Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

¿Quién teme a Alicia Florrick? (Atención, spoilers)

El final de “el viaje del héroe” no siempre tiene un final feliz. Y si no que se lo pregunten a la que en nuestro caso es, o se suponía que era, una heroína, Alicia Florrick. A pesar de que quizá podríamos entender que la serie sigue una suerte de narración circular y empieza del mismo modo que concluye, con la convulsión y lo inesperado que supone una buena bofetada; y a pesar también de que podemos justificar que la bofetada final hace de la protagonista una suerte de antihéroe al estilo de los eternos protagonistas masculinos que habitan sobretodo en el cine negro, que por más que resuelven casos nunca ganan, no tengo muy claro que The Good Wife concluya con la presentación  de una heroína. Ni siquiera de una antiheroína. La gran diferencia simbólica de las bofetadas que abren y cierran la serie así lo certifican. No solamente por qué la primera la da ella, y es ella quien recibe la última. Más bien es por el entramado ideológico que las sustenta y legitima.

La primera bofetada. En sus primeras temporadas parecía que, efectivamente, Alicia Florrick, encarnaba la perfecta heroína en tiempos en los que las relaciones de poder, la competitividad, y la visibilidad y participación social son quienes dirigen los éxitos de nuestra biografía. “Santa Alicia Florrick”, la llamaban en su entorno, la mujer que supo coger las riendas de su destino y enmendar las consecuencias económicas y domésticas de la traición de su marido, y que durante temporadas demostró ser una mujer competente, de carácter fuerte, que ascendió y reinventó su carrera profesional tantas veces que una nunca se sabía a qué buffet o a líneas estratégicas se debía. Una mujer que ha tenido marido y amantes (lágrimas para Will Gardner). Una mujer que durante temporadas ha sido emprendedora y de la que su marido, el gobernador, no ha podido prescindir por los valores de confianza, serenidad y justicia que de ella trascienden. Un camino hacia la ‘santidad’/heroícidad que también ha sabido potenciar su carácter de víctima de un entramado de poder maquiavélico en el que ha sido utilizada e instrumentalizada. Pero todo ello siempre bien dispuesto para presentarnos a una mujer que ha superado engaños de los que ha aprendido y no han hecho más que potenciar su carácter de invencible. 

No obstante, la serie, se topó con el gran concepto o el gran dilema que aun hoy la industria no sabe cómo representar ni cómo resolver: qué papel juega el feminismo y la sororidad femenina en la gran cruzada de las mujeres para poder formar parte de este mundo fuertemente pautado por relaciones de poder masculinizadas? Aquí es dónde empieza el gran declive de Alicia Florrick como heroína.

bofetada

La segunda bofetada. En la última temporada Alicia Florrik y Diane Lockhard, abogada con la que siempre mantuvo una relación compleja de respeto y rivalidad, protagonizan una historia de reconciliación basada en una empresa común: feminizar el poder del buffete que dirigen. Parecía que la serie se atrevía a hablar del poder de las mujeres y de su carácter transformador. Parecía que esta era la guinda de la serie en la que, por fin, después de mostrar las fortalezas y debilidades de las mujeres, se atrevía a politizar nuestros esfuerzos y contradicciones, legitimar los procesos de participación social de las mujeres en el ámbito del poder. Pero una vez más, el relacionar la fuerza y la participación de las mujeres con el feminismo, el monstruo ideológico que pone en crisis la idea de que todos y todas partimos del mismo trampolín de las oportunidades (proyecto cultural del neoliberalismo), obstaculizó el camino a la ‘santidad’ de Alicia Florrick. Todo lo que hasta hoy había aprendido y la hizo competente se torna contra ella. Esto es, el derecho a la independencia –no es hasta la ultima temporada cuando ella pide el divorcio- y a la libre elección –escoge al amante y a la idea de empresa por la que quiere trabajar-.

A pesar de la reconversión ideológica muy próxima al feminismo que Alicia Florrik luchó en todas las temporadas, ésta se pierde y se diluye en una decisión final estratégicamente pautada. Toda las tácticas de lucha y resistencia aprendidas que detonaron con el bofetón que le espeta a su marido en el primer capítulo de la serie se vuelven contra ella. En el capítulo final ella ya es el poder, ya es la fuerza. Y esta fuerza y poder parece que son ingredientes que no pueden conciliarse con el feminismo. Pues el final de la serie desvela que Alicia se ha convertido en una leona por que siempre ha sido una Florrick, no Alicia. De un modo inesperado de puro maquiavelismo, la protagonista defiende como una leona lo que durante siete temporadas le supuso una losa y una atadura emocional y económica. Sin pestañear, la complicidad que tiene con el apellido es más fuerte que la complicidad que ha tenido con sus compañeras y su profesión, con su lucha y resistencia. Y de un plumazo traiciona a Diane Lockhard, traiciona a la sororidad, traiciona al feminismo. Y aquí está el poder del bofetón final de la serie: el backlash, la reacción.

No hay lugar en la serie para el reconocimiento del poder de las mujeres, pues todo lo que has aprendido se volverá contra ti, pues las normas del poder, el éxito y la heroicidad están escritas en masculino. Y si las aprendes y empleas, se volverán contra ti. Pues fueron escritas y ordenadas para salvaguardar la pauta masculina que es la que dirige el orden narrativo y el contrato social. Las mujeres son el peor enemigo para las mujeres. Así pues, quién teme a Alicia Florrick?

 

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