Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Rick and Morty» T6 (Adult Swim, 2022): los Smith vuelven a la consistencia

Aviso: esta entrada contiene spoilers de toda la serie hasta la temporada 6.

Rick and Morty siempre ha sido una serie con cierto corazón. Durante sus primeros episodios, apostaba por una narrativa episódica y un tono irreverente, a caballo entre lo escatológico y el nihilismo. No sería hasta el tan sonado monólogo de Morty en “Rixty Minutes” (episodio 1×08) que sus creadores, Dan Harmon y Justin Roiland, revelarían el profundo poso filosófico de una serie, por otro lado, absurdista. Su mensaje: que todos los seres viven sin propósito, esperando la muerte, y que preocuparse por la futilidad de la existencia tan solo lleva a oscuros espacios mentales; más vale vivir una vida anodina. El final del sexto episodio (“Rick Potion No. 9”), con un Morty que seguía con su día a día a pesar de haber vivido la desolación de ver su mundo nativo destruido, ya avanzaba este mantra. Entre las fibras del tejido nihilista que configuraba la serie reposaba un comentario que, a su particular manera, brindaba paz a sus espectadores y los invitaba a disfrutar de las aventuras episódicas de Rick and Morty como forma de escapismo irreverente.

Morty explicando a Summer la futilidad de la existencia

La irreverencia de la serie es un reflejo exacto de la generación Z, donde nada es sagrado  —todo puede convertirse en un chiste, un meme, si suficientes usuarios lo repiten— y el “reír por no llorar” se impone ante el vacío existencial de un mundo cada vez más amplio, con sus posibles líneas temporales y universos múltiples. Harmon y Roiland no se conformaron con esta respuesta y, en su escapismo, trataron de contar una historia repleta de temas presentes en el día a día: la trama del divorcio con Beth y Jerry, la relación intergeneracional (curiosamente invertida) entre Rick y Morty, el pasado de Rick y la razón de su actual nihilismo, la futilidad del amor platónico de Morty… La serie rehuía de la moraleja hasta el punto de no enseñar ninguna lección de vida, pero trataba de reflejar la realidad, ya no solo de la generación Z, sino del ser humano actual en todas sus facetas.

Durante las primeras dos temporadas, la necesidad de servir como retrato del ser humano provocó que Roiland y Harmon se dirigieran hacia arcos de personaje, especialmente para Rick. El ser más nihilista de la obra, el más docto de los Smith en el multiverso y el más irreverente descubriría, poco a poco, la fragilidad tras su fachada. Prácticamente todos los puntos en su arco de personaje colisionaban con Morty, haciendo honor al título de la serie mientras sendos personajes crecían y rompían barreras en su relación. La segunda temporada ahondó en Rick con la profundidad requerida de su personaje, desde adelantar su redención con el sacrificio del collar para salvar a Morty (2×01) y hundirlo en la miseria de su egocentrismo solitario con Unity (2×03) hasta su intento por encajar en cualquier grupo social (2×07) y su descubrimiento final de que el problema siempre había sido su actitud (2×10). Entregarse para salvar a su familia, aunque fuera una de infinitas, demostró que había una profunda humanidad en Rick que la serie prometía tratar en posteriores temporadas.

Rick se entrega a la Federación Intergaláctica

Desgraciadamente, los siguientes episodios, hasta el último de la quinta temporada, fueron recibidos con críticas negativas. Las aventuras episódicas, a excepción de algún desliz, siguieron reteniendo la astucia narrativa y metanarrativa de las primeras temporadas, pero la continuidad argumental se dio de bruces con la horma de su zapato: la perspectiva de los creadores sobre el funcionamiento de las series de televisión. Roiland y Harmon habían preparado con maestría el arco de personaje de Rick, además de prometer a futuro una especie de “rickificación” de Morty (el “purgenol free” en 2×09), algo que podría llevar a fricciones entre el dúo protagonista. El matrimonio entre Beth y Jerry seguía siendo un interesante punto de debate, y Summer poco a poco se iba convirtiendo en una acompañante ideal para Rick. En lugar de seguir todos estos arcos de personaje, Rick and Morty cambió para amoldarse a la máxima de Harmon sobre las series de televisión: a diferencia del cine, las series son duraderas en el tiempo. Se siguen emitiendo a lo largo de los años con nuevas historias sin perder la esencia original de los personajes. «El disfrute de la TV está en el momento», dice Harmon, y por ello no puede haber una continuidad que lleve a sus protagonistas al cambio. En el momento en que sucede, la serie termina. La premisa de Rick and Morty, con sus infinitos universos, permitía que jamás se produjeran cambios, pero la voluntad humana y emocional de sus creadores llevó a crear arcos de personaje que, en las temporadas 3 a 5, se revirtieron sin motivo argumental una y otra vez. Solo el final de la quinta temporada, con la ruptura de la Central Finite Curve y la destrucción de todas las copias de Rick en el Phoenix Project, abrió la posibilidad de reescribir las últimas tres temporadas para encarar la sexta como una especie de vuelta a los orígenes. Todo un ejercicio narrativo fundamentado sobre decisiones inconsistentes que, por fin, parecía llegar a buen puerto.

Llegamos así a la reciente sexta temporada, una muestra de que el dúo Roiland-Harmon se va recomponiendo progresivamente. Los primeros seis episodios sufren las consecuencias del cierre de temporada anterior. Con la Portal Gun deshabilitada y la vuelta de todos los personajes a su planeta de origen, germinan las semillas de continuidad plantadas desde la primera temporada. Se habilita el acceso a la psicología torturada de Rick en el deprimente estado de su planeta natal, recuperamos a los Smith del mundo Cronenberg con un Jerry traumatizado y desdeñoso para con Morty, y ni Summer ni las dos Beths saben cómo lidiar con sus respectivas situaciones familiares. Rick Prime se erige como un nuevo villano arraigado en la historia personal de nuestro Rick C-137 (presuntamente), y lleva a Morty a reconectar la relación con su Rick a través del callback “you and me, a hundred years”.

