Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La ficción fantástico-(ex)céntrica de Alex de la Iglesia: «30 Monedas» (HBO, 2020)

El 29 de noviembre de 2020, HBO estrenaba la serie 30 Monedas creada y dirigida por Álex de la Iglesia en su primera incursión en la ficción televisiva que cuenta como co-guionista con Jorge Guerricaechevarria, colaborador habitual del cineasta (El día de la bestia, Crimen Ferpecto, Los crímenes de Oxford, Las brujas de Zugarramurdi, Mi gran noche, El Bar o Perfectos Desconocidos). Los seguidores de la cinematografía de Álex de la Iglesia conocemos perfectamente las características generales de sus trabajos: argumentos inusuales con giros sorprendentes en los momentos precisos y personajes enmarcados en la cotidianeidad para los que los acontecimientos son los detonantes que desencadenan sus más o menos bajos instintos, sus miedos viscerales o su lado oculto en el sentido más amplio del término. Dos constantes que se combinan con la utilización de elementos intertextuales o referenciales provenientes del tebeo (que no del cómic) y del cine a la que no es ajena la hibridación de géneros, por una parte; y por la ex-centricidad en el sentido neobarroco del término de tal manera que Álex de la Iglesia estira situaciones/argumentos/personajes hasta límites insospechados sin salirse en ningún momento de la coherencia de su propuesta. Intertextualidad y excentricidad que lo acercan extraordinariamente al esperpento deformador valleinclaniano y a las bases de la comedia coral de Berlanga donde lo popular (folklórico a veces) cobra una especial importancia. Por eso, no es extraño que la primera palabra que se nos ocurre cuando alguien nos pregunta sobre alguna producción de Álex de la Iglesia es siempre la misma: es un «locurón».

Lo monstruosos como parte esencial de 30 Monedas

Y un locurón es la serie 30 Monedas que cumple, como no puede ser de otro modo, con las constantes estéticas del director considerado como autor. Así, el magnífico episodio piloto de la serie ofrece buena parte de sus claves de lectura: la plácida vida del pueblecito de Pedraza en la provincia de Segovia, se ve alterado por fenómenos sobrenaturales ocultistas que conducen a muertes misteriosas que algunos de sus vecinos atribuyen a la presencia del párroco Manuel Vergara (un magnífico Eduard Fernández), un sacerdote que en cierta medida ha aterrizado en el pueblo por sus prácticas exorcistas no aceptadas por el Vaticano. Sin embargo, la realidad es diferente ya que Vergara tiene en su poder una de las 30 monedas que recibió Judas por la traición a Jesucristo y que es codiciada por una organización secreta de la Iglesia.

Este bien podría ser el resumen más que esquemático de la premisa inicial propuesta por De la Iglesia/Guerricaechevarria. Una propuesta que, como hemos comentado, se plantea en el episodio piloto pero que tendrá en los más que magníficos títulos de crédito una micronarración compleja que presenta el background argumental con tremendas sugerencias a lo que será el posterior desarrollo de los episodios, por una parte; y propone un tono muy específico que combina una cierta irreverencia religiosa no exenta de conspiranoia con lo más folklórico-ibérico, por otra parte. De este modo, las imágenes realmente épicas de la crucifixión de Cristo van a contrastar con la música procesional deformada de Roque Baños. Una verdadera obra de arte.

Paco (MIguel Ángel Silvestre) es el alcalde de Pedraza

El ocultismo, la religión y lo cotidiano. Tres elementos que son la base de la construcción de una serie que juega con los clichés de cada uno de ellos. Así, el pasado exorcista, pendenciero, pugilístico-casi-patibulario de un padre Vergara musculado, tatuado y de estética hipster servirá para proponer la gradual incorporación del maligno en Pedraza. Si Vergara se sitúa en las antípodas del padre Berriartúa de El día de la bestia (1995), lo mismo sucede con un pueblo ajeno a los acontecimientos alejado del brujeril Zugarramurdi (2013). Así, en los primeros episodios de  30 Monedas (Telarañas, Ouija, El espejo) lo monstruoso, el espiritismo y el doppelganger construyen una narración lineal hasta cierto punto repetitiva de sucesos paranormales que solo conocen Vergara y sus dos aliados del pueblo: la veterinaria Elena (Megan Montaner) y Paco (Miguel Ángel Silvestre), el alcalde del pueblo que se debate entre su atracción/complicidad por/de Elena y su dominante/repelente/ celosa esposa Mercedes (Macarena Gómez). Una nueva línea, la sentimental, que atraviesa todos los episodios en forma de cliché en el más puro estilo castizo y casi de película española de «cine de barrio» que ampliará su cuadratura con el personaje de Roque (Antonio Velázquez). Una entrada y persecución de lo demoniaco que tiene en el personaje de Antonio (Javier Bódalo) a su portavoz en una magnífica utilización del concepto clásico del loco como única persona que dice la(s) verdad(es) y que, por tanto, está en contacto con los dos mundos de la serie. Algo que compartirá involuntariamente el sargento Laguna (Pepón Nieto) como la presencia insustituible e inefable de la guardia civil.

