Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Retrospectiva Doctor Who (III): la era Steven Moffat con Matt Smith (T5-T7, 2010-2013)

Era hora de un lavado de cara. Doctor Who volvía a formar parte del imaginario popular para una nueva generación, pero cinco años como showrunner habían drenado las energías de Russel T Davies; la serie no podía continuar bajo su mando. Como icono renovado de la televisión inglesa, Doctor Who tampoco podía detenerse. Necesitaba, pues, un cambio. De Doctor y de acompañante, sí, pero también de efectos especiales, directores, guionistas y, por supuesto, de showrunner. La BBC buscó entre los múltiples escritores de la serie hasta el momento y encontró a su nueva punta de lanza. La pluma detrás de, prácticamente, los mejores episodios en todas las temporadas anteriores parecía el hombre adecuado para la tarea. Steven Moffat ya no sería únicamente guionista; también haría las veces de showrunner.

Es común encontrarse con espectadores nuevos a la serie que buscan prepararse para participar en la conversación en sus nuevas iteraciones. Este fue mi caso, hace ya tres años, y mientras que yo seguí el orden de la Era Revivida a rajatabla, otros pueden haber recibido otra recomendación: «empieza en la temporada 5». Al fin y al cabo, las primeras temporadas pertenecían a una época más antigua, hace casi dos décadas, y las circunstancias de su tiempo se filtraban en lo técnico. La primera temporada era un remanente de la iluminación casposa en la televisión inglesa a principios de siglo, tenía un bajo presupuesto y sus efectos especiales apenas permitían alejarse de Londres o mostrar alienígenas no humanoides. Con Moffat, todo esto cambió: los episodios pasaron a grabarse en alta definición, el presupuesto permitió un despliegue técnico sensacional en todos los apartados y la sensibilidad de la serie pasó a acercarse más a espectadores acostumbrados a las series de inicios de los años 2010.

La renovación fue total. Como Doctor, dejaríamos atrás al melancólico (pero siempre divertido) David Tennant y daríamos la bienvenida a un Matt Smith lleno de energía. El Undécimo no tenía rival: vestía con pajaritas (y fez a ratos), hacía aspavientos, se movía con velocidad de un lado a otro de la TARDIS, ofrecía explicaciones científicas a cada evento sin respirar y, sobre todo, era capaz de darse la vuelta casi antes de que la persona a sus espaldas terminara de hacerle un comentario. Estas decisiones fueron premeditadas: Smith era el Doctor más joven jamás escogido para protagonizar Doctor Who, una juventud con la que debía recrearse en pantalla. Sin embargo, con apenas 26 años, también tenía la responsabilidad de dar veracidad a un personaje con más de 1000 años de edad. Esta paradoja formaría parte del código identitario de Matt Smith como Undécimo Doctor.

El Undécimo siempre vestía de traje, con una pajarita roja que defendía a voz de «bowties are cool» y, de vez en cuando, un fez a modo de sombrero

La primera historia de Smith en Doctor Who, «The Eleventh Hour» (T5, E5) fue una carta de presentación doble: por un lado, se hizo presente el nuevo estilo de Moffat, más humorístico y quippy que el de Davies, y con mayor interés por conceptos elevados de ciencia ficción; por el otro, el trío protagonista comenzaría a mostrar ya sus rasgos y dinámicas principales. Además del Undécimo, hicieron su aparición Amy Pond (Karen Gillian) y Rory Williams (Arthur Darvill), un dúo memorable. Si bien Rory no cobraría importancia real hasta la sexta temporada, Amy se erigió como una de las acompañantes más expresivas de Doctor Who a lo largo de la quinta. Aún más que el Doctor, Amy se movía por paradojas: soñadora, pero siempre pensando en el hogar; ruda y arisca, pero sensible y empática; impulsiva, pero muy paciente. En el clásico estilo de Moffat, Amy recibió un epíteto de escala épica: The Girl Who Waited, «La Chica Que Esperó». Como complemento ideal se encontraría Rory, The Lone Centurion («El Centurión Solitario»), cuya sumisión a Amy tan solo podría comprenderse en el contexto de un hombre protector a pesar de su torpeza, preocupado por el bienestar de su media naranja.

