Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Una mirada al cine de Mike Leigh: «Secrets & Lies» (1996) o cómo recomponer unas vidas rotas

En 1996 se estrenaba Secrets & Lies, sin duda la película más emblemática de Mike Leigh y, sin duda la más definidora del cineasta en cuanto a su desarrollo narrativo. De este modo, una premisa inicial aparentemente inocua y cotidiana sirve de desencadenante para diseñar un entorno en el que los personajes se desnudan ya sea socialmente ya sea emocionalmente. La búsqueda de su madre biológica por parte de la afamada optometrista negra Hortense Cumberbatch (Marianne Jean-Baptiste), adoptada por una familia de clase más o menos pudiente londinense tras su abandono nada más nacer, conduce hasta la familia Purley. Cada uno de sus miembros tiene que lidiar con la soledad y la incomunicación acumuladas durante años por mantener un secretismo mal entendido que esconde o camufla vivencias extremadamente dolorosas que son incapaces de compartir. Una historia que Leigh alejará de los esquemas melodramáticos para convertirla en una historia de sanación optimista de las inmensas heridas emocionales de  todos sus protagonistas.

La primera cita entre Cynthia y Hortense

Como no podía ser de otro modo, Leigh «ordena» el argumento a partir de dos líneas conductoras. La primera de ellas se centra en las distintas acciones de Hortense para encontrar a su madre biológica. Unas pesquisas que se solucionan de manera rápida aunque implican un debate interesante mantenido entre Hortense y la trabajadora social que la atiende (Leslie Manville) acerca de la decisión de la joven de conocer a su madre y el derecho a la privacidad de ésta, por una parte; pero también de las consecuencias vitales que el posible encuentro pueden tener en ambas, por otra parte. Todavía más cuando resulta que Cynthia Purley (Brenda Bethlyn) es blanca. Un choque emocional que implica un doble alejamiento entre ambas mujeres pero que Leigh solventa de manera magistral construyendo un proceso de (re)conocimiento y complicidad entre ambas como primer paso para la catarsis personal de Cynthia. De hecho, la puesta en escena de esta relación no puede ser más clarificadora ya que el primer encuentro entre ambas se sitúan en una entrada de metro, un espacio considerado como un no-lugar y, por tanto, de distancia social, al que sigue la escena en el bar en la que las dos mujeres se ubican una al lado de la otra como reiteración de la imagen de dos personas desconocidas que no interactúan entre ellas ni tienen intención de hacerlo en una continuación de este espacio de no comunicación al que nos hemos referido. Una relación que se va acortando gradualmente al establecer contacto telefónico y realizar algunas salidas conjuntas en las que esta distancia se rompe atreviéndose —literal y metafóricamente— a enfrentarse la una con la otra. O lo que es lo mismo, a asumir su historia conjunta.  Un recurso, el de la distancia física, que se repite en la película para el resto de los personajes como refuerzo conceptual a la idea esencial del film.

El proceso de acercamiento entre Hortense y Cynthia se refleja en la disposición escénica

Mientras el personaje de Hortense se diseña desde el primer momento, el de Cynthia se va desgranando a medida que se relaciona con el resto de personajes. En oposición a su hija dada en adopción, Cynthia y su familia pertenecen a la clase obrera: ella trabaja en una fábrica y su hija Roxanne (Claire Rushbrooke) es barrendera municipal; tan solo su hermano Maurice (Timothy Spall) parece tener una posición un tanto más acomodada en su trabajo como fotógrafo de estudio. En una presentación muy sencilla pero tremendamente efectiva de los personajes, Leigh sumerge al espectador en la esencia del realismo social que atraviesa toda su filmografía. Cynthia es madre soltera, una mujer solitaria, depresiva y con una enorme carencia afectiva acentuada por su relación con su hija Roxanne quien, a pesar de despotricar de su trabajo, es totalmente inmovilista acusando a su madre no solo de regodearse en su tristeza sino también de querer interferir en su existencia. La visibilización de la incomunicación entre madre e hija se extiende a la necesidad de Roxanne de conocer la identidad de su padre, una información que se le niega sistemáticamente. Por eso, no resulta extraño que Cynthia cambie radicalmente de posicionamiento frente a Hortense con la que mantiene una relación materno-filial de amistad que no encuentra en Roxanne y, por qué no decirlo, también a la inversa. De este modo, Leigh establece de manera orgánica los conflictos entre personajes que, en este caso, forman un triángulo emocional que funciona por contraste.

