Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Nombres propios: Jeffrey Wright

En una reciente entrevista con motivo de la continuación de la serie Mindhunter creada por David Fincher para Netflix (2017), el actor Holt McCallany que encarna al detective Bill Tench mostraba su gratitud al director por haber pensado en él para interpretar uno de los papeles principales en la misma. Este hecho no pasaría de ser una simple cortesía a no ser por la segunda parte de la frase y que no era otra que la constatación de que Fincher había seleccionado a un eterno secundario —esos que hemos calificado como de imprescindibles— ofreciéndole un más que merecido protagonismo tras años de estar siempre en segundas o terceras líneas de producciones con mayor o menor repercusión entre las audiencias. Una reivindicación de esas «caras que nos suenan» pero de las que no sabemos por lo general sus nombres. Y es que justamente las recientes ficciones están empezando a cumplir este papel reivindicativo al trabajo actoral porque no solo de Anthony Hopkins, Nicole Kidman, Josh Harnett,Jessica Lange, Susan Sarandon, Kevin Spacey o Robin Wright se alimentan los repartos de las producciones televisivas. Así, los eternos secundarios, los actores y las actrices más maduros/as a los que el cine parecen tener aparcados/as y las jóvenes promesas de la interpretación van a nutrir los repartos de nuestras series favoritas. Este es el caso de Jeffrey Wright.

Wright en la obra teatral «A free men of color» de John Guare (2009)

Nacido en Washington en 1965, Jeffrey Wright se graduó en la St. Albans School y alcanzó su licenciatura en ciencias políticas en el Armhsted College con la intención de seguir estudios de derecho que, sin embargo, abandonó para empezar su dedicación exclusiva a la interpretación. De este modo, en 1990 empezará su trayectoria cinematográfica en el film Presumed innocent (Alan J. Pakula) basada en la novela de Scott Turow y protagonizada por Harrison Ford y Raúl Julia en la que tenía un pequeño papel como ayudante del fiscal encargado del caso de Rusty Sabich. Las apariciones cinematográficas y su eterna condición de secundario van a ser dos constantes en la carrera de Wright a quien veremos en películas como Basquiat (Julian Schnabel, 1996), Celebrity (Woody Allen, 1998), Hamlet (Michael de Almereyda, 2000), Shaft (John Singleton, 2000), Ali (Michael Mann, 2001), The Manchurian Candidate (Jonathan Demme, 2004), Syriana (Stephen Gaghan, 2005), Casino Royale (Martin Campbell, 2006), W (Oliver Stone, 2008), Quantum of Solace (Marc Forster, 2008), Source Code (Duncan Jones, 2011), The Ides of March (George Clooney, 2011), Extremely Loud and Incredibly Close (Stephen Daldry, 2011), Broken City (Alen Hughes, 2013) o The Hunger Games (Gary Ross, 2013-2015). Una trayectoria cinematográfica que combinará con la interpretación teatral de obras como A free men of color (2009) de John Guare, pero especialmente de Angels in America (1994) de Tony Kusher en la que interpretaba el papel de Belize, un personaje que repitió en la miniserie dirigida por Mike Nichols para HBO en 2004 y que le valió el Globo de Oro y el Emmy al mejor actor secundario.

Como Belize en «Angels in America» de Mike NIchols

En esta larga lista de trabajos, la participación de Wright va a pivotar entre personajes encasillados en la más pura estereotipación de la marginación racial  —ayudantes de políticos, agentes del FBI o de la CIA, asistentes informáticos— o todo lo contrario, personajes secundarios en argumentos protagonizados por actores de color o en producciones eminentemente enmarcadas en reivindicaciones raciales. Un esquema desafortunadamente constante en la industria estadounidense y que no solo afecta a la diversidad racial sino, y de manera especial, a la diversidad de género. Y un esquema que, afortunadamente, ha abierto un importante y reivindicativo debate social en los últimos tiempos. Un planteamiento que también ha ido dando lugar a la producción de películas reivindicativas de personalidades esenciales de la cultura afroamericana —que es la que afecta directamente a este post— en forma de minority biopic y que tendrán a Wright como protagonista indiscutible en dos de ellas: la primera, la tv movie Boycott (Clark Johnson, 2001) situada en los años del movimiento racial afroamericano liderado por Martin Luther King Jr. tras la negativa de Rosa Parks a abandonar su asiento en el autobús en Montgomery; la segunda, el film Cadillac Records (Darnell Martin, 2009) en la que se desplegará el nacimiento de la discográfica que dio visibilidad al trabajo de artistas negros y en la que Wright encarnará a Muddy Waters.

Como Muddy Waters en «Cadillac Records»

Tras  un trabajo constante en televisión con intervenciones en ficciones como House M.D o Boardwalk Empire,  además de las ya mencionadas miniseries, Wright va a conseguir el reconocimiento personal — y también de las audiencias— que agradecía Holt McCallany a David Fincher de la mano de Jonathan Nolan y la serie Westworld en la que encarnará a Bernard Lowe/Arnold Weber, mano derecha /co-creador de este parque temático posthumano que servirá para poner en evidencia la pérdida esencial de los valores morales atribuidos a la humanidad por una parte y para que todos los personajes que intervienen en ella se cuestionen su propia identidad por otra parte. Dos elementos que aglutina el personaje de Bernard en el sorprendente giro final de su primera temporada y que ofrecen una nueva perspectiva a la meticulosa interpretación de Jeffrey Wright en una serie que, como también sucede en Mindhunter o en las producciones de Ryan Murphy, muchos actores y actrices secundarias han dejado de serlo. Solo por ello estamos de enhorabuena.

Como también es digno de mención que esta larga trayectoria profesional se complete  con el activismo social a través de la Taia Peace Foundation de la que es vicepresidente y cuya tarea va a centrarse en la mediación de conflictos bélicos relacionados con la autoexplotación sostenible de recursos naturales en Africa. Un hecho, el del activismo social y político que revaloriza el papel de los trabajadores de la cultura —y de su repercusión pública— como generadores de opinión. algo que parece estar moviéndose ligeramente en nuestro país y que significa la recuperación de la dialéctica entre la cultura y la sociedad en todos sus niveles. Un papel absolutamente necesario y que parece que está despegando aunque sea a remolque de las acciones iniciadas en otros países.

 

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