Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

De inspiración artística y relaciones tóxicas: «The Souvenir» (Joanna Hogg, 2019)

Durante el último año estudiando en el National Film and Television School, Joanna Hogg –directora de filmes como Archipelago (2010) o Exhibition (2013)- comenzó a escribir algunos apuntes para realizar un filme basado en su propia vida, concretamente en una relación amorosa dañina por la que acababa de pasar. Al final, el proyecto lo fue dejando de lado, era el año 1988. Treinta años después, decide recuperar esa idea perdida y llevarla hacia adelante. 

El filme -titulado The Souvenir al igual que uno de los óleos favoritos de la protagonista, pintado por Jean-Honoré Fragonard- trata sobre Julie, una chica que cursa su último año en la escuela de cine y que está trabajando en el guión de un proyecto ambicioso: una película dramática que trate sobre la relación entre una madre y su hijo en un pueblo pesquero de Inglaterra. Ese año conoce en una fiesta a Anthony, un joven apuesto y misterioso (las primeras veces que le vemos aparece de espaldas, enfatizando este aspecto de su carácter), que acaba convirtiéndose en la pareja sentimental de la protagonista. La relación entre ambos irá decayendo y transformándose en una amor vacío, tóxico y parásito.

Habiendo pasado un tanto desapercibida entre todas las grandes películas que dio 2019, The Souvenir, retrata con dureza la relación entre los protagonistas y cómo, a la vez, deben lidiar con otras tantas trabas y dificultades de la vida. Julie, interpretada por Honor Swinton Byrne, deberá sacar adelante su deseado filme, el cual todo el mundo parece criticar o no tomar realmente en serio. La inspiración artística y la dificultad que supone realizar cualquier proyecto son temas que Hogg trata en la cinta de manera sutil pero notoria a la vez, consigue darle importancia sin quitársela al conflicto principal: la relación tóxica entre la aspirante a cineasta y su pareja, interpretada por Tom Burke, quien no podrá controlar su adicción a la heroína, trayendo más problemas al hogar.

Durante todo el filme, Anthony será un personaje oculto y misterioso, mientras que Julie será fragil y bondadoso.

Hablando del hogar y de la morada, es muy importante resaltar cómo Hogg -junto al equipo de diseño de producción encabezado por Stéphane Collonge- utiliza los espacios para definir la personalidad de sus personajes. Sobre todo en el caso de Anthony, a quien vemos en lugares (restaurantes y cafés) elegantes y frecuentados por gente de clase social alta, a la que él pretende hacer ver que pertenece cuando no lo hace en absoluto. Poco a poco vamos viendo cómo todo eso forma parte de un personaje que se crea, embaucador y elegante, aristócrata y culto; todo ello para poder vivir a costa de Julie, quien cae completamente enamorada de este joven, o más bien, enamorada de ese personaje que se ha creado. En el momento en el que ella descubre la severa adicción a la heroína de su pareja, comenzarán a aparecer planos donde los espejos y los reflejos cobran un simbolismo especial, representando la personalidad verdadera de sus personajes, sus rostros distorsionados, casi reales. Planos que encuadran reflejos llegan a confundir y nos hacen tomar una perspectiva de la situación y la acción que, aunque parezca normal y natural, está al revés. En The Souvenir todos los colores son un tanto apagados, y los más llamativos tienen un tono suave, pastel. Nada es llamativo en exceso, todo parece suave y delicado, pero no lo es. Julie verá cómo su relación con Anthony le va trayendo más y más problemas, tanto psicológicos como económicos, pues llegará a tener que pedirle altas sumas de dinero a su querida madre -protagonizada por una maravillosa Tilda Swinton- que a pesar de dudar un poco de los frecuentes prestamos que debe hacerle a su hija, no duda en darle lo que necesita, pues Julie le explica por activa y por pasiva que ese dinero es tan solo para equipo cinematográfico.

La relación de Julie y Anthony se va haciendo progresivamente tóxica y dañina.

El filme y, sobre todo su guión, es duro, hiriente y veraz. Hogg consigue crear unas escenas poéticamente bellas en las que rezuma la bondad y el amor de Julie, un personaje sincero con el que es imposible no empatizar tanto en esos buenos momentos como en las escenas más tensas y desgarradoras. Honor Swinton Byrne -hija de Tilda Swinton, por cierto- nunca realizó una película antes de esta y Joanna Hogg nunca le entregó el guión como hizo con el resto del reparto, le entrego las mismas cartas y escritos que ella misma escribía durante la relación en la que está basada el filme. Con ese material, Byrne, se hizo una idea del personaje que debía interpretar e improvisó todas las escenas y todas sus frases, mientras que los demás actores seguían sus palabras e intentaban reconducir, en ocasiones, la conversación hacia como estaba planteada en el guión, pero sin forzarla demasiado. La directora y guionista aclara que había determinadas frases y escenas que sí quería que se dijesen de una forma específica, pero que para el resto de diálogos tan solo buscaba naturalidad y espontaneidad, algo difícil de conseguir pero que, sin duda, es el resultado que obtiene.

 

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