El personaje de Maurice (Timothy Spall) presenta literalmente el retrato de las distintas clases sociales

Maurice, por su parte, mantiene una relación ultraprotectora con su hermana quien lo considera como su único soporte emocional y así lo muestra en las escasas visitas que éste le hace en las que ella despliega un comportamiento autocompasivo y hasta cierto punto melodramático. De carácter introspectivo, Maurice lidia con su esposa Monica (Phyllis Logan) no solo desde un planteamiento afectivo aumentado por la necesidad de ésta de tener un hijo sino también por el enfrentamiento con su familia a la que Mónica menosprecia por su estatus social. Una presentación de personaje que bien podría relacionarse con los personajes de Valerie y Martin en High Hopes (1988) como muestra del gradual capitalismo de la clase trabajadora. Así pues, y a pesar de su más o menos pujanza económica, Maurice ve pasar la vida ante sus ojos como presenta hábilmente Leigh al convertirlo en un fotógrafo de estudio, una profesión que en la película tiene una doble lectura: la del falseamiento de la realidad al ser fotografías escenificadas, por una parte; y la de plasmación a modo de instantáneas costumbristas de las diferentes capas sociales inglesas, por otra parte. Mientras la primera se relaciona directamente con las circunstancias vivenciales de Maurice, la segunda es una magistral condensación del entorno social del momento de la producción de Secrets & Lies al tiempo que ambas reúnen los dos conceptos que dan título a la película.

La reunión familiar como catarsis de los personajes

Como no podía ser de otro modo y como característica de la narrativa de Leigh en sus films donde la primera parte es esencialmente expositiva y la segunda parte es resolutiva por llamarlo de algún modo, los personajes van a reunirse de modo que este encuentro implica un desvelamiento catártico para cada uno de ellos no exento de una parte de voyeurismo para el espectador. Así, los Purley celebran el cumpleaños de Roxanne al que acude Hortense invitada por Cynthia y donde el desvelamiento de la auténtica personalidad de ésta es recibida de forma distinta en un esquema muy cercano a la tragedia en la que una anagnórisis conduce a la catarsis de los personajes: el pasado traumático de Cynthia que ha ocultado a su hija al que no es ajena la insinuación de una violación, la identidad del padre de Roxanne y la verbalización del problema de fertilidad de Monica liberadora para Maurice. De esta manera, la reunión familiar supone la toma de conciencia de las realidades individuales que implica la aceptación de la realidad familiar y que Leigh resume en tres frases pronunciadas por Maurice: «Secrets and lies. We’re all in pain. Why can’t we share our pain?». Una redención colectiva que invierte los presupuestos conceptuales de Life is Sweet (1990) donde la incomunicación es inexistente, pero que conserva su esencia optimista al conceder a los Purley una nueva oportunidad. Una relación entre películas nada descabellada si contemplamos las escenas finales de ambas.

La escena final entre Roxanne y Hortense recuerda a la de Nicola y Natalie en «Life is Sweet»

Secrets & Lies reúne la maestría de Mike Leigh como guionista y como director de actores. No en vano, la película recibió distintas nominaciones a los Oscar en 1997  al mejor guion y director (Mike Leigh), a la mejor película, así como a la mejor actriz principal (Brenda Blethyn) y mejor actriz de reparto (Marianne Jean-Baptiste). Igualmente, en 1997, Secrets & Lies recibió el Goya a la mejor película extranjera, y los Bafta a la mejor película británica. mejor guion y mejor actriz; un premio este último que Brenda Blethyn también recibió en 1996 en el Festival de Cannes y en los Golden Globes. Una película milimétrica tanto por su ritmo narrativo como por su puesta en escena y la interpretación de todos y cada uno de los actores que transforman el film en una historia coral, como todas las producciones de Mike Leigh analizadas hasta el momento a excepción de Naked (1993). Una película que es todo un lujo para los espectadores.

 

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