Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

RIRCA recomienda: narrativas múltiples (I)

El relato audiovisual clásico se ha construido desde sus inicios como una estructura cerrada enmarcada en torno a los deseos y temores de un solo personaje principal. Un concepto, el “del héroe de la historia”, que atraviesa los grandes estudios de manuales de guion de nombres como McKee, Segel o Field, hasta las estructuras tradicionales del monomito de Campbell y los cuentos maravillosos de Propp. La narratología, pues, centra una de sus bases en el punto de vista de las historias y cómo estas se desarrollan. Si bien es verdad que se puede argumentar que las películas, series y videojuegos no se sustentan exclusivamente de un protagonista único y que los secundarios también persisten y evolucionan, el epicentro narrativo suele girar en torno a uno o dos claros personajes que mueven el conflicto hacia delante. En este sentido, en las recomendaciones de este mes nos adentramos en aquellas historias en las que no se define un protagonista específico y que, por tanto, se enmarcan dentro de las denominadas narrativas múltiples.

Las narrativas múltiples, así, son aquellos argumentos que se centran en varios personajes y que todos tienen el mismo peso dentro de la acción. Por tanto, unas ficciones corales que crean una red o mosaico de personajes que requiere de la implicación del espectador para construir una narrativa completa. Así, la multiplicidad de puntos de vista es la clave esencial de esta tipología de historias que, normalmente, giran en torno denominador/evento común en tramas paralelas que convergen en algún momento o miembros de un grupo cerrado donde se presenta la experiencia de cada uno de ellos.

En este sentido, encontramos un sinfín de largometrajes que cumplen esta regla y que se han convertido en una fórmula cada vez más popular del cine contemporáneo. La búsqueda de nuevas formas narrativas en los 80-90s dinamitó las posibilidades de estas ficciones entre las que destacan The Big Chill, The Breakfast Club, Steel Magnolias, Short Cuts, Reservoir Dogs, Pulp Fiction, Traffic, Fargo, Peter’s Friends, Happiness y con Magnolia de PT Anderson siendo uno de sus mayores exponentes. Estos modelos han ido variando y evolucionando también a lo largo del siglo XXI con narrativas más clásicasGosford Park, Crash, Babel, Bobby, Women Talking, Mother & Child, Disconect, Love Actually, Lions for Lambs y otras más alternativasHell Cab, Timecode, Certain Women, The Dead Girl, Contagion, The Hateful Eight, Bad Times at the El Royale, Little Children. Asimismo, los formatos no-cinematográficos también demuestran su creatividad para innovar con el punto de vista en la televisión; algo más complejo debido a la naturaleza coral de su estructura. Series como The Haunting of Hill House, Bad Sisters, Pose o ZeroZeroZero o videojuegos dentro del drama interactivo como los de Quantic Dream o The Dark Pictures Anthology re-imaginan la narrativa múltiple coral abandonando la figura de un solo héroe de la historia.

Nuria Vidal: Go (Doug Liman, 1999)

Cuando se nos viene a la mente el director Doug Liman automáticamente pensamos en largometrajes de acción como The Bourne Identity (2002), Mr & Mrs Smith (2005), Jumper (2008), American Made (2017) y, en especial, su maravillosa película de ciencia-ficción con Tom Cruise y Emily Blunt, Edge of Tomorrow (2014). Sin embargo, los comienzos de Liman como cineasta poco tienen que ver con el rumbo de filmografía de blockbusters por el que se le conoce en la actualidad. Su segundo largometraje, Go (1999), muestra las características del mejor cine independiente, además de que se la ha calificado como el perfecto ejemplo de película del cambio de milenio debido, precisamente, a su estructura de narrativa múltiple.

La trama no sitúa en Los Ángeles en la víspera de Navidad donde seguimos a varios personajes cuyas historias se entrelazan a partir de un suceso cotidiano. Dividida en cuatro grandes bloques episódicos, las tramas paralelas siguen a Ronna (Sarah Polley), una joven que se convierte en traficante de drogas por problemas de dinero; a Simon (Desmond Arkew) en su viaje exprés y alocado a Las Vegas con sus amigos; a Adam (Scott Wolf) y Zack (Jay Mohr), dos actores de telenovelas que trabajan infiltrados para el departamento de narcotráfico de la policía de la ciudad encabezado por el detective Burke (William Fichtner); y, por último, a Todd (Timothy Olyphant), un peligroso delincuente, y a Claire (Katie Holmes), la amiga íntima de Ronna, quienes cierran y unifican este vaivén de vidas cruzadas. Así, el cambio de turno en el trabajo por parte de Ronna y Simon al comienzo de la película desencadena una sucesión de malentendidos y situaciones absurdas. Un pequeño e insignificante evento que transforma el destino de los personajes implicados como parte de las narrativas múltiples. Con cada nuevo punto de vista se añade otra forma de construir la narración y el argumento en una estructura de «re-play« para darle coherencia al conjunto.