Un cuarto miembro tendría cabida en el nuevo grupo de Doctor Who, si bien solo esporádicamente: la arqueológa espacial River Song (Alex Kingston), ya introducida previamente por el showrunner en calidad de guionista en anteriores temporadas. Ante las críticas hacia el romance del Doctor y Rose, Moffat escogió una pareja ideal, hecha a medida para el Undécimo: una mujer humana, pero con las capacidades regenerativas de los Time Lords, una edad de varios siglos y una forma de actuar tan libre y despreocupada como la del Doctor. El factor diferencial en su relación sería el cruce inverso de sus líneas temporales. El Doctor conoció en su Décima encarnación a River Song, el día de su muerte, y River Song conoció al Doctor en mitad de su existencia como Undécimo. Sus encuentros suceden en tiempos distintos de sus historias, dificultando así un desarrollo óptimo del romance y provocando en el espectador una confusión que, a medida que se juntan todas las piezas del puzle, permiten completar el complejo esquema mental de su historia conjunta. Una prueba más del estilo de Moffat, más dedicado al timey-wimey, a las complicaciones de jugar con el espacio y el tiempo, para impresionar al espectador.

Los distintos acompañantes del Undécimo: de izquierda a derecha, River Song, Rory Williams, el Doctor y Amy Pond

La serialización siguió el terreno pavimentado por Russel T Davies con una fórmula semejante. Algunos episodios históricos, otros futuristas, siempre con una mezcla de arco de personaje, argumento episódico y trama general. Con respecto a esta última, cada temporada exploraría distintos misterios en arcos narrativos: la quinta plantó cuidadosamente en todos los episodios referencias a una grieta en el espaciotiempo y un artefacto denominado Pandorica; la sexta lidiaría con la muerte del Doctor y los misteriosos Silencio, y la séptima supondría la partida del dúo Amy-Rory y la llegada de Clara Oswald, The Impossible Girl («La Chica Imposible»), cuyas múltiples existencias contradecían las leyes de la naturaleza. Si bien la primera de las temporadas al cargo de Moffat supuso una continuación ideal del estilo daviesiano, las temporadas sexta y, especialmente, séptima fueron recibidas con cierto desánimo por parte de la audiencia: narrativas demasiado dispersas, personajes mystery box y una falta total de ritmo. La concentración de muchas historias de amplio recorrido en apenas 46 minutos no sentó bien a la audiencia ante la falta de los tan famosos seriales de Russel T Davies. Moffat se entregó a brillantes conceptos timey-wimey dejando de lado, en muchas ocasiones, el fantástico trabajo de personajes que resultaría clave para el éxito de la Era Revivida en manos del anterior showrunner.

La publicación de los episodios, sin embargo, respondería íntegramente al modelo daviesiano: temporadas de 13 episodios con algunos seriales (especialmente en la sexta temporada) y varios especiales dispersos para abrir el apetito entre temporadas. Las nuevas capacidades técnicas de Doctor Who y, por tanto, la necesidad de mayor pulido en cada episodio obligarían a dividir las temporadas 6 y 7 en dos partes con varios meses de diferencia entre ellas, siempre con un especial para mantener enganchado al espectador.

Como showrunner, Moffat se reuniría de nuevos guionistas y directores, siendo el compositor Murray Gold prácticamente el único pilar inamovible. Entre otros, destacarían: Toby Haynes, por su excelente trabajo de dirección en el serial final de la quinta temporada («The Pandorica Opens» / «The Big Band» [T5, E12-13]) y el igualmente excelente serial inicial de la sexta temporada («The Impossible Astronaut» / «Day of the Moon» [T6, E1-2]); Nick Hurran, por el melancólico episodio «The Girl Who Waited» (T6, E10) y el sinestésico uso del color y el espacio en «The God Complex» (T6, E11), además de todas sus aportaciones a la séptima temporada («Asylum of the Daleks» [T7, E1] y «The Angels Take Manhattan» [T7, E5]) y la épica celebración del 50 aniversario de la serie en «The Day of the Doctor» (T7, Especial 3); un Saul Metzstein siempre presente en la séptima temporada, y Jamie Payne, que capturó la melancolía y épica de la partida del Undécimo en «The Time of the Doctor» (T7, Especial 4). No debe quedar fuera Farren Blackburn, encargado de una de las escenas más intensas de la serie en «The Rings of Akhaten» (T7, E7).