Morty reconfortando a Rick

La serie no vuelve a esos niveles de continuidad en ningún momento de la temporada, pero la promesa persiste en episodios que preparan emocionalmente a los personajes para futuras situaciones. El final de 6×01 pone a toda la familia enterrando sus cadáveres en universos alternativos cuales Rick y Morty en la primera temporada; ya ninguno pertenece a su mundo y, como consecuencia, todos arrastran el nihilismo de Rick para abstraerse del trauma. Así, entre las aventuras episódicas de la temporada comienzan a dispersarse avances de personaje. Algunas historias son un mero divertimento (6×04, 6×06-6×07, 6×09) y otras profundizan en la familia como no se veía en hacía ya varias temporadas. Ahondamos en la psicología de Morty individualizando en billonésimas fracciones de su ser miedos, deseos y problemas con respecto a su relación con Rick, incapaz este de aceptar a Morty en su totalidad —pero sí a su parte más rebelde y decidida— para evitar quebrarse si le ocurre lo mismo que a su mujer e hija (6×02). Sobre el yo alternativo de esta última, también se exploran los distintos juegos de poder en la relación de las Beths y Jerry (6×03). En mitad del caos, Beth ve en sí misma (proyectada en Space Beth) un amarre a la realidad, el único ser empático que comprende su estado emocional. A diferencia del infame 5×04, aquí Roiland y Harmon emplean narrativas sobre el incesto con tal de profundizar psicológicamente en los personajes. Incluso permiten a Jerry ser algo más que un objeto de burla, si no el más humano de la temporada, salvando en numerosas ocasiones a su familia (6×04) y trabando amistad con Rick (6×05), hasta que la fama lo hace caer (6×08).

Los avances más claros vienen de parte de Rick. Lo sombrío de la tortura autoinflingida en el planeta natal (6×01) nos recuerda su estado mental para que el acto en 6×02, salvar su parte favorita de Morty, resulte más altruista que egocéntrico. En 6×05, Rick se muestra capaz de ayudar a Jerry por encima del universo entero e incluso siente culpabilidad al recriminárselo hacia el final del episodio. Ha hecho un nuevo amigo y no parece descontento por que sea Jerry; bajo esa fachada nihilista se encuentra un hombre en proceso de sanación. El episodio 6×08 es la prueba de ello, donde al fin se clarifica a la audiencia que su tendencia a la violencia y falta de empatía solo trae problemas. Rick se conmueve por la historia de un hombre de familia que terminó con su vida tras ser visto como villano precisamente por la violencia indiscriminada de los considerados «héroes». Así, acoge su legado y decide hacer lo que Piss Master no pudo en vida: emplear su poder para proteger el mundo. Al fin y al cabo, aunque pueda señalarse a Jerry como culpable, Rick es la raíz del problema. Sin él, Piss Master y muchos otros no tendrían que haber muerto rodeados de patetismo y familias acongojadas. Hay juegos con la moralidad de las acciones de nuestros protagonistas y la conclusión es clara: aunque ser sinceros habría resuelto la situación con mayor facilidad, tanto Jerry como Rick necesitaban pasar por sus distintos arcos para terminar arrepintiéndose de sus acciones.

Rick leyendo la carta de suicidio de Piss Master y heredando su rol

En cierto modo, los eventos del episodio 6×10 invalidan cualquier avance para Rick en el episodio anterior ante la revelación de que era un clon creado específicamente para ser algo más bondadoso con la familia Smith. Afortunadamente, los guionistas parecen haber aprendido de los problemas de temporadas anteriores y son conscientes de lo injustificado de las vueltas al statu quo en sus respectivos finales antes de 5×10, por lo que todo el arco de personaje de Rick en el octavo episodio sigue siendo canónico. Hay una cierta melancolía en ver a nuestro Rick tan obsesionado por la venganza. Ha aprendido la lección equivocada después de la terapia y descubrir que todos los villanos sufren de problemas psicológicos similares al suyo. Con todo, las últimas palabras del Rick robot vienen cargadas de esperanza: «todo lo bueno que he hecho se deriva de una acción realizada por el propio Rick». Hay bondad en él. Hay redención. Por primera vez desde aquel final de la segunda temporada, Roiland y Harmon parecen dispuestos a tratar ese arco con la entereza que merece. Tan solo habrá que esperar al estreno de la séptima temporada para comprobarlo.

Esta sexta temporada ha dividido a Internet en dos facciones: la que disfruta de cada episodio y la que no lo hace con ninguno. Pero, como todo en la irreverencia de la generación Z, basta con echar mano de una lupa para encontrar entre los comentarios extremistas algunos moderados, aquellos que han visto esta temporada como un resurgimiento para la serie sin dejar de arrastrar la pesada carga de episodios anteriores. Ha sido una temporada repleta de comentarios metanarrativos —más logrados que nunca—, conceptos alocados y promesas a futuro, de payoffs merecidos y demasiado anticlímax. Por encima de todo, ha sido un recordatorio de que Rick and Morty es una serie con corazón. Uno que se esconde bajo capas de cinismo e irreverencia, sí, pero siempre con el objetivo de recordarnos que, a pesar de la inmensidad del multiverso, siempre podemos ser nuestros “yo” más “yo”.

 

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