Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

RIRCA recomienda: ficciones del salvaje oeste (II)

Seguimos con aquellos westerns que desde RIRCA queremos recomendaros.

Guillermo Amengual: My Darling Clementine (Pasión de los fuertes, John Ford, 1946)

 

Cuatro hermanos cabalgan por los desérticos y legendarios parajes del Monument Valley llevando su ganado a California cuando se encuentran con un hombre anciano que desea comprar las reses. Los muchachos se niegan siguiendo su camino. Deciden acampar al anochecer y, mientras el más joven de los hermanos aguarda en el campamento, los otros tres se dirigen hacia Tombstone, el pueblo más cercano, a afeitarse y sanearse. Allí se encuentran con un lugar hostil donde el respeto por la ley brilla por su ausencia. Wyatt Earp (Henry Fonda), el más audaz de los hermanos, pone un poco de paz en el pueblo tras “apaciguar” a un nativo americano que, borracho, se había puesto a disparar a diestro y siniestro. En ese momento, los habitantes de Tombstone le ofrecen ser el sheriff del condado, pero Earp desiste. Cuando los tres hermanos regresan al campamento, bajo una incesante y premonitoria tormenta, se encuentran el cuerpo sin vida del benjamín de la familia, asesinado por la espalda, y ni un rastro de todo el ganado que transportaban. Wyatt Earp regresa al pueblo junto a sus hermanos para aceptar el puesto de sheriff y, así, descubrir quién ha sido el culpable de un crimen tan atroz.

Esta es la premisa de una de las obras maestras del cineasta John Ford, My darling Clementine (1946); o Pasión de los fuertes, como se tradujo el título en España. El film, pese a no ser una de las películas más recordadas, quedando bajo la sombra de Stagecoach (La diligencia, 1939), The searchers (Centauros del desierto, 1956) o El hombre que mató a Liberty Valance (1962), es toda una fábula moral sobre la venganza, la amistad y la sombra del pasado que siempre nos persigue. Henry Fonda interpreta a un bonachón Wyatt Earp que se ve obligado a retomar su papel como marshall después de haberse desquitado de ese rol en el pasado con la voluntad de llevar una tranquila vida como ganadero. No obstante, el destino caprichoso le obliga a retomar el rol del brazo de la ley para vengar la muerte de su hermano. En su camino se encontrará con otro personaje singular, diferente a él, pero quizá no tanto como parezca. Un tal Doc Holliday (Victor Mature) aparece en Tombstone con su rostro impenetrable y su furia para mantener a raya a los maleantes del pueblo como un justiciero que trabaja en paralelo a la ley. Realmente, Holliday también escapa de un pasado que le pesa y que regresa a él con la forma de una mujer: Clementine Carter (Cathy Downs); una joven muchacha que ha viajado de pueblo en pueblo buscando a Holliday hasta encontrarlo en Tombstone.

El sensacional guion de Samuel G. Engel y Winston Miller aborda unos personajes complejos, completamente humanos, en su forma de afrontar la vida y su carácter contradictorio. Wyatt Earp es astuto con el arma, pero tímido y torpe cuando desea acercarse a Clementine, de la que está enamorado. Doc. Holliday aparenta ser un tipo duro, sin sentimientos, pero no puede evitar emocionarse con el monólogo de Hamlet que recita un actor que llega a la ciudad. Chihuaha (Linda Darrell), una hermosa bailarina, es astuta y virtuosa, pero se deja llevar por sus emociones de ira al no verse correspondida por Doc. John Ford retrata a todos sus personajes de forma magistral, haciendo que su cámara se convierta en una pluma que dota de profundidad a sus personajes y de emoción a sus espacios, retratados con uno de los blancos y negros más bellos de la historia del cine.

Laura Taltavull: Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954)

Nicholas Ray subvierte en Johnny Guitar los arquetipos rígidos en los que los personajes femeninos eran encorsetados, al colocar a un personaje femenino fuerte y enigmático en el centro de su narrativa. Sus impactantes imágenes, sus personajes complejos y su tensión característica, la hacen una obra maestra cinematográfica del western. En el centro de la película está Vienna, interpretada con una mezcla de vulnerabilidad y determinación por Joan Crawford. Es la dueña de una taberna; fuerte, autosuficiente y decididamente independiente, que contrasta con las típicas damiselas en apuros. Su complejo personaje encarna la exploración progresiva que hace la película de los roles de género y las expectativas sociales.

