Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

5 razones (más) para ver: «Succession» (HBO, 2018-2023)

El 28 de mayo se estrenaba el décimo episodio de la cuarta y última temporada de Succession (HBO, 2018-2023), la obra maestra televisiva creada por Jesse Armstrong, producida por Adam McKay y Will Ferrell —entre otros— y protagonizada por Jeremy Strong, Brian Cox, Kieran Culkin, Sarah Snook y Alan Ruck. Como suele suceder con las grandes series, el hecho de que termine implica dejar huérfanas a miles de personas en busca de entretenimiento de calidad y entrar en un estado que bien podríamos llamar «crisis existencial». A partir de aquí, nos quedan dos cosas: iniciar la incansable búsqueda del que quiere llenar el vacío obligatorio post-Succession y/o recomendársela a todas aquellas personas que todavía no la hayan visto. De momento, nosotros optamos por la segunda opción. En este «5 razones para ver…» le tomamos el relevo a nuestra compañera Nuria Vidal —que ya hizo un post similar dos años atrás— para daros 5 razones más por las que deberíais adentraros en el turbulento mundo empresarial de mano de la familia Roy.

Kendall (Jeremy Strong), Shiv (Sarah Snook) y Roman (Kieran Culkin) son los hermanos Roy.

1. ¿Cómo se relacionan los multimillonarios? Es una buena pregunta si la enmarcamos en un contexto en el que cualquier cosa que tenga que ver con ese 1% que amasa más de la mitad de la fortuna mundial genera una ola de interés, cotilleos y morbo. Todo el mundo quiere ser rico, todo el mundo quiere ser millonario. Así que, sí: ¿cómo se relacionan este tipo de personas? ¿Los hermanos Roy se quieren? ¿Son, siquiera, amados por su padre? ¿Qué elementos dominan sus acciones, sean abrazos, besos o bofetadas? Aunque filtrado a través del generoso mundo de lo ficcional, Succession plantea varias respuestas francamente satisfactorias a las cuestiones planteadas. Ya sea en la naturaleza de lo fraternal, paterno-filial o de la amistad, la serie creada por Jesse Armstrong supone una oportunidad para el público de entrar a formar parte de los entramados íntimos de aquellos que viven a todo tren y hablan de millonadas como quien habla de céntimos de euro.

Logan Roy (Brian Cox): patriarca de la familia

2. «Breaking news: they take the truth and make it fluid». No, la cita a la «American Sports» de los Arctic Monkeys no es gratuita. A lo largo de sus dos últimas temporadas —aunque se lleva construyendo en esta línea desde el principio—, Succession ha querido centrarse en el modo que tienen las instituciones políticas y comunicadoras de construir discursos o, directamente, relatos en función de sus intereses y ambiciones. Veremos desarrollarse Waystar Royco, la empresa familiar, en el contexto de unas elecciones en las que participa un candidato que corresponde la filosofía de la organización y la favorece. En este sentido, los aparatos de toma de decisión y de presión se pondrán al servicio de estrategias que poco o nada tengan que ver con el ideal de la verdadSuccession no se reprime a la hora de establecer una mediación ficcional de cómo operan las grandes compañías en una política norteamericana caracterizada por las secuelas del fenómeno Trump.

Connor Roy (Alan Ruck) es el cuarto hermano en discordia.

3. La naturaleza cíclica de las altas esferas. Si hay algo que caracteriza los procesos de los personajes —aunque no todos— es su naturaleza cíclica. La mayoría de las personas que conforman la plantilla de Waystar Royco, así como aquellas que de una manera u otra están ligadas al porvenir de la empresa de los Roy, se mueven dominadas por la astucia, la avaricia y la ambición. No hay apenas movimientos que respondan a una causalidad emotiva, sensible y pura. Todas las decisiones tomadas tienen su origen en la frialdad calculadora de unos personajes dispuestos a sacrificar lo que les es más preciado para llegar a la cima. Sin embargo, la ambición y la avaricia son un estado que se alimentan a sí mismos. Hay ambiciones asequibles, las de a corto o medio plazo que solemos tener la gente de a pie, pero me temo que las que se desarrollan en Succession se reproducen a sí mismas hasta la saciedad y nunca terminan de quedar satisfechas. Lo mismo sucede con la avaricia: ¿cuándo saber cuánto es suficiente? No hay techo que valga para los multimillonarios, siempre van a buscar una manera de verse competitivamente involucrados en un juego de apariencias y ostentaciones que no hace otra cosa que revelar de forma todavía más clara el enorme vacío que les supura desde dentro.

