Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

¿Por quién suenan las sirenas?

Brian Kellet, un británico de cuarenta y tantos años con blog propio, ha trabajado como enfermero en hospitales y como paramédico en el servicio de ambulancias de Londres. En 2006 se ocultó tras el seudónimo “Tom Reynolds” y publicó el libro Blood, Sweat & Tea, en el que compartía sus experiencias atendiendo urgencias sobre ruedas. Cinco años más tarde, Channel 4 decidió convertir su texto en una comedia para televisión, y así nació Sirens. Tuvo una temporada, y luego migró.

Entre 2014 y 2015 la cadena estadounidense USA Network distribuyó un total de 23 episodios, divididos en dos temporadas, de la versión american(izad)a de Sirens. La sitcom se mudó de Londres a Chicago, y el servicio de ambulancias protagonista pasó a ser la empresa privada Eminent (que realmente existe en EE.UU., aunque se mueve sobre todo por Filadelfia). Llegó al público de aquel país de la mano de Denis Leary (cómico, actor y productor) y Bob Fisher (uno de los guionistas tras la ya clásica Married… with Children, Fox 1987-97), y tuvo una recepción discreta por parte del público.

En lo que se refiere a mí, llegué a Sirens a través de mi trabajo académico, mientras dirigía una tesis doctoral sobre los personajes asexuales en la ficción televisiva estadounidense. En esta comedia aparece un secundario recurrente, Valentina “Voodoo” Dunacci (Kelly O’Sullivan), que es una de las pocas mujeres autodefinidas como asexuales en la pequeña pantalla. Esa, junto con la diversidad racial, es posiblemente la única novedad que aporta la oferta de Leary y Fisher.

Sirens-Voodoo

Sirens se centra en los paramédicos de la Ambulancia 14 de Eminent: el desquiciado Johnny (Michael Mosley), cuya vida amorosa y sexual parece no tener nunca un momento de calma; el muy seguro de sí mismo Hank (Kevin Daniels), que juega la carta gay y/o negra tal vez con demasiada frecuencia; y el novato Brian (Kevin Bigley), incapaz de afrontar con éxito una relación con Voodoo, como queda claro en el episodio “Trascendual”. Los tres forman un equipo dinámico y divertido, que mantiene diálogos rapidísimos y que nos muestra el lado más esperpéntico de la atención a las urgencias: la pitón de un ex-novio abrazada al cuello de una mujer como si no hubiera mañana, los equipos paramédicos compitiendo por llegar antes a la llamada de una abuelita solitaria que hornea galletas deliciosas, un joven con un dardo gigante en la espalda tratando de hacerse un selfie… Johnny, Hank y Brian juntos tienen su gracia, aunque por separado ninguno de los tres deja de ser un personaje plano.

Les acompañan en otra ambulancia que vemos a menudo en acción sin llegar a ser protagonista la mencionada Voodoo, la obsesiva “Stats” (“Estadísticas” –un apodo que refleja una casi enfermiza afición a las cifras; interpretada por Maura Kidwell) y el cercano a la jubilación “Cash” (Bill Nunn), que actúa como el abuelo del ensemble, dando consejos no solicitados y contando batallas de sus tiempos en Vietnam. Ninguno de estos tres personajes atiende por su nombre de pila, y apenas conocemos de ellos más que un rasgo que se convierte en su definición y les condena a actuar siempre de las mismas formas: la asexualidad de Voodoo se asocia con un carácter raro y algo morboso (como en el episodio “The Finger”), Stats cuenta cosas sin parar y resume todo a números olvidando a las personas (llega a decir de sí misma que es “medio humana”), Cash se burla de la inexperiencia de los jóvenes y abusa de la autoridad que le dan sus años.

Para completar el panorama de Sirens encontramos a Theresa (Jessica McNamee), novia on and off de Johnny y policía dedicada… casi siempre. Su compañero de patrulla es Billy (Josh Segarra), de origen hispano y el secundario con menos luces. La interacción entre ellos se aleja a veces de lo habitual desde el punto de vista de género (ella aparece como más capaz y él no es el típico “poli” duro), pero ese distanciamiento tiende a durar poco. Así, vemos a Theresa perder su profesionalidad frente a una tienda en rebajas que parece el escenario de  una lucha en el barro entre mujeres-objeto, y observamos cómo la sensibilidad de Billy, que no se esconde para llorar de desamor, desaparece sin dejar rastro ante conversaciones centradas en genitales y actos sexuales desenfrenados.

SIRENS -- "Superdick" Episode 201 -- Pictured: (l-r) Josh Segarra as Billy, Jessica McNamee as Theresa Kelly -- (Photo by: Chuck Hodes/USA Network)

En este sentido, Sirens es sin duda desconcertante. Tan pronto nos ofrece masculinidades y feminidades alternativas (hombres compartiendo sentimientos, mujeres activas que no precisan ser salvadas) como cae en la estereotipia más simplista. Para entender esto, la “genealogía seriéfila” nos llevaría a Sex and the City (HBO, 1998-2004), donde las rompedoras conversaciones entre mujeres sobre sexo oral se convertían en retrocesos hacia la feminidad tradicional cuando Mr. Big tomaba el centro de la escena. Aunque parezca una vinculación extraña, las conexiones están ahí: la amistad entre protagonistas como epicentro, las charlas interminables sobre relaciones y placer, o la ciudad como coprotagonista. Pero el parentesco se sostiene a duras penas.

Mi gran problema con Sirens como producto de la segunda década del siglo XXI es dual: por una parte, llega tarde a casi todo, porque pocas cosas sobre sexo quedan por decir en televisión que vayan a sorprender al público actual. Y al final, la serie va de eso: de sexo (poco, mucho, aburrido, ausente…). Por otra parte, que tres hombres hablen de estos temas en antena tampoco aporta ya gran cosa, aunque uno de ellos sea gay y su visión se incorpore sin conflictos. Podemos ver en el afroamericano homosexual Hank un ejemplo de diversidad no siempre presente en las series estadounidenses al uso (al menos en lo primero no está solo, lo que evita pensar que sea el token políticamente correcto), pero hasta ahí llega la novedad: no se examina la igualdad en las relaciones hetero ni homo, no se va más allá del modelo de pareja tradicional y el bromance se impone en los términos habituales.

¿Tiene Sirens momentos divertidos? Desde luego. Como sitcom funciona, especialmente en la exposición de casos de urgencias absurdos. ¿Se repite respecto de la fórmula de siempre? Por supuesto, a pesar de las apariencias. ¿Hacía falta adaptarla al contexto estadounidense tras solo una temporada en el Reino Unidos? Lo dudo. ¿Merecía una tercera entrega? De acuerdo con quienes toman las decisiones en USA Network, debo decir que no. Las dos primeras nos entretuvieron a menudo, nos cargaron a veces, nos sorprendieron en contadas ocasiones y no nos ofrecieron nada nuevo. Dejemos sin gran pena que el sonido de las sirenas se aleje definitivamente.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *