Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Crítica de cine: «Lights out» (Sandberg, 2016), jugando con el (viejo) miedo a la oscuridad

Sin duda, una de las promesas de la cartelera de este verano 2016 es Lights Out (traducida como Nunca apagues la luz) y sí, en efecto, su estreno ha estado plagado de una especial atención mediática que se basa en diferentes quejas en el ámbito nacional de algunos padres que sancionan que el contenido mismo del tráiler está provocando efectos negativos, creando o potenciando miedos de sus propios hijos. Es por ello que algunas redes sociales como Facebook se han hecho eco de toda una serie de quejas que se han generado en torno al tráiler mismo a partir del mensaje público enviado por una madre, Toñi Ruiz dirigido al perfil de Antena 3 (con más de 44.000 likes, compartido alrededor de 28.000 veces y convertido en viral) y han hecho replantear si éste se debería emitir en horario infantil en la parrilla televisiva española, iniciando incluso tres peticiones populares a través de la plataforma Change.org. La primera emitida por Alicia Aliaño para recoger 1500 firmas para retirar el tráiler de Lights Out en horario infantil (lleva 1388 firmas, véase https://www.change.org/p/antena-3-televisi%C3%B3n-eliminar-la-emisi%C3%B3n-del-anuncio-de-la-pel%C3%ADcula-nunca-apagues-la-luz-en-horario-infantil;una segunda de Lara González para recoger 1500 para que Antena 3 no emita tráilers de películas de terror en horario infantil (cuentan en este momento con 1136 firmas) y una tercera de Arim Rodriguez dirigida directamente al Departamento de Publicidad de Antena 3 también de 1500 firmas (ya ha recogido 1290 firmas) en la que se expone que algunos anuncios publicitarios crean ansiedad en los niños y tienen, por tanto, repercusiones negativas como es el caso de Lights Out.

Creemos adecuado tomar este hecho como punto inicial de nuestra crítica personal al respecto pues nos hace replantearnos cuestiones en torno a los miedos (principalmente) infantiles: ¿cómo se generan?, ¿cómo se gestionan? y ¿cómo se “evitan”? y, también, ¿Hasta dónde llega la responsabilidad adulta de salvaguardar que los niños no estén sometidos a experimentar ciertos miedos psicológicamente señalados como “comunes” tal como sería el miedo a la oscuridad?

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El miedo (o incluso, en un grado más grave, la fobia) a la oscuridad puede ser considerado a nivel psicológico como uno de los principales y más comunes miedos en la infancia (y no exclusivamente) que, conectando con este punto con la clasificación de miedos señalados por Lovecraft y toda una corriente literaria en la que se incluyen los horror tales se centra en el miedo a la oscuridad y a los mundos ocultos  y los vastos (y ricos) terrenos de lo desconocido.

Cabe destacar que el cine de terror (bebiendo, también, del teatro) se ha encargado de explotar ese uso de luces y sombras, de claroscuros y matices de grises y podría considerarse incluso como recurrente en tanto que plantea una situación en la que un cierto sujeto está en (vulnerable) posición de ser atacado (por un sujeto o fuente externa, con una máscara específica ya esté encarnada en forma de monstruo o ente posthumano, de fantasma o vampiro, por poner algunos ejemplos). Sandberg que se estrena como director de largometrajes con este film (después del reconocimiento de sus cortos previos), explora precisamente ese concepto y se nutre de lo esperado o esperable por la audiencia. ¿Cómo? Apelando a ese posible miedo infantil pasado a la oscuridad, reavivándolo (si alguna vez existió) o planteando su existencia en el seno de una familia que ha tenido ciertos problemas que precisan de un acto de fe con lo sobrenatural, algo turbio y oscuro que se nos irá desvelando en el transcurso del film (aviso de posibles spoilers a continuación). Sophie es la madre de Rebecca y Martin y su estado anímico (y mental) va degradando hasta el punto de que su hijo Martin es consciente de que tiene un problema: ella nunca está sola sino que está acompañada por Diana, la que ella consideraba en el pasado como un miembro más de la familia de Sophie y cuyas apariciones está atentando contra su salud mental y provocando problemas cuando las luces se apagan. Presenciamos, entonces, toda una lucha por la supervivencia en la oscuridad y en la que todos deben protegerse los unos a los otros ya que están amenazados por presencias pasadas que desean acabar con su vida presente.

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Consideramos que la particularidad de la utilización también como música de fondo de una “nana infantil” como es la Canción del Coco supone un componente emocional que no puede obviarse pues esa común canción que se emplea con el fin de dormir a los más pequeños y desearles felices sueños se tergiversa en un canto al mundo de Morfeo en cuya oscuridad pueden desatarse los mayores miedos y pesadillas (no solamente infantiles). Es, al fin y al cabo, la presentación de un producto de la cultura popular (una nana) que se utiliza como recurso por los responsables del film encargados para ello con el fin de provocar un efecto contrario (desatar miedos no solamente en los más pequeños los cuales se corresponden, también, con esa visión dicotómica entre el Bien y el Mal, entre Luz y Oscuridad) al que originariamente tenía (acompañar desde un rol de padres o de adultos a tener unos felices sueños).

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En definitiva, en términos generales consideramos que Sandberg logra la identificación de la audiencia jugando de un (viejo) miedo humano (si se nos permite, un tanto “inherente” o generalizado y que atraviesa los límites temporales, históricos y culturales) lo cual se traduce en las respuestas a nivel mediático del tráiler de Lights Out que se pueden entender como un indicador de la repercusión de los contenidos audiovisuales en la audiencia y de su dimensión emocional en un estadio infantil en la que la distinción entre realidad y ficción puede desdibujarse y provocar ciertas reacciones psicológicamente negativas (aunque los adultos tampoco están “exentos” de esas consecuencias en mayor o menor grado). No vamos a posicionarnos a favor ni en contra de estas peticiones pues no es el objeto de este post, pero es necesario tenerlas en cuenta como variable crítica porque son significadoras de cómo los adultos (desde padres, hermanos hasta los adultos creadores del tráiler y del film) gestionamos los contenidos audiovisuales que se consumen en nuestra contemporaneidad (con los que “jugamos”, si se nos permite la expresión y, en cierto modo, con la sensibilidad infantil y adulta) y, también, en comparativa con la repercusión de la misma en otros países. Señores, ¡pasen, vean y juzguen con sus propios ojos!

 

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