Escrita por John August, Go es una comedia negra con tintes criminales ágil y divertida con un ritmo frenético que hace honor a su título. En este sentido, la película rinde homenaje y claramente se inspira en referentes cinematográficos específicos para delimitar cada uno de los episodios los que tienen tonos diferentes y los que no están ordenados de manera cronológica. El de Ronna tiene cierto aire de Pulp Fiction (1994), mientras que el de Simon se acerca al frenetismo de Transpotting (1996) y el de Adam y Zack tiene situaciones que parecen sacadas de una comedia de los hermanos Coen. Doug Liman refleja, así, el mundo de las drogas y de excesos de la juventud californiana en un largometraje alocado y sorprendente. El impecable montaje de Stephen Mirrione, el uso de la música de finales de los 90 y las interpretaciones de lujo de Sarah Polley, Timothy Olyphant y William Fichtner rematan una película que tiene mucha energía, desparpajo y personalidad.

Patricia Trapero: The Hours (Stephen Daldry, 2002)

Tal como se señala en la introducción a este post, son múltiples las posibilidades abiertas en la construcción de las narrativas múltiples así como en la formas de presentarlas en lo que algunos estudiosos han dado en llamar el «Tarantino Effect», un director que ha contribuido a normalizar la recepción de narraciones no lineales que confluyen en un momento determinado.  Siguiendo esta premisa, The Hours, basada en la novela de Michael Cunningham y dirigida por Stephen Daldry , propone la actualización del argumento de la novela Mrs. Dalloway de Virginia Woolf (1925) que transcurre en un solo día y en la que encontramos a su protagonista, Clarissa Dalloway, preparando una fiesta de celebración para la noche. A partir de saltos temporales en la que aparecen distintos personajes, se produce una autoreflexión o una toma de conciencia de su situación personal, extensible a la sociedad. Sin embargo, aunque el texto de Cunnigham, convertido en guion por David Hare, sigue el esquema esencial de la novela, éste se centra en las historias individuales de tres mujeres de generaciones diferentes pero con esquemas vitales semejantes que se desarrolla en forma circular.

La primera de ellas es, como no podía ser de otro modo, Virginia Woolf (Nicole Kidman) en pleno proceso creador de su obra en 1923.  La autora se encuentra recluida en cierto modo en su casa de Bloomsbury lejos del bullicio londinense tras sus constantes depresiones. Así, la obsesión compulsiva de la construcción del personaje de Mrs. Dalloway tiene su reflejo en las relaciones con su esposo, el editor Leonard Woolf (Stephen Dillane) así como con su hermana Vanessa (Miranda Richardson) y parcialmente con sus sobrinos. En cierto modo, la construcción de Woolf se mueve entre el inconformismo, la búsqueda identitaria —a la que no es ajena la sexual aunque de forma tangencial— y la búsqueda de la liberación a través de la muerte. Un elemento que es recurrente en las historias de las tres protagonistas. Y también en cierto modo Virginia Woolf no solo crea un personaje sino que se transforma paulatinamente en él o a la inversa.

La segunda es Laura Brown (Julianne Moore) quien, en 1951, está preparando un pastel de cumpleaños para su esposo Dan (John C. Reilly) junto a su pequeño hijo Ritchie. Está leyendo apasionadamente  la novela de Woolf. De nuevo embarazada, Laura encuentra su vida y su entorno tremendamente claustrofóbico no solo porque parece tener que convertirse en la perfecta ama de casa, esposa y madre de la década de los 50 de acuerdo con los modelos de la época, sino porque siente una tremenda soledad que solo parece aliviarle la lectura de Mrs. Dalloway y la incipiente atracción/admiración que siente por su vecina Kitty (Toni Collette). De este modo, el personaje sin duda más interesante de toda la película se debate entre el tedio, el ninguneo social hacia la mujer —y por extensión la incomprensión de la mujer como persona que asemeja su situación a la muerte en vida— y su decisión final de huida como forma de liberación.

Finalmente, Clarissa Vaughan (Meryl Streep) da vida a las acciones de Mrs. Dalloway en 2001 al preparar la fiesta de homenaje a su íntimo amigo, el escritor Richard Brown (Ed Harris en la que es su mejor interpretación cinematográfica) gravemente enfermo de sida y que ha sido galardonado con un prestigioso premio por su última novela. De nuevo la enfermedad, la muerte  y la escritura se unen en The Hours en una historia en la que la dependencia de Clarissa hacia Richard es extrema desde su juventud y cuyas atenciones constantes no solo intentan suplir la impotencia-casi-negación de la mujer ante la situación de su alma gemela sino especialmente indica la consciencia de Clarissa ante la no tan lejana vacuidad de su existencia. Frente al resto de personajes femeninos de The Hours, la historia de Clarissa pivota en torno de un personaje masculino creador y autodestructivo (extensible a su relación con su antigua pareja Louis Waters interpretado Jeff Daniels) que incide en el entorno familiar de Clarissa (con su hija Julia  y su pareja Sally; interpretadas por Claire Daines y Allison Janey).

La complejidad de la construcción narrativa de The Hours queda patente ya en la más que brillante primera secuencia del film que sienta las bases de su lectura desde un planteamiento argumental pero también desde su puesta en escena. Así, la puesta en escena de la película resulta ser también coral ya que, además de la perfecta identificación temporal de cada una de las acciones a través de los espacios en que se desarrollan, el film incorpora elementos simbólicos comunes —especialmente las iconografía de la muerte y del agua— que ligan la premisa de la historia ofreciendo un continuum narrativo intemporal.  En definitiva The Hours es una película dramatúrgicamente milimétrica  presentada sin ningún tipo de fisura.

Gerard Bibiloni: Queer as Folk (Channel 4, 1999-2000)

Por qué recordar “Queer As Folk” en 2021

La década de los noventa vio nacer el New Queer Cinema, uno de los giros paradigmáticos cinematográficos más interesantes y reivindicativos de la historia del séptimo arte. Si nos permitimos el pecado esencialista de reducir su naturaleza a una sola petición, diríamos que su principal razón de ser se encontraba en el hecho de honrar las voces e ideas —las vidas, al fin y al cabo— de aquellas personas que por mor de sus identidades de género/sexuales y sexualidades experimentaron una violencia represiva, subproducto orgánico de los usos y costumbres del Estado de bienestar de posguerra. La nueva ola de cine queer buscaba —y sigue buscando— la manifestación de este tipo de voces a través de planteamientos, tanto formales como de contenido, estéticos que honren las filosofías de vida de estos individuos.

Una década que comenzó con los esfuerzos de figuras como Todd Haynes, Gus Van Sant y Gregg Araki parece encontrar un explosivo final a su altura en los confines tan liberados como liberadores de Queer as Folk (Channel 4, 1999-2000), serie creada y guionizada por Russell T. Davies que vería ante sí un brillante futuro al animar el fuego para que dos versiones estadounidenses —una producida entre el 2000 y 2005, y otra en 2022— vieran la luz a lo largo de los últimos 20 años. La serie de Davies centra su atención en un grupo de hombres gay y sus experiencias en la Gran Bretaña de finales de los noventa y principios de la nueva centuria.

Aiden Gillen, en una época que todavía queda muy lejos de sus primeros pinitos como Petyr “Meñique” Baelish en Game of Thrones, interpreta a Alan Jones, un ejecutivo publicitario que poco o nada quiere esconderle al mundo. En contraposición, Craig Kelly interpreta a Vince Tyler, un encargado de supermercado mucho más taimado y tímido, pero que no por ello se priva de las jugosas experiencias de la nocturnidad en los locales de ambiente. Para completar este trío, y como pieza central para representar cómo las nuevas generaciones experimentan el mundo gay a la entrada del nuevo milenio, un jovencísimo Charlie Hunnam se mete en la piel de Nathan Maloney, un rebelde adolescente de apenas quince años cuyas ansias por comerse el mundo se manifiestan en una hiperactiva curiosidad por conocer los entresijos del mundo homosexual. Las vivencias de estos tres personajes —colocados más como arquetipos posmodernos y renovadores del cosmos LGBTQ+ que como personas de carne y hueso— servirán al espectador para formar un generoso tapiz de las experiencias que los sujetos homosexuales tenían en el contexto de la Gran Bretaña a caballo entre dos siglos.

Apaleada por la crítica de ambos lados —el progay y, naturalmente, el homófobo— en su época por razones varias (necesidad de censura, falta de representación de la epidemia del VIH, personajes paródicos…), tanto sus dos versiones estadounidenses como su aparición en varias listas de las mejores series dramáticas de la historia de la televisión prueban que a 25 años de su estreno, Queer as Folk se ha restituido como un producto central de la ficción LGBTQ+ al plantear narrativas apenas constreñidas por la acción de la mano censora y abogar por representaciones liberadoras de sus personajes. No solo sigue manteniéndose fresca como producto de intenciones reivindicativas, sino que también conserva aquello que la hizo tan relevante y novedosa para su época: la diversión y el entretenimiento que viene con ella.


Bibliografía de interés:

Azcona, María del Mar (2010) The Multiprotagonist Film. Londres: Wiley-Blackwell

 

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