El espectacular encuadre de «The Rings of Akhaten» intensifica las emociones de uno de los discursos más potentes del Doctor. Matt Smith en pleno tour de force

Proliferaron los guionistas en estas tres temporadas. Steven Moffat fue escritor de gran parte de los episodios tanto iniciales como finales de cada parte, además de algunos mediales. No obstante, cabe destacar el retorno de varios guionistas de Davies por su buen hacer: Gareth Roberts con el icónico dúo del torpe humano Craig Owens (James Corden) y el Doctor en «The Lodger» (T5, E11) y «Closing Time» (T6, E12), Toby Whithouse para el episodio «The God Complex» y «A Town Called Mercy» (T7, E3), un Westworld al estilo Doctor Who, y Tom MacRae con el impresionante «The Girl Who Waited». También Mark Gatiss y Chris Chibnall, en su usual torpeza narrativa, volverían con episodios dispares para la serie, siendo «The Power of Three» (T7, E4) una cierta redención para el segundo. Entre las nuevas incorporaciones, hallamos al famoso escritor Neil Gaiman, cuyo «The Doctor’s Wife» (T6, E4) lograría encajar su estilo particular en la estética de la serie; el sorprendentemente emocional episodio dedicado a Vincent Van Gogh, cuyos últimos diez minutos hicieron llorar a millones de espectadores en «Vincent and the Doctor» (T5, E10), de la mano del aclamado Richard Curtis, y el famoso tour de force de Matt Smith en el ya mencionado «The Rings of Akhaten» por Neil Cross.

Como muestra de la grandeza de Doctor Who siguió presente Murray Gold a modo de compositor, ahora con una mayor calidad de sonido. Destaca su épico tema asociado al Undécimo, cuyo leitmotiv sirve de base para la mayoría de canciones de acción en las tres temporadas, especialmente la celebración del Doctor; la belleza anodadada por la vastedad del espacio en el tema de Amy Pond y, al mismo tiempo, la grandeza de su propia existencia; el brillante tema combinado de Amy y el Doctor; la canción de despedida para el dúo Amy-Rory; el tema asociado a Clara Oswald en la segunda parte de la séptima temporada y, finalmente, la canción que convirtió el discurso de Smith en «The Rings of Akhaten» en una de las escenas más sentidas de la historia de la televisión. El gran final del Undécimo emplea su mismo leitmotiv de la forma más punzante posible.

Si bien la era de Steven Moffat como guionista fue una de altibajos, en que el trabajo paralelo con la desangelada y autoindulgente Sherlock (BBC, 2010-2017) filtraría parte de sus ambiciones a Doctor Who, los nuevos espectadores consideraron positivo el lavado de cara. Ya no había la misma maestría narrativa y de personajes de Davies, pero sí un trabajo conceptual de ciencia ficción nunca antes visto y un apartado audiovisual notable. El caos de los finales en la sexta y séptima temporadas no evitaron, pese a todo, un cierre por todo lo alto para el Undécimo con dos especiales en 2013: «The Day of the Doctor» y «The Time of the Doctor». El primero vería, por primera vez en la Era Revivida, la reunión de varios Doctores en un mismo episodio, considerado por muchos la mejor historia en el largo recorrido de la serie con, quizás, la escena más épica de Doctor Who en una colaboración entre nada menos que los trece Doctores. David Tennant y Matt Smith, junto a un John Hurt en estado de gloria, interactuarían como el Décimo, el Undécimo y el War Doctor, aquel que destruyó Gallifrey y provocó el genocidio de toda su raza. Se trata de un episodio emocional que no comprende al personaje del Doctor tanto como el propio eje temático y moral de la serie: siempre existe la esperanza, una opción alternativa y pacífica a cualquier conflicto. Es un homenaje repleto de fanservice, pero de emociones palpables en la épica de su contexto. Lo mismo sucede, aunque con un guion algo más desarticulado, en el gran final del Undécimo, una ruptura del canon de Doctor Who para mantener viva la serie tras completar el Doctor todo su ciclo regenerativo.

Una vez cumplidas doce regeneraciones, el Doctor muere de forma natural. La ruptura de este hecho permitió que la serie continuara viva después de 50 años

Así, en la Navidad de 2013, Steven Moffat reunió a millones de familias británicas (y, en este punto de la historia de Doctor Who, bastantes del resto del mundo) para presenciar la despedida de Matt Smith como Undécimo Doctor. Había mucho de celebratorio en «The Time of the Doctor», pero también mucho de triste: el Doctor más joven y más enérgico, después de un épico enfrentamiento con los Daleks, se encontraba avejentado, desprovisto de fuerzas y preparado para partir. No había rastro de la melancolía de Tennant, con su desgarrador «I don’t want to go»; solo el rostro de un hombre que aceptaba el cambio. Su frase: «I will always remember when the Doctor was me», con una mirada cómplice a cámara. Era el momento de cambiar, una vez más, con un nuevo ciclo regenerativo. En un catártico retorno a los orígenes de la serie, el Undécimo se regeneraría en un Doctor de aspecto viejo, cascarrabias y arisco. Se trataría del icónico Peter Capaldi.

 

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