El cardenal y antiguo compañero de Vergara, Fabio Santoro (Manolo Solo)

Sin lugar a dudas, los primeros episodios son el primer acto de una perfecta construcción clásica en el sentido narrativo del concepto. Y es que la última moneda del botín de Judas elige quedarse con Elena liberando en cierto modo a Vergara de quien conoceremos su escepticismo hacia el dogmatismo católico y su relación con Fabio Santoro (Manolo Solo) convertido en el jefe de la loggia que pretende hacerse con las monedas (Recuerdos, El doble, Guerra Santa) de modo que la serie introduce la conspiración eclesiástica que invita al espectador a rememorar las novelas de Dan Brown donde se pone en jaque el poder vaticano. Solo que el poder vaticano canónico quiere ser reemplazado por su contrario. Un contrario forjado desde una cosmología religioso-esotérica presente en una serie plagada de una potente iconología visual y de una hibridez genérica importante. Consecuentemente, los humanos se convierten en monstruos habitualmente arácnicdos y desmesurados; los religiosos vaticanos son tradicionales frente a los priest-in-a-suit que conforman el lobby demoníaco; el demonio (Cosimo Fusco) y buena parte de sus seguidores como Lagrange (Francisco Reyes) son esencialmente unos seductores que, contrariamente a los clichés de la lucha contra el mal, no tienen miedo de la simbología cristiana bien al contrario; y, como no podía ser de otro modo —o no resulta extraño— buena parte de esta cosmología tiene su origen en la mitificación de los objetos recogidos en la crucifixión cuyo poseedor tendrá el poder absoluto. Una mezcla, pues, de géneros muy diversos que van desde el horror puro y duro casi gore, la brujería, el thriller conspirativo, el entorno carcelario, el pseudo-western y el género bélico pasando por posibles homenajes a Berlanga y su Bienvenido Mr. Marshall (1953). Una hidridez genérica que alcanza también a los videojuegos: Vergara se enfrentará a distintos final bosses armado hasta los dientes y Elena realizará acciones muy cercanas a las que lleva a cabo Lara Croft incluyendo un recordatorio en el vestuario como apreciamos en los episodios finales (La caja de cristal, Sacrificio).

Manuel Vergara en los episodios finales de la serie

30 Monedas es una serie argumentalmente compacta que tiene en la puesta en escena un ayudante más que imprescindible. Sin duda, la serie no sería la misma sin la cinematografía de Pablo Rosso (colaborador habitual de Jaume Balagueró), el diseño de espacios y de la iconografía religioso-esotérica de José Luis Arrizabalaga y Arturo García, los efectos especiales  de los distintos animatronics de la serie coordinados por Javier Coronilla (entre cuyos trabajos se encuentran las últimas entregas de Star Wars, la serie  Dark Cristal de la factoría Henson, o la película Un monstruo viene a verme de J.A Bayona, 2016), el sonido de Antonio Rodríguez y el montaje de Domigo González ambos colaboradores en las últimas producciones de Álex de la Iglesia. Unos artistas imprescindibles, insistimos, en la construcción de este «locurón» que se llama 30 Monedas. Y como no podía ser de otro modo, esta extensa película que es la serie ha dejado historias abiertas y un más que potente cliffhanger que indica su continuidad. Una continuidad confirmada por Álex de la Iglesia quien afirma tener casi cerrado el guion de la segunda temporada y el esquema de una tercera. Más que fantástico, sin duda. Porque 30 Monedas, independientemente de la pasión que tengamos —que la tenemos— por Álex de la Iglesia, es una muestra de la calidad de la ficción española y de su proceso de internacionalización: no sólo de ficción norteamericana se nutren los espectadores.

 

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