También destaca por su análisis de las complejidades de las relaciones femeninas, un tema rara vez explorado, la tensión entre Vienna y la antagonista de la película, Emma Small (interpretada por Mercedes McCambridge). Esta va más allá de una simple rivalidad por el afecto de un hombre; es una lucha de poder, en un contexto histórico marcado por la postguerra de la Segunda Guerra Mundial y la lucha por la emancipación femenina. Además, ver a ambas grandes actrices en la gran pantalla es apasionante y alimenta el núcleo dramático de la película. En otra línea, vamos una combinación única de géneros. Si bien a menudo se clasifica como un western, desafía la clasificación fácil al incorporar elementos del cine negro, el melodrama e incluso el thriller psicológico. La ambigüedad moral de la narrativa y las decisiones moralmente ambivalentes de los personajes están alejadas de la prototípica dicotomía héroe – villano. Su cinematografía cambiante y contrastiva, con sombras marcadas y primeros planos intensos, evoca la estética del cine negro

Finalmente, es una película rica en subtexto, que va más allá de su narrativa superficial, sirviendo como un comentario sobre el macartismo y la paranoia política de los años cincuenta. La persecución que enfrentan algunos de los personajes de la película se hace eco del Terror Rojo y la inclusión en la lista negra de presuntos comunistas en Hollywood durante esa época. Los temas de la película, como la mentalidad mafiosa, la intolerancia y la persecución injusta, resuenan a nivel social y político. En definitiva, estamos ante una experiencia de visionado experiencia única e inolvidable de una joya cinematográfica de este rico género.

Patricia Trapero: Rango (Gore Verbinski, 2011)

La vida ordinaria y tediosa de un camaleón mascota sin nombre (Johnny Depp) se rompe bruscamente al salir despedido el terrario en el que vive durante un viaje en coche.  Sin que los dueños del camaleón se percaten de ello, el animal se encuentra solo en medio de una inmensa autopista que atraviesa el desierto de Mojave. La única compañía que encuentra es la de un profético armadillo quien comenta al camaleón que debe buscar el espíritu místico del oeste como única manera de sobrevivir y para ello debe atravesar el tremendo desierto que tiene delante de él. De este modo se inicia un viaje del héroe en toda regla porque, no en vano, el guion de Rango tiene la firma de John Logan, el creador por excelencia de viajes heroicos. Así, cruzar la carretera y adentrarse en los peligros del desierto es el primer paso del umbral del pequeño camaleón quien, además, se adentra en los escenarios,personajes y acciones que definen el género del western. Justamente este es el valor añadido de Rango que lo diferencia de producciones de animación que utilizan el entorno del llamado salvaje oeste para ofrecernos historias anecdóticas enmarcadas en la vida rural como son, solo por citar dos ejemplos más o menos cercanos a la producción de Verbinski, Spirit: Stallion of the Cimarron (Kelly Ashbury y Lorna Cook, 2002) y Home on the Range (Will Finn y John Sandford, 2004).

Así, nuestro camaleón empieza su andadura por un desierto prototípico en el que cualquier ser viviente es amenazado por un halcón, y él no podía ser menos a pesar de intentar camuflarse sin demasiado éxito. Estas peripecias, cantadas por un grupo de búhos mariachi que siguen a nuestro (anti)héroe durante todo el film, ponen en evidencia el carácter pusilánime del camaleón. Y es que nos hallamos ante un personaje que cumple con las características del neowestern que rompen o matizan la supuesta masculinidad atribuida a los personajes del género que son transformados en personajes contradictorios tal como se aprecia en Unforgiven (Clint Eastwood, 1992), The Sisters Brothers (Jacques Audiard, 2018), la miniserie Godless (Scott Frank, 2017) o la reciente The power of the dog (Jane Campion, 2021). Y es que el pequeño reptil no solo es socorrido por la iguana roja Beans (Isla Fisher) sino que, transformado en un inexistente héroe llamado Rango, se convertirá en el sheriff del poblado de Dirt.

Un esbozo de neowestern que se complementa con una contemporaneización de alguno de los argumentos del género de manera que el descubrimiento de oro o petróleo en el territorio en cuestión o el robo de un banco se sustituye por la falta de agua en el entorno de Dirt como un bien más que preciado, por una parte, y el robo del depósito mensual del agua custodiado en el banco, por otra parte. Dos elementos argumentales que conducen directamente al mensaje ecológico de Rango como crítica a la especulación urbanística y al aumento de la desertización por motivos económicos. A ello se une el típico elenco del  spaghetti western, aparte del sheriff heroico y la damisela en aunque-no-tanto-peligro : el potentado del pueblo, el alcalde Turtle John (Ned Beatty); la banda de topos forajidos encabezada por Baltazhar (Harry Dean Stanton) y, finalmente, el pistolero a sueldo Rattlesnake Jake (Bill Nighy). Sin embargo, y a pesar de que las situaciones son prototípicas, las relaciones que se establecen entre ellos sirven esencialmente para la construcción identitaria del personaje principal como superación de sus propias contradicciones pero también como garante de la identidad espiritual del oeste (con la voz de Timothy Oliphant).

De este modo, los elementos canónicos del género no solo se mantienen en su esencia sino que se transforman y contemporaneizan para ofrecer un perfecto viaje del héroe que, en este caso, tiene una forma reptiliana que busca y encuentra su razón existencial en un mundo totalmente alejado de su anterior vida anónima y anodina. Rango es una perfecta muestra de la exploración genérica en el cine de animación —que obtuvo el Oscar en 2012—  donde personajes y ambientes están perfectamente calibrados en su ajuste a la estética del western a la que contribuye de manera magistral la fotografía del gran Roger Deakins. Por todo ello, Rango es, pues, un western de más que obligado visionado.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *