuego  con las estructuras narrativas esenciales del thriller político. Una mezcla perfecta y ciertamente nostálgica que mueve al espectador no solo a querer jugar de nuevo compulsivamente para subsanar los errores que aparecen en la pantalla mejorando nuestra estrategia; sino también a querer recuperar literalmente esos pequeños artilugios llamados Game Boy y los juegos en 8 bits que nos fascinaron en su momento. Y es que creemos que jugar a «Tetris» en un móvil no es exactamente  lo mismo.

 

 

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