Tom (Matthew Macfadyen) y Greg (Nicholas Braun), los «hermanos cabrones», son respectivamente el marido de Shiv y el primo de los hermanos Roy.

4. Por lo menos visten bien. Eso sí que es innegable: los personajes de Succession pueden pertenecer a la calaña más detestable que ha recorrido el plantea Tierra desde sus orígenes, pero nadie puede llevarnos la contraria cuando aseguramos que los armarios de estas personas están plagados de piezas de alta gama que exudan elegancia. Por supuesto, nada en esta serie existe en un vacío, y el tema de la moda no será para menos. Enmarcado en un contexto en el que la recesión pone en el punto de mira a los jefazos de las grandes empresas, cualquier muestra de ostentación puede verse como una afrenta contra sus propios empleados y, así, puede dañar su imagen pública. De esta manera, los personajes de Succession entran en la dinámica de la moda que se ha hecho llamar «lujo silencioso«. Son atuendos caros, fabricados con los mejores materiales posibles. Sin embargo, pasan desapercibidos. Esta es una de los elementos principales que impera a la hora de vestir a los caciques del mundo de la comunicación según la filosofía de la serie: hay una cierta cercanía, pero todo se reduce a un juego de apariencias. Esa horizontalidad que se pretende crear para con el ciudadano de a pie no es más que una ilusión, y en tanto que ilusión positivada, podemos decidir si creérnosla o no. Pero sí: por lo menos visten bien.

Frank (Peter Friedman), Gerri (J. Smith-Cameron) y Karl (David Rasche) conforman el gabinete de asesores legales de Waystar Royco, la empresa de la familia Roy.

5. La fascinación de ver el mundo arder. Una buena línea metafórica que nos permita resumir la trama de Succession a lo largo de sus cuatro temporadas sin destripar nada es la del castillo de naipes. Porque ellos construyen un mundo en el que la noticia se convierte en material fluido, que varía dependiendo de las manos por las que corra, pero inevitablemente también tienen que verse sujetos a ese mismo sistema. Producto de esto y de esa suerte de eterno retorno en el que las ambiciones suponen, simultáneamente, los principales motivadores y obstaculizadores para los personajes, cada una de las decisiones tomadas a lo largo de sus prácticamente 40 episodios implica una carta más añadida a la estructura. Y quizá aquí el espectador entre en dinámicas morbosas y retorcidas, pero ¿no crea altas expectativas ver como ese mismo edificio se desmorona de forma paulatina y doliente? ¿Acaso esto no genera un mínimo de curiosidad?

El eje central de «Succession» nos abrirá a un mundo de intrigas político-familiares en las que la ambición, la envidia y la traición serán las tres grandes protagonistas.

¿Deberíamos hacer del 28 de mayo, fecha en la que ha terminado Succession, día internacional de luto? Probablemente esté exagerando, así que quizá no. Sin embargo, que haya tenido incluso la idea de proponer algo así implica que en esta serie hay algo único, original, prácticamente adictivo. Recomendada a aquellas personas que quieren involucrarse en tramas shakesperianas que recogen el relevo del bardo y lo traen a circunstancias modernas —algo que habla maravillas de lo «modernizable» que es Shakespeare—, Succession te absorbe en un trance dinámicamente ofensivo e hilarante en el que cada «Fuck off» de Logan o referencia sexual de Roman te hunden más en el juego maquiavélico que te propone Jesse Armstrong con esta obra maestra que nadie debería pensar en perderse. Lleva sello de calidad.

 

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